San José
Apenas irrumpían los primeros rayos del luz, pero a las 5:30 a. m. una pequeña cuadrilla del Frente Amplio y otra del Movimiento Libertario armaban sus campamentos frente a la Escuela Cleto González Víquez, en el centro de Heredia.
Con la salida del sol, cobraban vida los pigmentos en las camisetas de los militantes, los colores contrastando tanto como los candidatos y sus ideologías. Sin embargo, por 12 horas completas permanecerían lado a lado, en un acto de tolerancia y muestra de la democracia.
Una mujer de blanco caminaba de un lado a otro a la entrada de la institución esperando la apertura del portón. Mientras, una fila de trabajadores y entusiastas se formaba detrás de ella.
Dentro del centro educativo, miembros de mesa y fiscales pegaban listas en las paredes y preparaban los pupitres, antecedidos únicamente por las encargadas del centro de votación, Maureen Elena Vargas y María Auxiliadora Lewis.
Las heredianas, quienes laboran como secretaría y docente de "la Cleto", respectivamente, estaban ahí antes de las 4:45 a. m. Se vale madrugar, sin pereza, un domingo cada cuatro años y más para elecciones tan históricas.
"Yo disfruto de la cívica, la vivencia de lo que representa ver esto. Desde anoche estoy emocionada. Esto es sumamente importante para los costarricenses, es una fiesta participativa y nosotras vinimos sin color", expresó Lewis, segundos antes de abrir los portones de la escuela y cuya genuina sonrisa elevaban sus palabras del cliché a la convicción.
Una semana atrás, Lewis era parte de la inteligible masa gris, nombrada "los indecisos" que, según las encuestas, asumirían la gran responsabilidad de escoger al próximo presidente de la República.
Sin embargo, hoy ya había tomado una decisión: "Tengo color por tradición, pero no estaba convencida y por eso, decidí salirme del saco".
A las 6:05 a. m. se abrió el portón y con un caminar que rayaba en trote, la señora blanca irrumpió por el portón, tras defender su derecho a ser la primera en votar en ese recinto florense.
Detrás de ella entraron jóvenes como Alberto Bertheau, de 26 años, y Élder Bejarano, de 27, quienes fueron a marcar sus papeletas, antes de trabajar.
"Siempre entro a las 6, pero hoy tengo tiempo hasta las 7 para poder votar", relató Bejarano, quien labora en la zona franca de Lagunilla, de Heredia.
"No estoy motivado por ninguno de los candidatos, pero ya tomé una decisión", añadió el joven, cuya desmotivación no se tradujo en desinterés.
Álvaro Hernández, de 45 años, votó en el Liceo Mauro Fernández, en Tibás a las 7:35 a. m., tomado del hombro de su hija, Isamar. Su discapacidad visual no le impidió ejercer el derecho al voto, aunque optó por hacerlo acompañado.
"No utilicé las plantillas. Tal vez si hubiera podido practicar antes, pero no manejo el braile y no me sentía a gusto. Sin embargo, mi hija me ayudó, más fácil. Yo confío en ella 'ciegamente'", bromeó.
El tener un bebé de dos meses en brazos tampoco atrasó a Pamela Corella, de 23 años, quien votó en la sede la Universidad Americana, en San Pedro, Montes de Oca. Corella marcó las papeletas con la mano derecha, mientras sujetaba al lado contrario a su retoño, Dinier.
También protagonizaron la jornada niños y scouts de todas las edades, quienes cumplían como guías electorales inscritos ante el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Escenas como estas se repitieron en centros de votación alrededor del país a lo largo de la mañana, la asistencia calentándose hasta alcanzar la plenitud del sol de mediodía.
Algunos llegaron de colores y otros de gris; unos cumplieron vestidos de domingo y otros añejos; algunas incluso alcanzaron las urnas sin saber por quién apostar, mas tomaron la decisión con crayola en mano. Pero llegaron.