Rafael Ángel González Barrientos, un costarricense de 90 años, rescatado de las calles en Honduras, regresó a la tierra que lo vio nacer este lunes 10 de mayo procedente de Tegucigalpa.
Este tico, apasionado por el baile, tiene un anhelo que desea cumplir una vez que sus pies tocaron el terreno nacional: hallar la tumba donde sepultaron a su madre en la década de los 70.
Según recuerda, el anuncio del fallecimiento de su progenitora lo recibió mediante una carta, enviada por alguno de los pocos familiares que tenía en Costa Rica.
Ahora, décadas después del incidente, y de vivir fuera de las fronteras ticas, este hombre fue repatriado junto con su memoria llena de recuerdos.
Al inicio no estaba convencido de la idea, pero en los últimos meses ese ha sido su deseo.
Así se lo narró don Rafael Ángel a Mauricio Herrera, embajador costarricense en Honduras, con quien ha mantenido contacto desde que fue rescatado de las calles, en junio del 2020.
“Hay una cosa que él quiere averiguar, que es lo que más lo motiva a volver: él quiere saber dónde quedó enterrada la mamá”, detalló el embajador.
Herrera conoció de la situación luego de que trascendiera, en los medios de comunicación hondureños, el caso de un costarricense en indigencia rescatado por el asilo de ancianos del Hospital San Felipe, en Tegucigalpa.
La embajada, junto con instituciones como el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se dieron a la tarea de ayudar al compatriota.
Tras su llegada a suelo nacional la mañana de este 10 de mayo, don Rafael Ángel González fue trasladado al Hogar del Adulto Mayor de Tirrases, Curridabat.
El campo en ese lugar fue conseguido por la fallecida Teresita Aguilar, expresidenta del Conapam, que en vida dejó apartado ese espacio.
Mientras tanto, la OIM financió los costos del viaje y le facilitó una doctora que lo acompañó en su regreso hasta el aeropuerto Juan Santamaría.
Esta organización también le brindó ropa nueva, maletas y las amenidades para su viaje.
Tras su arribo al aeropuerto costarricense, don Rafael Ángel se comunicó inmediatamente con el embajador costarricense, luego de que este, junto con su esposa, lo encaminaron a tomar el vuelo desde Honduras.
González no reconocía la carretera de Alajuela, mucho menos el aeropuerto al que llegó. Cuando partió de Costa Rica, solamente funcionaba el antiguo aeropuerto de La Sabana. También se asombró porque vio muchos carros.
“Estamos muy contentos. Fueron 10 meses de gestiones para lograr esta repatriación y, finalmente, se pudo. Para el Estado costarricense respuestas a casos como este son importantes, porque cristalizan en una acción concreta las políticas públicas de derechos humanos y protección a poblaciones vulnerables”, declaró Herrera.
Bailarín internacional
Su historia, aunque pareciera triste, se encuentra cargada de matices alegres y recuerdos fugaces, pues González fue bailarín y coreógrafo.
Desde ritmos como merengues hasta apasionantes flamencos llevaron a don Rafael Ángel a recorrer Latinoamérica; algunos sitios, incluso, los visitó de la mano de su esposa, una cubana de la que se enamoró, pero que falleció muy joven.
“Lo que él siempre cuenta, una y otra vez, es que él recorrió toda Latinoamérica con espectáculos coreográficos, con su esposa; eso no lo pude verificar, pero es un dato que repite constantemente.
“Se casó con una bailarina cubana, que había sido compañera de baile de Celia Cruz, pero que luego murió en Chile, muy joven y después él no volvió a casarse, ni tuvo hijos; está totalmente solo”, explicó Herrera.
En las conversaciones que estos dos hombres han mantenido, el bailarín de 90 años contó al diplomático que su vida empezó en San Rafael de Ojo de Agua, Alajuela, donde nació. Después, siendo aún un niño, se trasladó con su madre a vivir a San José.
El barrio en el que creció no lo recuerda, pero sí mantiene en su memoria que vivían ahí con dos primas que rondaban su edad.
Según su versión, hasta obtuvo un puesto en una alcaldía judicial, pero su amor por el baile pudo más y se dedicó a este último, que lo llevó a suelos extranjeros.
Con el paso de los años, decidió dejar de saber sobre su tierra patria, ya que solo recibía noticias dolorosas.
“Él perdió contacto porque dice que hace años, cada carta que recibía de Costa Rica era porque le informaban las primas que una persona querida se había muerto; entonces, dice que se cansó de recibir cartas con malas noticias y cortó por completo”, relató el diplomático.
Entre las anécdotas que este longevo tico ha contado al embajador, constantemente surge la historia de San Pedro Sula, al Norte de Honduras, donde se ganaba la vida como coreógrafo de clubes nocturnos.
Su edad avanzó y pasó a vender chicles en las calles. Sin embargo, tras un presunto asalto, donde le robaron de su cuartito alquilado las últimas posesiones que tenía, se vio obligado a vivir en las calles.
El tiempo en que durmió sobre el asfalto no está claro, ya que su memoria ha sufrido lagunas y no logra precisar si fueron días, meses o años los que vivió en la calle.
“Donde lo encontraron dijeron que él tenía algunos días de estar ahí, pero como la memoria de él, pese a acordarse de lo que pasó hace 30 años, no recuerda cosas recientes”, explicó.
“Eso sí, usted le pregunta cuando bailó en el Teatro Nacional con Carmen Amaya y le describe hasta la coreografía y cuánto le pagaron”, agregó Herrera.
Sobre el tiempo que el costarricense ha vivido en Honduras, el embajador dice que tampoco hay precisión, pero se estima que puede ser desde 30 a 50 años.
Según información aportada por la OIM a la embajada tica en Honduras, de don Rafael Ángel solo hay un registro de entrada a suelo catracho, que data del 17 de noviembre de 1994, por tierra, desde el puesto fronterizo con Nicaragua en El Guasaule.
Lo que lamenta este hombre de nueve décadas es que todo lo que le pagaban como bailarín lo gastó con amigos, así como haber dejado su puesto en la alcaldía judicial.
“Él lo que dice es que estaría más tranquilo si hubiera hecho carrera en el Poder Judicial de Costa Rica, yo lo que le digo, es literalmente: a usted don Rafael Ángel, nadie le quita lo bailado”, recordó Herrera.
En los últimos días, este experimentado bailarín se ha mantenido bajo serios cuidados, para procurar cualquier inconveniente que impida su viaje.
El diplomático aseguró que se siente muy agradecido con los cuidados que el hospital hondureño ha tenido con el longevo costarricense, así como las manos amigas que han permitido su regreso a su madre patria, donde espera dar con el paradero de la tumba de su madre.