Hugo José Pais Lezama estaba sentado a la sombra de un árbol del parque de La Merced la tarde del jueves pasado esperando a sus “compas”. Apenas un día antes había llegado de Managua, donde visitó a su familia.
Pais Lezama lleva camisa roja y una mochila al hombro. El pelo cortado muy bajo y tenis. A sus 37 años, este inmigrante es fiel representante del fenómeno de migración, y acepta explicar el trajín que él y sus compatriotas pasan para venir a trabajar “con papeles” a Costa Rica.
Aquí se siente seguro. Está al día con sus documentos y cualquiera que lo vea en esta esquina de La Merced, se puede sentir como en una plaza de Managua, Granada o Masaya.
Como tantos otros nicaragüenses que vienen a este parque, Pais Lezama se reúne aquí a conversar con su gente, a hablar de su pueblo y mantenerse al día con noticias de su tierra.
A esta hora de la tarde su esposa está en Nicaragua, trabajando en una cadena de supermercados mientras sus hijos están en la escuela.
Afirma que ha tratado de convencer a su esposa para que se venga con él y traiga a sus hijos, pero ella no cede.
Pero Pais no pierde las esperanzas de convencerla, pues asegura que las condiciones de trabajo allá no se comparan con las de Costa Rica.
Él se desempeña como guarda privado de seguridad, y dice que, aunque quisiera dedicarse a la misma actividad en su país, no podría, pues el dinero simplemente no le alcanzaría.
Como él, son miles los nicaragüenses que abarrotan las dos sedes consulares de Costa Rica en Nicaragua, una en Managua y otra en Chinandega.
Es el caso de Gertrudiz del Carmen González Chaves, de Chichigalpa, que está al otro lado del parque. “Nos estamos viniendo de Nicaragua muchas personas, muchedumbre de personas por la necesidad de conseguir una mejor vida, conseguir empleo para sobrevivir”, dijo.
Según datos de la Cancillería, solo para este año esperan unas 200.000 solicitudes de visa.
Javier Sancho, embajador tico en la capital nicaragüense, afirma que las filas en las sedes alcanzan los 300 metros en temporada baja y calificó como “drama humano” lo que se vive en las calles por conseguir una visa.
Allí, un puesto en la fila cuesta en promedio $20 y durante las horas de oficina las vías alrededor del consulado se vuelven un mercado sin paredes, donde se venden fotocopias, bolsas de agua, comida y portadocumentos.
“La falta de trabajo, el maltrato a los trabajadores, hace que más gente se venga a buscar el sustento a las familias”, afirmó Pais al preguntarle el por qué la migración nicaragüense a Costa Rica, lejos de bajar, aumenta.