Unos 2.660.000 ejemplares de insectos disecados, y algunas plantas, que dan cuenta de la evolución biológica de Costa Rica desde hace más de 130 años, están en peligro de destruirse, pues los recintos donde se encuentran son víctimas de la humedad y el hacinamiento.
Este patrimonio biológico está constituido, principalmente, por las colecciones que fueron propiedad del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) y que, al quebrar, en el 2015, heredó al Museo Nacional, actual custodio de ese tesoro natural.
Se trata de una de las colecciones más grandes y mejor representadas, por especie y por localidad, en Centroamérica y que data desde 1887, según el departamento de Historia Natural del museo.
Sin embargo, este botín patrimonial pende de un hilo porque la humedad del edificio donde se almacena propicia la aparición de hongos e insectos minadores como ácaros, los cuales dañan a los históricos ejemplares.
A esto se suma el limitado espacio en el que se encuentran estos especímenes, organizados en anaqueles que no proveen el espacio adecuado para desplazarse con libertad a quienes acuden a estas colecciones con fines investigativos.
Estos yacen en un inmueble en Santo Domingo de Heredia –una de las estructuras donde antes operaba el propio INBio– y que hoy alberga a todas las colecciones del departamento de Historia Natural del museo. Ahí se encuentran distribuidas en dos recintos.
LEA MÁS: INBio traspasa colecciones biológicas al Museo Nacional
Del total de ejemplares, solamente 150.000 son plantas, hongos y líquenes, los cuales también pertenecieron al herbario del INBio. El resto son insectos como mariposas y escarabajos, entre otros.
Si bien la compilación ha crecido en los últimos tres años, la mayor parte corresponde a la que fue cedida por el desaparecido instituto.
Amenaza constante
“Aunque las colecciones están en condiciones controladas, porque corremos cada vez que se mete el agua o cuando se da una infección (un brote de hongos), están en grave riesgo porque el edificio ya llegó a su vida útil. Fue construido hace 20 años, aproximadamente, y no se le dio el mantenimiento debido en el pasado”, comentó German Vega, biólogo del Museo Nacional a cargo de esta colección entomológica.
Según el funcionario, cada vez que llega el invierno resulta un dolor de cabeza para los empleados, pues las goteras actúan hasta desprender el cielo raso y caen sobre los anaqueles de vidrio y madera en donde permanecen los insectos.
Todo esto en un sitio donde las condiciones de humedad y temperatura juegan un papel determinante para la preservación de los ejemplares.
Según los especialistas, estos deben mantenerse a una humedad del 50% y a una temperatura de 15 grados centígrados.
LEA MÁS: Museo Nacional aclara dudas sobre colecciones del INBio
“Literalmente, se ha desprendido el techo. Es como de pesadilla, porque es ver caer agua encima de los anaqueles y filtrándose por las cajas donde están los insectos… cuando cae agua, aquí es un desastre”, aseveró el biólogo.
Vega aseguró que, pese a las veces que el agua y los hongos la han emprendido contra los insectos, por el momento no se ha perdido ninguno de los ejemplares.
En muchas ocasiones, afirmó, se les han desprendido extremidades a los animalitos disecados, y ha sido necesario volver a pegarlas, una por una, en una laboriosa tarea que, por ejemplar, puede demandar horas a un solo biológo.
Inversión continua
La situación ha obligado al Museo Nacional a estar mucho más pendiente de las colecciones y a crear protocolos de acción para resguardarlas en caso de emergencia, afirmó Cecilia Pineda, jefa del departamento de Historia Natural de esa entidad.
Entonces, mes a mes, dos técnicos revisan cada una de las cajas donde se guardan los 2.660.000 especímenes.
Luego de eso, realizan la limpieza de los ejemplares que estén afectados por insectos invasores o por algún hongo.
Se trata de un trabajo que implica unas dos semanas y una inversión mensual de ¢855.000.
Asimismo, realizan al menos dos fumigaciones especializadas al año, cada una con un costo aproximado de 2,5 millones.
A lo anterior se suman los ¢25 millones que han invertido reparando el edificio desde el 2015, cuando el INBio cedió las colecciones al museo.
Dicho monto ha contemplado la reparación de aires acondicionados, compra de estantería para mermar el hacinamiento, pintura y demás arreglos.
“Cuando vinimos acá, el edificio estaba muy deteriorado. Hemos ido cambiando cielo raso y el techo, porque había mucha gotera. Tratamos de curar las paredes de los hongos, pero es imposible, porque el terreno donde está este edificio es sumamente húmedo y, además, no tiene drenajes, entonces, en invierno el agua se mete por las paredes”, confirmó Pineda.
Fuentes de datos
¿Por qué son colecciones tan importantes? Se trata de compilaciones que han sido referente científico para la descripción de unas 5.000 nuevas especies.
Son especímenes históricos porque cada uno arroja datos específicos, acerca de cómo han sido el clima y el hábitat de estos en diferentes épocas de la historia costarricense. Por lo tanto, no hay uno solo que guarde la misma información.
LEA MÁS: Acérquese a curiosear en el mundo de la fauna miniatura
Se trata de ejemplares que empezaron a ser recolectados en todo Costa Rica desde finales del siglo XIX y que vieron su máximo desarrollo a finales del siglo XX.
Los insectos son el grupo más diverso del reino animal. Se trata de diminutos portadores de gran cantidad de información. Entre otros aportes, estos sirven como indicadores del estado de salud de los ecosistemas, como referencia de organismos transmisores de enfermedades y son fundamentales en la polinización de cultivos agrícolas.
LEA MÁS: Moscas y escarabajos, aliados de la Policía para resolver crímenes
Museo Nacional pide edificio prestado al Sinac
¿Cuál es la solución? ¿Qué puede hacer el Museo Nacional para mitigar el riesgo en el que se encuentran estas colecciones?
Como acción inmediata, la entidad solicitó en préstamo el edificio ubicado al frente del inmueble donde residen los insectos actualmente, en Santo Domingo de Heredia.
La edificación pedida, que también fue parte del INBio, pertenece ahora al Sistema Nacional de Áreas de Conservación, (Sinac), entidad adscrita al Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
Rocío Fernández, directora del museo, hizo la petición oficial de la estructura mediante una carta dirigida a Mario Coto, director del Sinac, con fecha del 7 de febrero del 2018.
La misiva garantiza que, de consolidarse el préstamo, el museo se haría cargo del mantenimiento de esta cuatro años, período que contempla la solicitud.
No obstante, aseguró Fernández, todavía no he recibido respuesta.
Tras una consulta planteada por este medio al Sinac, Francesco Di Palma, encargado de prensa de la institución, dijo que ese tema se verá hasta el próximo 12 de marzo en el Consejo Nacional de Conservación.
“Tienen que verlo todos los directores regionales (del Sinac). Entonces, hasta tanto no se tome el acuerdo, no se le puede informar al Ministerio de Cultura si vamos a facilitar esas instalaciones”, afirmó Di Palma.
Un detalle importante en este panorama es que el edificio donde actualmente residen las colecciones es propiedad del Servicio Fitosanitario del Estado. El ente lo compró a INBio cuando cerró sus puertas y, actualmente, lo mantiene en calidad de préstamo al museo.
Un nuevo inmueble
Sin embargo, lo óptimo es contar con una estructura completamente nueva, que ofrezca el espacio suficiente para almacenar la compilación existente y la que va creciendo, enfatiza la directora.
Esto debido a que, por ser custodio del patrimonio biológico costarricense, el museo está en la obligación de guardar un duplicado de todas las otras colecciones existentes en el país, aunque no sean de su propiedad. Estas pueden estar en manos de la academia o ser de origen privado.
De hecho, el Museo Nacional gestiona la construcción de un nuevo edificio desde el 2015. Sería una estructura a la cual se mudaría por completo esta entidad cultural.
No obstante, el proyecto está varado por falta de respuesta estatal, explicó Cecilia Pineda, jefa del departamento de Historia Natural del museo.
Según la funcionaria, se han invertido ¢400 millones en la elaboración de planos para esa construcción.