En el distrito La Sierra de Abangares existe un lugar en el que aún resuenan los martillos y el chillar de las ruedas de los carritos usados para sacar el oro de las minas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Esta faceta de nuestra historia perdura gracias al Ecomuseo de las Minas de Abangares, centro cultural e histórico que hace poco fue relanzado junto a una nueva exhibición que presenta el legado minero del país y su impacto en esta región guanacasteca.
El Ecomuseo fue erigido en 1991 sobre las ruinas de la compañía Abangares Gold Fields of Costa Rica, fundada por el empresario estadounidense Minor Cooper Keith -el mismo gestor del ferrocarril al Atlántico-.
Aunque en años recientes había caído en abandono, la situación se revirtió gracias a una colaboración entre la Municipalidad de Abangares y la Universidad de Costa Rica (sede de Guanacaste y la Vicerrectoría de Acción Social).
Ahora, el Ecomuseo da la bienvenida a turistas locales y extranjeros, con una cara remozada y una nueva exhibición titulada 'Oro y Sol: la fama que ya corría de las Minas de Abangares'.
Rostros y objetos de la historia
La muestra lleva a los visitantes por un recorrido de más de 100 años de historia minera y sus pioneros en la zona, así como el origen del pueblo Las Juntas y datos acerca de la geología del lugar.
Cuenta con 64 piezas expuestas: martillos, cinceles, horno para fundir el oro, ruedas de carritos, candiles, radios, pesas, entre otros objetos.
"Esta exposición, tanto en gráfica, texto y objetos, refleja la vida de la minería en Costa Rica y de las Juntas de Abangares, habla también de la fiebre del oro", dijo el curador de la exposición Félix Barboza, quien labora para el Museo de la Universidad de Costa Rica (Museo+UCR).
La propuesta es también un retrato de la situación actual que viven los habitantes de la localidad y de cómo la actividad minera les sigue afectando.
"Se han sacado miles y millones de lingotes de oro, ese enriquecimiento representó la pobreza del lugar. Después de que las compañías mineras dejaron Abangares, hubo un retroceso económico, las fuentes de trabajo no se han diversificado, todo es minería, ahora no es industrial sino individual, lo que se llaman los coligalleros", explicó Barboza.
La conexión entre la muestra y la comunidad se fortalece por la colaboración que dieron los vecinos, quienes facilitaron decenas de fotografías que permiten reflejar las vivencias de sus antepasados.
"Hubo una contribución muy importante de gente de la comunidad. Lo que hicimos fue lo que llamamos 'reclutamiento de fotos', usamos un montón, otras fueron colocadas en pantallas de video sobre la vida del minero y otras en una presentación", dijo Barboza.
La exhibición tiene un enfoque didáctico que sus organizadores esperan sea aprovechado por estudiantes de escuela y colegio, como insumo para la elaboración de proyectos.
Intervención y planes futuros
"Lo que tenían antes eran tiliches tirados y no había rótulos, no había nada; letreros de cartón que en 15 días ya no servían por el terrible clima que había ahí", recuerdó el curador sobre el estado en el que se encontraba el Ecomuseo antes de ser intervenido.
La sala de exhibición presenta ahora una imagen fresca gracias a una nueva capa de pintura, la colocación de iluminación profesional y aire acondicionado.
El túnel por el cual ingresan los visitantes al lugar también cuenta con luces, su piso fue arreglado y entre los planes futuros figura la colocación de sonidos que simulen la labor de los mineros.
La UCR, que desde hace una década colabora con el museo, también presentó a la Municipalidad de Abangares un plan maestro para el manejo del centro histórico con el fin de evitar que vuelva a caer en el deterioro.
"La exposición es un aperitivo para que luego se hagan más proyectos y la gente siga llegando", contó Barboza, con la ilusión de que este lugar se convierta en un referente turístico que traiga nuevas opciones de desarrollo a la zona.
"Antes las personas no llegaban porque no había nada que ver, ahora vienen, ven esa exposición y pueden ir a los senderos, vamos a seguir haciendo más senderos y más actividades", añadió.
Quienes deseen disfrutar de la exhibición también pueden realizar un recorrido a pie por los alrededores, donde se encontrarán desde un molinete hasta una pieza de 1887 donde se quebraban las rocas y cuyo sonido se oía a más de ocho kilómetros de distancia.
Después de subir una cuesta, se encuentra el último nivel de los cimientos de aquella industria. Son unas bases de pura piedra, las cuales fueron hechas por canteros italianos. Allí arriba es donde estaban las oficinas y bodegas y donde permanecen algunos vagones y otra maquinaria.
A unos 15 metros de ese punto está Tulita, la primera locomotora de vapor usada en 1905 por la Abangares Gold Fields y un kilómetro más allá, se ubica una mina artificial que se armó para poder mostrarle a los visitantes, de forma segura, cómo es una mina.
Más que un museo
En el 2001 el inmueble del Ecomuseo había sido declarado Monumento y se ordenó su incorporación al patrimonio histórico-arquitectónico de Costa Rica, según consta en el decreto ejecutivo N.º 29445-C, firmado por el entonces presidente Miguel Ángel Rodríguez. Entre los aspectos que justificaron la designación destacó la "relevancia histórica" del lugar.
Otro elemento que lo diferencia es el concepto de ecomuseo, el cual surgió en Francia en la década de los años setenta y fue adoptado en Costa Rica en la década siguiente, en Abangares, como un modelo de desarrollo cultural y sostenible que implica la utilización racional de los recursos naturales y la conservación del patrimonio.
"Cuando hay espacios naturales y culturales abandonados, como construcciones, casas, sitios históricos, la gente los retoma y los usa para exponer cómo era la vida de la gente en aquellos momentos.
"El ecomuseo es la unidad de recursos culturales y naturales, ahí se refleja cómo el hombre, en enfrentamiento con la naturaleza, la cambió, pero cómo la naturaleza lo determinó", explicó Barboza.
En el caso del Ecomuseo de las Minas de Abangares, se fundó cuando un grupo de vecinos, liderados por Víctor Manuel Quirós Zúñiga, se movieron para evitar que el pueblo se quedara sin parte de sus raíces y con el fin de tener una historia ilustrada qué contar.