Si por algo es reconocida internacionalmente Costa Rica es por involucrar a las comunidades costeras en todos los proyectos de conservación.
Esa es la única vía posible, especialmente para esfuerzos como la protección de las tortugas que desovan en nuestras playas, según afirman varios biólogos y voluntarios que participan en proyectos con estas características.
“Se trata de fomentar modelos inclusivos para que los locales vean que hay futuro protegiendo a las tortugas”, dijo el biólogo Randall Arauz. “Es ayudar a los muchachos, que casi no tienen oportunidades”, agregó.
Para el viceministro de Agua y Mares, José Lino Chaves, la participación activa de las comunidades es el modelo que se debe impulsar en beneficio de estos pueblos y la conservación.
“Cuando una comunidad se involucra en temas ambientales como un factor de desarrollo, se bajan los índices de delitos ambientales. La comunidad percibe una fuente de ingreso y al haber presencia humana, se ahuyenta a los infractores”, declaró Chaves.
Dos proyectos de conservación demuestran esa unión de fuerzas en favor de las tortugas marinas. Ambos llevan dos décadas de desarrollarse en playas de Guanacaste.
De hueveros a guías. A las playas Grande y Ventanas llegan tres especies de tortugas a desovar: baula (Dermochelys coriacea), lora (Lepidochelys olivacea) y negra (Chelonia agassizii).
Antes de 1990, todos los nidos eran robados. “La gente marcaba la playa y se dejaban los huevos que se ponían en ese lado. Si alguien se metía a ese sector, se armaba pleito con machete”, comentó Laura Jaen, vecina de la comunidad de Matapalo y guía turística.
En esos años, la docena de huevos se pagaba a ¢5. “Entonces, entre más huevos usted sacaba, más dinero se tenía. En el caso de mi mamá , que era madre y padre a la vez, una parte de los huevos los usaba para alimentarnos a nosotros, sus cuatro hijos, y los otros los vendía para comprar otras cosas que se necesitaban en la casa”, contó Jaen.
Según la bióloga Pilar Santidrián, en un artículo publicado en la revista Ambientico ( N.° 203, agosto, 2010 ), la tortuga baula tarda 15 años en alcanzar la madurez sexual.
“Esto hizo que durante muchos años la gente pudiese sacar huevos sin observar ningún cambio en el número de hembras anidantes. Sin embargo, una vez que hubo transcurrido el tiempo necesario de alcanzar la madurez sexual, la población colapsó”, escribió la coordinadora de investigación de The Leatherback Trust (LBT) .
Eso explicaría por qué estas playas pasaron de recibir unas 1.500 tortugas por temporada a reportar apenas 32 quelonios en el 2012.
Con el fin de estudiar el efecto de este saqueo, la conservacionista María Teresa Koberg se acercó a la playa y conoció a Esperanza Rodríguez. Ellas se aliaron a un grupo de scouts, liderados por Stanley Rodríguez, para dialogar con los “hueveros” y convencerlos de la importancia de conservar las tortugas.
El resultado fue que, en 1991, se conformó un grupo de guías locales que se formalizó como asociación en 1995.
De esta manera, las familias de los 20 miembros de la asociación vieron en la observación de tortugas una fuente de ingresos. En una semana, en promedio, un guía puede ganar unos ¢20.000. Eso si hay tortugas, porque solo le cobran al turista si logran verla.
Además, parte de los fondos que generan con la actividad turística se usan para hacer mejoras en el pueblo y en las escuelas de la zona.
“Con la creación del parque y la presencia de guardaparques y guías locales en las playas de anidación, en los años 90 se redujo el saqueo de huevos al mínimo (entre 0% y 2%)”, destacó Santidrián.
De hecho, esto permitió establecer un proyecto de investigación en playas Grande y Ventanas en 1993.
Actualmente, en playa Grande, el saqueo pasó a ser de menos del 1%. “Esto es gracias a la presencia en playa tanto de guardaparques como de biólogos y guías locales”, declaró Santidrián.
Vigilantes de playa. Cuenta Wilson Reyes que, en playa San Miguel, todos en el pueblo saqueaban los nidos. Antes de 1998, el 100% de los huevos se robaban.
Es más, en el bar era donde se vendían a ¢75 la docena. “Llegaban los camiones repartidores desde San José a llevarse los huevos”, comentó Reyes.
Cuando el recién llegado Rufino Quirós vio la cantidad de tortugas lora que llegaban a la playa, sintió el deber de hacer algo. Convocó a una reunión a la que llegaron 10 personas y entre ellos estaba Reyes, con apenas 12 años.
Se creó un comité ambiental que habló con el administrador del bar y este les prometió no comprar más huevos. De hecho, el vivero se construyó al frente del establecimiento.
Los vecinos empezaron a patrullar. “Alguna gente, enojada, nos destruyó el vivero y reventaban los huevos”, relató Reyes y agregó: “Rufino llegó a dormir en el vivero para cuidarlo”.
En 1998, y con tres años de vigilar la playa y cuidar nidos, el comité decidió pedirle ayuda al Programa de Restauración de la Tortuga Marina ( Pretoma ).
Al ser una organización sin fines de lucro, Pretoma no contaba con suficiente personal para atender el proyecto y por eso recurrió a los voluntarios, quienes desde entonces donan su trabajo y aportan dinero, el cual permite solventar gastos de operación y equipo, así como pagarle a la comunidad por el hospedaje y la alimentación.
“Los voluntarios llegan en la época más baja de turismo, julio a noviembre, y dinamizan un poco la economía. La misma gente es la que reclama a los ‘hueveros’ porque no les sirve que los voluntarios vean el saqueo”, dijo Arauz.
El dinero aportado por los voluntarios sirve para pagarles –unos ¢100.000 al mes– a dos miembros de la comunidad que fueron capacitados para monitorear la anidación.
Uno de ellos es Reyes, quien fue elegido por su pueblo como encargado del proyecto. Él se dedica a la construcción en el día y a cuidar tortugas en la noche.
“Ellos tienen un contrato por servicios profesionales con nosotros para que, unas tres o cuatro horas por noche, recorran la playa y nos ayuden a salvar los nidos”, explicó Arauz.
Entre 1998 y 2010, a playa San Miguel llegaron 3.619 tortugas que hicieron 3.019 nidos. De estos nidos, el 69% se reubicaron en el vivero y 11% se quedaron en la playa. Solo 0,5% fueron depredados por animales y el 19% saqueados por humanos.
“Se ha logrado disminuir el saqueo de nidos en playas San Miguel y Corozalito, mediante una fuerte campaña de educación ambiental en la comunidad. En San Miguel, el saqueo pasó de ser 100% a 20%”, destacaron Arauz, Sandra Viejobueno y Charlotte Adams en un artículo publicado en la revista Ambientales ( N.° 41, junio, 2011 ).
Pretoma tiene proyectos en cuatro playas de Nandayure: Caletas, Costa de Oro, Bejuco y Corozalito siguiendo el mismo modelo de trabajo con la comunidad.
Alianza. No hay cabida para otra modalidad que no sea esta alianza con los pobladores, dicen biólogos y voluntarios consultados por La Nación.
Menos, aseguran, para la mencionada por la Fiscalía General y el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) en el caso del asesinato del ambientalista Jairo Mora: el supuesto pago de organizaciones a saqueadores de huevos.
“Nunca he oído que eso se haga en Costa Rica, por lo menos no en los proyectos que conozco”, afirmó Santidrián.