El 74% de todas las incapacidades del 2012 por trastornos del humor, como el estrés y la depresión, quedaron en manos de mujeres.
En total, el año pasado fueron poco más de 217.000 los días de licencia que beneficiaron a la población femenina, de los 298.918 días que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) dio por esa causa a los asegurados.
El número de boletas para ese tipo de enfermedades, el año pasado, llegó a 30.129, de las cuales 21.806 (72%) también llevaron escrito el nombre de una mujer.
Esas diferencias tienen una explicación, pues de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión y el estrés inciden más en las mujeres que en los hombres.
De hecho, la depresión es el trastorno mental más frecuente y una de las principales causas de incapacidad, según la Organización, y Costa Rica no escapa de esas estadísticas.
Expertos consultados al respecto indican, además, que aparte de la incidencia, el cuido que la mujer da a su salud ayuda a elevar las cifras, mientras que el hombre es más esquivo a ir el médico.
“Sencillamente, la mujer es más cuidadosa y atenta a lo que le pasa; va al médico. Además, ella es más emotiva; los hombres somos más racionales”, infirió Delio González Burgos, expresidente del Colegio de Psicólogos de Costa Rica.
“Los hombres esperamos a estar mal para ir a un servicio médico y eso marca diferencia en los datos”, agregó González.
Tal disparidad entre hombres y mujeres en cuanto a licencias por males mentales, también es justificada por los roles que la sociedad y la cultura costarricense les ha impuesto a ellas por años.
“Ellas tienen hasta una triple jornada laboral. Tienen una serie de funciones que cumplir; muchas trabajan fuera de la casa, luego deben llegar a atender lo que ocurre en el hogar y hacen otras labores”, dijo Sisy Castillo, viceministra a cargo del área de salud mental, en el Ministerio de Salud.
Lilia Uribe, directora del Hospital Nacional Psiquiátrico, cree que más allá del género, los padecimientos mentales se deben atender desde todos sus detonantes, comenzando por lo que ocurre en el núcleo familiar.
En alzada. Las enfermedades mentales consumen, cada vez más, una buena tajada de los recursos de la Caja. En el 2012, a 128.000 personas se les recetó un total de 828.000 pastillas antidepresivas, a un costo de $1,1 millones.
Más grave aún, el consumo de antidepresivos muestra un franco aumento año tras año.
Para el 2010 los atendidos con ese tipo de fármaco fueron 99.746 pacientes. Un año después, hubo 124.147; casi un 25% más.
Eso, en términos económicos y sumándole la compra y uso de medicamentos antisicóticos y sedantes, significó una inversión total, en tres años, de $8,3 millones; es decir, ¢4.191 millones.
Esa cifra es la mitad de lo que invirtió la Caja para la construcción y equipamiento del nuevo Servicio de Radioterapia contra el cáncer.
No hay datos disponibles sobre la atención médica y el consumo de fármacos para males mentales en el sector médico privado.
Otros escenarios. Haber recibido un fármaco para atender un mal mental también significa haber ido, en la mayoría de los casos, a una consulta médica especializada.
Para el 2011, la Caja dio 304.081 citas por esos padecimientos.
La viceministra de Salud apunta que, aunque se desconoce la cifra, esa cantidad de consultas se multiplicarían varias veces si se cuentan las visitas médicas por otras enfermedades que llegan producto del estrés, la ansiedad y la depresión, como los problemas gástricos o las contracturas, por citar dos de una gran lista.
“En el 70% de las consultas médicas está de por medio un padecimiento de tipo mental. La solución es ver la salud como un asunto integral”, recalcó Delio González.