Dificultades en el aprendizaje, trastornos en el desarrollo físico de los niños y alteración en el crecimiento del feto, son algunos de los problemas que evita el 97 por ciento de los costarricenses al consumir sal yodada.
Esto se refleja en un significativo descenso en enfermedades asociadas a la falta de yodo, como el bocio endémico, padecimiento que, en los años setentas, registró hasta 35.000 casos anuales. Este año solo se han contabilizado 1.000.
Tales datos surgen del Estudio Nacional de Micronutrientes, desarrollado en conjunto por el Ministerio de Salud, el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (INCIENSA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Los análisis fueron efectuados entre mayo y junio de 1996, en 508 niños y en 1.118 hogares de todo el país, y arrojan resultados sorprendentes, entre ellos:
El 91 por ciento de los niños presenta dosis adecuadas de yodo en su organismo. Con respecto a 1989 --cuando se realizó el último estudio por provincias--, hubo una mejoría de 5 puntos porcentuales.
La zona rural llevó la batuta al tener el 92,5 por ciento de sus niños con niveles adecuados de ese micronutriente.
Solo en un 11 por ciento de los hogares se detectó niveles bajos de yodo, y de estos el 3 por ciento es por consumo de sal de ganado o industrial.
El yodo, como micronutriente, es esencial para el desarrollo del organismo de las personas porque evita una serie de trastornos fisiológicos.
Ante la carencia de yodo en los suelos para que pueda ser absorbido por vegetales y hortalizas, la gente debe consumirlo a través de la sal o por medio de la ingesta de mariscos, pero esto último es de más difícil acceso para la mayoría de los ticos.
Para el viceministro de Salud, Fernando Marín, los resultados son una buena noticia. "Pero no nos vamos a atener a ellos. El Ministerio está decidido a continuar con los estudios periódicos para no perder de vista los niveles de prevalencia de las enfermedades derivadas de la falta de yodo", dijo Marín.