Fue otro despegue seguro y con final feliz en el aeropuerto internacional Juan Santamaría, solo que sin aeronaves.
Esta vez, fueron otros prodigios alados: unas 4.000 abejas que hicieron colmenas en una torre de aproximación de esa terminal.
Las luces en esas torres guían a los pilotos en el último tramo hacia la pista de aterrizaje y juegan un papel crucial para la navegación en condiciones climáticas difíciles.
Los insectos estaban a una altura de 30 metros en dos colmenas, en el tronco de una de las torres en el sur de la pista, explicó Juan Belliard, director de Operaciones de Aeris Holding, gestor a cargo del aeropuerto.
Había que sacarlas por la seguridad de esa instalación, pero sin dañarlas por razones ambientales, dada su importancia en la producción de alimentos.
Tan valiosas son que el Gobierno declaró el jueves que cada 20 de mayo será el Día Nacional de las Abejas y otros Polinizadores, para promover su conservación, luego de siglos de beneficiar al ser humano y el ambiente.
Al transportar el polen de flor en flor, los insectos polinizadores permiten la reproducción de las plantas y con esto la producción de frutas, frutos secos y semillas para consumo humano.
Mientras abejas y otras especies estén en plena forma, también lo estarán la seguridad alimentaria y la nutrición, pues de estas especies depende un 75% de cultivos mundiales de frutas o semillas de consumo humano y variedad de medicamentos derivados de plantas, asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
La presencia de enjambres advierte de un comportamiento reproductivo en las abejas, según literatura especializada.
En condiciones óptimas, una colonia saludable se dividirá y cada parte volará a establecer un nuevo hogar. En su trayecto, paran a descansar en el primer objeto sólido a su paso. Esto le ocurre al aeropuerto tres o cuatro veces por año; explicó Belliard.
La terminal posee condiciones idóneas para sus ciclos reproductivos (sobre todo en temporada seca) y para establecer colmenas, debido al calor, tipo de vegetación aledaña y por ser una amplia zona despejada.
En los últimos años, se han hallado enjambres o colmenas debajo de alas de aviones, en equipos en tierra o los puentes de paso. Solo en Costa Rica se calcula que hay 650 especies nativas de abejas.
Sus apariciones en la terminal se atienden velozmente para evitar costos extra por atrasos en la salida de vuelos, mientras se resguarda la seguridad del personal en tierra por picaduras y el enorme riesgo de que alguna ingrese al compartimiento de carga de un avión.
En Norteamérica y Europa, cualquier insecto venido del extranjero en esos compartimientos puede comprometer toda la carga del viaje por normas fitosanitarias. Eso puede escalar a distintos gastos adicionales y un rosario de complicaciones; explicó Belliard.
Las abejas tenían que irse, pero en forma segura y con la absoluta certeza de que seguirían su laboriosa vida en perfecto estado.
Reina se mueve
Un ardid apícola permitió sacar a la reina de estas colmenas y conducirla a una caja junto con el resto de su colonia; explicó la apicultora María Elena Naranjo, del apiario Naranjo del Prado (en San Ignacio de Acosta, San José), a quien Aeris solicitó asesoría.
En el proceso también participó Marvin Sojo, coordinador de Fauna de Aeris.
Su tarea empezó en abril con las primeras inspecciones en las torres cuando estimaron en 4.000 la cifra de individuos y se confirmó que era imposible sacar la colmena al estar dentro de la estructura metálica.
Naranjo optó así por la técnica “de embudo”, la cual consiste en obligar a las abejas obreras (las que van por miel y polen) a salir de la piquera o entrada de la colmena por un largo embudo curveado hecho con malla de aluminio, el cual se asegura en el punto de acceso del panal.
El embudo les permite salir, pero no entrar de nuevo. De forma simultánea, se colocaron firmemente unas cajas de madera junto a la salida del embudo.
Luego de atender su labor diaria, las abejas volvían a casa sin poder entrar aún y, cuando sintieran el aroma de su reina en el interior de su casa, cansadas por la faena, se veían obligadas a descansar en la caja atraídas por un cebo infalible: láminas de miel y cera del apiario.
Ahí es cuando entró en escena la reina; la única hembra fértil que pone huevos fecundados y de quien depende la salud poblacional de la colonia.
“La abeja reina detectará que escasea el alimento y tiene menos población en su colonia. Entonces, detendrá la postura de huevos y saldrá por el embudo hacia la caja donde topará con el resto de su colonia y abundante miel y cera”, explicó Naranjo.
Cuando ingresa a la caja, la líder de las abejas atraerá al resto de su colonia al nuevo aposento, en un proceso de 10 a 12 días de duración (la reina sale al quinto o sexto) que aseguró una mudanza 100% exitosa.
Había llegado el momento de prender fuego a unas hojas de romero, tomillo o eucalipto para el retiro de las cajas. En este caso, eucalipto.
“Lo primero que hicimos fue ir muy temprano, como a las 7:30 de la mañana, cuando las abejas no han salido al campo y la temperatura no ha subido”, explicó.
Para retirar las cajas, se usó un ahumador alimentado con hojas verdes de eucalipto. Esto produce bocanadas del aromático humo blanco a baja temperatura que mantuvieron a las abejas tranquilas en la manipulación de los recipientes en el viaje a su nuevo destino en San Ignacio de Acosta.
Cuando las abejas perciben peligro, liberan una feromona de alarma, llamada acetato de isopentilo, de una glándula cercana a sus aguijones, pero el humo ayuda a enmascarar, lo cual permite al apicultor realizar inspecciones o, en este caso, un traslado seguro.
Los insectos llevados en caja ahora viven en esos recipientes en el apiario en condiciones óptimas.
Para Naranjo, toda la experiencia con Aeris ayuda a prestarle atención a los “pequeños aterrizajes” de insectos en general, en caso de que se necesiten rescates profesionales y por el lazo que las une con nuestra propia seguridad como especie.