No solo el hambre y la pobreza pesan en la decisión de un joven para abandonar sus estudios.
Aunque los datos lo sugerían, la hipótesis ahora cuenta con respaldo de un estudio del IV Informe Estado de la Educación : las causas de la exclusión escolar varían significativamente según la región y el centro educativo.
La investigación abarcó a 225 adolescentes que abandonaron las aulas en los cantones de San Carlos y Limón, e identificó cuatro grupos, cada uno con una causa común para salir del colegio.
Se trata de los “insatisfechos”, o excluidos por falta de apoyo docente; los “pobres”, o quienes dejaron los estudios por causas sociales y de rendimiento; los “caminantes”, o quienes llegan a su centro educativo a pie; y “las mujeres”, que dejaron el sistema por razones ligadas al género.
Según resaltó la directora del Estado de la Educación, Isabel Román, los resultados del estudio reiteran que los excluidos no son un grupo homogéneo.
“Avancemos es muy importante, pero no podemos montar en él toda la estrategia de lucha contra la deserción cuando se trata de un grupo que varía tanto por zona y colegio”, advirtió Román.
Este hallazgo, insistió Román, nos obliga a diseñar estrategias diferenciadas no solo por región, sino también por institución.
El año pasado, Avancemos otorgó ¢48.750 millones en subsidios a unos 145.000 colegiales.
“En la encuesta de hogares, un 30% decía que no le interesaba. Siempre nos preguntamos, ¿qué significa que no les interesa?”, añadió el investigador del informe, Dagoberto Murillo.
“Estamos afinando el lápiz y ahí hay una gran revelación: si el docente no se interesa o no usa estrategias atractivas, los chicos se aburren y se van”, explicó.
En 2012, la deserción en secundaria rondó el 10,7%, lo cual equivale a unos 38.000 estudiantes.
Mauricio Portillo, profesor y experto en deserción, subrayó la estrecha relación entre abandono escolar y rendimiento académico.
Según la investigación, la probabilidad de desertar es tres veces mayor para un alumno que repitió algún grado de primaria, que para uno que no lo hizo.
“Este fenómeno es muy similar en todo el mundo y, sin embargo, no se ha creado ningún mecanismo para dar apoyo extra”, opinó.
Además, aseguró que el propio sistema se encarga de impedirles a los docentes dar atención diferenciada a los jóvenes en riesgo.
Beatriz Ferreto, de la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE), cree que bajar la exclusión dependerá de una política que trascienda al Ministerio de Educación Pública (MEP). “Soy defensora a muerte del sistema de becas, pero no es suficiente”, dijo.
Leonardo Garnier, ministro de Educación, negó que la estrategia contra este problema dependa solo de Avancemos y resaltó esfuerzos como las becas de transportes, reformas en la evaluación (como el arrastre de materias) y la promoción de la convivencia.
Garnier también resaltó la aplicación del programa Proeduca que, con fondos MEP y la Unión Europea (8,5 millones de euros cada uno), pretende combatir la exclusión en los 80 colegios más problemáticos: “Está ya en ejecución en sus primeras fases y esperamos que hará una diferencia significativa en estos colegios, que son los que mantienen alta la deserción nacional”, concluyó Garnier.