La imagen habla sin palabras. Muestra a un pequeño grupo de estudiantes desfilando con tambores y banderas en medio de la espesura de la montaña, con el barro pegado a sus pies descalzos.
Si esa foto se oyera, resonarían los tambores entre el eco de los pájaros y el viento en el dosel del bosque.
Los alumnos son indígenas, habitantes de Conte Burica, comunidad que discurre entre los cantones de Golfito y Corredores, en Puntarenas, en el extremo más alejado hacia el sur del país.
Armaron su propio desfile entre el barro que la lluvia recién caída se atreve a formar como trampa para los transeúntes. Pero a ellos no los atrapó.
Fue más el fervor cívico que brotó de estos pequeños corazones para acompañar con su desfile y el redoblar de tambores a la Antorcha de la Independencia.
La imagen, enviada por el Ministerio de Educación Pública (MEP), se replica en diferentes escenarios del territorio nacional en el marco de la celebración de los 198 años de vida independiente.
Diferentes réplicas de la Antorcha de la Libertad Centroamericana, que ingresó al país este 13 de setiembre por la frontera de Peñas Blancas (del lado nicaragüense), transitaron por los rincones más alejados e inhóspitos del territorio nacional.
En las comunidades indígenas, decenas de estudiantes atravesaron montañas, ríos y barreales, para recibir con fervor su propia llama de la libertad.
En el territorio indígena cabécar Tayni, en Valle de la Estrella, Limón, colegiales atravesaron ríos sin importar el riesgo que eso conlleva durante los rudos inviernos que se desgajan en las montañas.
Esta tradición tiene 54 años, luego de que el desaparecido profesor y deportista Alfredo Cruz Bolaños tuviera la iniciativa de unir a los países de Centroamérica con el fuego de la independencia.
En Costa Rica, se calcula que unos 20.000 estudiantes participan de esa tradición.
La antorcha original, realiza un recorrido por el territorio costarricense de 378 kilómetros desde que ingresa en Peñas Blancas hasta que llega a Cartago, antigua capital del país.