El lunes 4 de marzo, el corazón de Jacqueline Brenes no podía estar más confundido.
Por un lado se infló de orgullo al ver como su hijo Julián, presidente del gobierno estudiantil, hacía un recorrido al lado del presidente de la República Carlos Alvarado, para despedirse de las viejas instalaciones de la escuela Rafael Vargas Quirós y conocer el nuevo edificio que los albergaría en su último año escolar.
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Al mismo tiempo, se llenó de nostalgia al repasar sus propios recuerdos de infancia en aquel centro, en Colima de Tibás, que sería demolido.
Por ahí pasaron su abuela, su mamá, ella y todos sus hermanos y también sus dos hijos.
El martes pasado, mismo día en que inauguraron la nueva escuela, ella y otros egresados hicieron un último recorrido por la vieja escuelita, levantada en 1923 por el propio Rafael Vargas Quirós, un vecino de Tibás quien también donó la propiedad donde estuvieron las primeras aulas.
Jacqueline cuenta que se graduó en 1981, “cuando Cuatro Reinas era una finca”.
“Recuerdo la escuela más pequeñita, con pisos grises súper brillantes y en el corredor unos postes que eran donde pasamos el recreo entretenidos dando vueltas”, contó.
Aunque sabe que era necesario demoler la escuela para dar paso a la carretera de Circunvalación norte, asegura que le hubiera gustado que se pudiera conservar, pues se trataba de una estructura llena de historia.
La mujer, quien es vecina de León XIII, en Tibás, incluso recuerda cuál era su aula de primer grado y con gran cariño siempre tiene presente a la niña María Elena Benavides, quien le enseñó a leer y escribir.
Según describió, cuando se graduó de sexto grado ni siquiera había salón de actos y el título se lo entregaron en una actividad que se realizó en la parroquia de San Bruno, ahí mismo en Colima.
Ahora su hijo se graduará este año en un gimnasio que es más grande que toda la escuela que ella conoció a finales de los 70.
Alicia Lobo es otra de las egresadas que se unió a un grupo de exalumnos que decidieron entrar en contacto mediante Facebook, cuando supieron que la escuela iba a ser demolida.
Ella se graduó en 1962 y escribió sus primeras oraciones en las aulas que construyó el propio Rafael Vargas Quirós.
“Recuerdo que en el zaguancito de la puerta principal estaba la estatua de don Rafael, había una cocinita y a la par una bodeguita donde metían a los que se portaban mal, los servicios eran de hueco y detrás había un cafetal”.
Uno de los principales recuerdos de doña Alicia era precisamente la disciplina y la dedicación con la que las maestras de la época enseñaban.
“Las maestras salían a las 11:30 a. m. y se quedaban dando recuperación para los que tenían más dificultad, recuerdo que la niña Clarita siempre se quedaba (...) uno respetaba al maestro y ahí se aprendía o se aprendía. Teníamos tres cuadernos, uno de vida, uno de tareas y uno de borrador, todo lo hacíamos en el de borrador y luego había que pasarlo a los otros”, relató.
Al frente de la escuela pasaba una calle de tierra y en lugar de la tapia y mallas, había alambres, donde más de uno se quedaba “pegado” cuando jugaban “paleta”.
Doña Alicia también cuenta que en su época de escolar eran comunes los turnos con juegos de peroles y ventas de comida. Todos esos dineros se destinaban a arreglar la escuela.
Yamileth Cernas, otra exalumna, lamentó que la nueva vía por la que han esperado más de cuatro décadas, tenga que pasar justo por donde estaba su amada escuela.
“Cuando supe que la iban a demoler, sentí rabia primeramente, porque nos iban a quitar ese lugarcito donde fuimos muy felices y aprendimos muchas cosas, por un pedazo de calle.
"Sentí tristeza y mucha nostalgia de saber que nunca más la íbamos a volver a ver, ya que ella formaba parte del paisaje y muchas generaciones pasamos por ahí”, relató Yamileth, quien se graduó en 1975.
La mujer, quien vive desde hace 30 años en Canadá, aseguró que lo que más le gustaba era ese diseño real de “escuelita”.
Según dijo, todos sus hermanos y uno de sus hijos también pasaron por las aulas de la Rafael Vargas Quirós.
Ella además quiso conservar un recuerdo especial antes de que la escuela desapareciera y por eso hizo un video y fotografías del edificio y sus alrededores.
“En mi tiempo no había comedor, las comiditas se servían en cada clase, pero nunca nos faltó comida, y siempre era variada y al fondo estaba la placita llena de árboles frutales", rememoró.
El acoso escolar (bullying) o el riesgo de sufrir accidentes de tránsito eran casi nulos y aunque había pocos profesores, asegura que se aprendía muchísimo.
Los maestros eran realmente entregados a sus alumnos, y hacían honor a su profesión.
Steve Chacón, también suma decenas de recuerdos que hasta el martes pasado albergaron las paredes del centro educativo que lo vio crecer.
“Me gustaba porque en los recreos jugábamos bola, lleva y escondido, tengo un montón de anécdotas, desde mi primer beso detrás del aula de kínder hasta una no muy bonita.
"Fue cuando entrando al baño se había quedado una llave de agua abierta y había un charco de agua que no vi y me caí y me golpeé la cabeza muy feo, me levanté y llegué al aula y la maestra me dijo que las clases habían terminado hacía hora y media, o sea, quedé noqueado por más de una hora”, recordó.
Varios de los exalumnos de este centro educativo se mantienen en contacto e incluso se reunieron hace dos años durante el 90 aniversario, para recorrer por última vez los pasillos de la vieja escuela.
En tanto, para los pequeños que estrenaron el nuevo edificio, la nostalgia no tiene cabida y tan pronto pisaron las instalaciones, se llenaron de emoción al descubrir espacios más verdes, más grandes y modernos.