Antes de tomar el desayuno del domingo 1.° de mayo del 2011, Floribeth Mora repasaba las páginas de un suplemento de la Revista “Dominical” de La Nación sobre la beatificación y obra de Juan Pablo II.
“Ese día, vi la foto de la portada y escuché una voz que me decía: ‘Levántate, levántate, no tengas miedo’. Era la voz de Juan Pablo II, lo podía oír y vi cómo sus manos comenzaron a moverse.
”No sabía cómo contarlo a mi familia, porque tenía miedo de que creyeran que estaba loca”, expresó Mora en su relato.
Cuenta que horas después de aquel acontecimiento, ya no sentía ningún tipo de dolor en su cabeza, producto del aneurisma cerebral que la tuvo en agonía durante meses. Cuando halló el valor para acercarse a su esposo e hijos y contarles lo sucedido, ellos reaccionaron con sumo respeto y con la sorpresa de que ella al fin podía levantarse de la cama. Desde ese día supo que Juan Pablo II le había concedido un milagro.
“Recuerdo que me dijo: ‘Yo tengo que seguir la vida, luchar, tengo que seguir con mi carrera de Derecho.
”Yo lloré muchísimo a la orilla de la cama, porque mi mamá ya se había despedido de nosotros. Los médicos le habían diagnosticado la muerte en poco tiempo”, relató Edwin Arce, su hijo mayor.
El suplemento de La Nación hizo un recuento de las principales obras del admirado pontífice.
Además, se iniciaba con una explicación sobre el milagro que llevó a Juan Pablo II a su beatificación: la curación de una monja francesa que padecía de la enfermedad de Parkinson.
En octubre del 2011, acudió a una cita médica en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en la que el neurocirujano Alejandro Vargas no encontró rastro alguno del aneurisma cerebral.
“La sometimos a varias pruebas y no encontramos explicación médica de cómo había desaparecido el padecimiento que habíamos declarado incurable”, declaró el médico Vargas.