La Haya y París. AP, AFP, EFE y Redacción. Defender un “sí” de los británicos en el referendo sobre la permanencia del país en la UE, será más fácil para su gobierno si los socios acceden a renegociar la relación del Reino Unido con el bloque comunitario.
Con este planteamiento, el primer ministro británico, David Cameron, emprendió ayer una gira relámpago por cuatro países de la Unión Europea (UE) para exponerles por qué Londres quiere cambios en las políticas comunes.
La gira de Cameron coincidió con la presentación, ayer, en la Cámara de los Comunes, del proyecto de ley de referendo sobre la Unión Europea, que deberá realizarse antes de que termine el 2017.
“¿Debería el Reino Unido seguir siendo miembro de la Unión Europea?”, es la pregunta que se planteará a la ciudadanía.
“Europa donde sea necesario, pero los Estados nacionales donde sea posible”: así resume el jefe de Gobierno su campaña para convencer a los restantes 27 miembros de la UE de la necesidad de ser “flexibles e imaginativos” para reformar el bloque.
¿Qué quiere Londres? Una reforma que Cameron entiende como un control menos centralizado por parte de Bruselas y una devolución a los Estados de competencias a estos.
Por ejemplo, en materia de inmigración, que le permita a Londres imponer límites a la llegada de extranjeros y a los derechos de estos de beneficiarse de los subsidios socioeconómicos, una demanda que actualmente entra en conflicto con la libre de circulación y la no discriminación.
Hasta ahora, otros dirigentes europeos se han plantado en el sentido de que la libertad de tránsito no es negociable.
Laurent Fabius, canciller francés, puntualizó ayer que París está anuente a hablar de “mejoras” en el funcionamiento de la UE, pero “si se trata de crear un estatus especial para Gran Bretaña que le permita gozar de ventajas sin limitaciones, la respuesta es no”, advirtió.
La firmeza de su criterio la ratificó con estas palabras: “Los británicos están acostumbrados a los clubes. En este caso, se unieron a un club de fútbol; no podemos decir a medio partido que ahora vamos a jugar al rugby”.
Cualquier enmienda a los tratados europeos requeriría que en algunos países tenga que aprobarse por medio de un referendo, idea que tampoco es del agrado de los socios comunitarios.
Estira y encoge. Empero, el Gobierno británico insiste en que se requieren modificaciones, aunque el secretario de Estado para Europa, David Lidington, no quiso especificar ayer cuáles.
En esta línea, el canciller del Reino Unido, Philip Hammond –un euroescéptico en las filas de los tories –, recalcó que, sin concesiones de los socios europeos, el “no” vencerá en el referendo previsto para el 2017.
“Confiamos en que nuestros socios europeos trabajen con nosotros para presentar un conjunto de medidas que permita a los británicos decidir que el futuro del Reino Unido está mejor dentro de la UE”, manifestó.
Hammond reconoció también que el camino no será fácil y el Reino Unido enfrentará resistencia en la Unión.
En la cumbre de líderes europeos que tuvo lugar en Riga, la capital de Letonia, la semana pasada, David Cameron admitió que esperaba “altibajos” en las negociaciones y que no lo recibieron “con mucho amor”.