Creel, México. AFP. Una prolongada sequía en la sierra Tarahumara, en el estado de Chihuahua, al norte de México, tiene sumidas a unas 220.000 personas de la etnia rarámuri en una dura realidad de hambre y sed.
“No hay comida, no hay trabajo”, relata Eusevino Pausen. El drama, sin embargo, no es nuevo en esta sierra de 65.000 km de extensión; al contrario, se repite desde hace décadas.
Con elecciones presidenciales en unos meses, este poblado volvió a capturar la atención del país luego que a mediados de enero corrieron rumores –desmentidos por autoridades y activistas– del supuesto suicidio por hambre de unos 50 rarámuris .
La historia tuvo como sustento la prolongada sequía, calificada por el presidente Felipe Calderón como la peor en décadas, a lo que se sumó una intensa helada que además no produjo la nieve vital para alimentar los arroyos.
Octavio Hijar, uno de los directivos de la fundación, explicó que en la región no ha habido suicidios, ni mucho menos una crisis humanitaria por desnutrición severa, pero “sí hay una escasez de alimentos, producto de que no hubo nieve ni lluvia” y advirtió que “de marzo a junio se agravará más”.
Las fuentes de trabajo decaen y el turismo, que antes llegaba para admirar las colosales formaciones rocosas de la Sierra, disminuyó por la violencia generada por el narcotráfico y los operativos del Gobierno para combatirlo.
La zona es de control del crimen organizado y la ciudad más poblada del estado, Ciudad Juárez, en la frontera con EE. UU., es la más violenta del país con 1.206 muertes entre enero y setiembre del año pasado, según cifras oficiales.
Los rarámuri se instalaron en estas zonas altas de difícil acceso durante la conquista española para evitar ser evangelizados y explotados en minas.