Ante sus seguidores en Gettysburg (Pensilvania, su estado de origen), Santorum, baluarte de las posiciones más tradicionales republicanas, hizo pública su decisión, tomada en familia, coincidiendo con el paso otra vez por el hospital de su hija menor, Bella, quien padece un mal congénito grave.
Santorum, católico ferviente, padre de familia numerosa, se convirtió en un rival muy molesto para el moderado Romney, pese a sus menores recursos, por el amplio apoyo que encontraba entre la base evangélica y rural del Partido.
Ganador de las primarias republicanas en 11 estados, entre ellos el simbólico Iowa, que marcó en enero el comienzo de la carrera, el exsenador había conseguido hasta ahora 275 delegados para la convención que proclamará al candidato republicano a finales de agosto en Tampa, estado de Florida, frente a los 659 de Romney.
Santorum agradeció a todos los simpatizantes y votantes su apoyo en casi un año de campaña, en la que trató, dijo, de “devolver la esperanza” al país, recuperando los valores tradicionales de la familia, la religión y la libertad individual.
La suspensión de la campaña le permite seguir recaudando fondos, aunque, en términos prácticos, equivale a retirarse de la lucha.
Romney, de perfil moderado en temas morales y dueño de una gran fortuna, afianzó la semana pasada su condición de favorito tras su incontestable victoria en las primarias de Maryland, el distrito de Columbia y Wisconsin.
Aunque en teoría siguen en la pugna otros dos aspirantes, el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y el congresista ultraliberal Ron Paul, el camino queda despejado para la confirmación de Romney, pues ninguno de ellos alberga ya la esperanza de alcanzar al exgobernador.
Romney ha basado su campaña en la difícil situación económica del país y sus discursos comenzaban ya a centrarse casi exclusivamente en Obama como rival.
Ayer, precisamente, Obama volvió a hacer campaña con un tema justo para golpear a Romney: el plan de gravar las grandes fortunas y defender a la clase media.