Budapest, El centro de Budapest fue el escenario el viernes de una tercera noche consecutiva de protestas contra el jefe de Gobierno húngaro, Víktor Orbán, de una violencia inédita, tras la adopción el miércoles de una polémica flexibilización de la ley laboral.
Reunidos delante del Parlamento, entre 2.000 y 3.000 personas, la mayoría de entre 20 y 30 años, desafiaron una vez más a las fuerzas de seguridad, lanzando botellas de cristal a la Policía, que respondió disparando gas lacrimógeno, constataron periodistas de la AFP.
Organizada de manera informal por medio de las redes sociales, como los días anteriores, esta manifestación movilizó igualmente a los representantes de la oposición de izquierda y de extrema derecha.
Estos dos campos unieron sus voces en un hecho sin precedentes el miércoles para intentar rechazar la nueva legislación. Esta prevé autorizar a los empresas pedir a sus empleados efectuar hasta 400 horas suplementarias por año –es decir, el equivalente a dos meses de trabajo– pagables en un plazo de tres años.
Presentada por el primer ministro nacionalista conservador Víktor Orbán como una forma de permitir a los trabajadores aumentar sus ingresos, a la vez que responde a la necesidad de mano de obra en la industria automovilística, esta ley es calificada como “ley de esclavos” por la oposición.
La adopción de este texto, junto a una ley que crea tribunales de justicia administrativa encargados de tratar casos como las licitaciones públicas o los contenciosos electorales, suscita desde el miércoles altercados inéditos desde el regreso al poder de Orbán en el 2010.
Además de las demandas de derogación de estas leyes, los manifestantes han extendido su ira contra el propio primer ministro, coreando consignas como “Orbán, lárgate”.
Durante las dos primeras noches, 51 personas fueron detenidas y 14 policías resultaron heridos leves, según cifras oficiales.
La prensa progubernamental trató a los manifestantes de “mercenarios de Soros”, nombre del multimillonario liberal estadounidense de origen húngaro George Soros, convertido en el principal enemigo de Orbán, que le acusa de querer favorecer la inmigración.
Una manifestación prevista el domingo en Budapest ha recibido el apoyo de los partidos de la oposición y de los sindicatos, y podría reunir a decenas de miles de personas, según sus organizadores.