Socialdemocracia se impone en Suecia y extrema derecha avanza menos de lo anunciado

El primer ministro y ex obrero metalúrgico, Stefan Lofven, obtenía el 28% de los votos escrutada la mitad de los distritos

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Estocolmo. Suecia parecía resistir el domingo a la fiebre nacionalista que recorre Europa a caballo de la crisis migratoria, tras unas legislativas cruciales en las que la socialdemocracia y la derecha moderada orillaban el 47% de sufragios, mientras la ultraderecha progresaba menos de lo anticipado y sumaba hasta 18 puntos.

La gobernante socialdemocracia del primer ministro y ex obrero metalúrgico Stefan Lofven, obtenía 28% de votos escrutada la mitad de los distritos, lo que la colocaba en primera posición aunque con 3 puntos porcentuales menos que en los comicios del 2014.

En cuanto a la agrupación conservadora Moderate, obtendría el segundo sitio con 19,4% de sufragios, unos 3 puntos menos que en las elecciones anteriores.

De acuerdo con estos resultados, se anticipan intensas negociaciones para tratar de formar gobierno entre socialdemocratas y ecologistas de un lado con el centro y derecha moderada en el otro.

En cuanto a la ultraderecha del Partido de los Demócratas, al que sondeos anticipan que iba a obtener 20 o incluso 25% de sufragios, los resultados parciales le adjudican 17,9, lo que de todas formas implica un progreso de 4 puntos respecto del 2014.

El primer ministro había presentado estas legislativas como un “referéndum para el Estado providencia”, mientras que la extrema derecha los convirtió en un plebiscito contra su política de inmigración y de integración.

El utraderechista partido de los Demócratas de Suecia (SD), había hecho campaña denunciando la llegada de centenares de miles de solicitantes de asilo como una amenaza “cultural”.

Unos 7,5 millones de electores suecos estuvieron convocados a las urnas, que abrieron sus puertas a las 08H00 y cerraron a las 20h00 (18h00 GMT).

El primer ministro había advertido al votar el domingo que “los socialdemócratas, y un gobierno conducido por éstos, son la garantía de que los Demócratas de Suecia, un partido extremista y racista, no tengan influencia en el ejecutivo”.

El líder de la extrema derecha, Jimmie Åkesson, quien sufragó en la alcaldía de Estocolmo, había tuiteado un llamado y una vez que ejerció su derecho retuiteó un mensaje de su partido en el que llamó a “votar por Suecia”.

Suecia, con 18,5% de sus habitantes nacidos en el extranjero, registró 160.000 solicitudes de asilo sólo en 2015, la mayor proporción en Europa respecto al número de habitantes. Desde 2012 ha recibido 400.000 pedidos de asilo en total.

En un lujoso barrio del centro de Estocolmo, Henrik, un médico de 46 años, no quiso revelar a quién había votado, pero lamentó el estigma que, según él, sufre la extrema derecha.

“Un voto para el SD no sirve para nada. Pero se debería tomarlos en serio, porque han sacado temas importantes como la inmigración, pero también el sistema sanitario”, dijo.

En la víspera de los comicios, Löfven denunció las “fuerzas del odio” e instó a los electores a quedarse “en el lado bueno de la historia”. El líder de los conservadores, Ulf Kristersson, llamó por su parte a “una cooperación más allá de las líneas partidarias para aislar a las fuerzas” que defienden “el repliegue”

Desde el sur de Suecia, donde tiene sus bastiones, el líder ultraderechista Jimmie Åkesson, le respondió: “Ahora estamos en competición frente a los socialdemócratas y a Moderate para convertirnos en el primer partido del país”, aseguró.

Ningún grupo parece poder lograr según estos sondeos más del 50% de los 349 escaños en juego en el Riksdag, por lo que se necesitarán días o incluso semanas de negociaciones para alcanzar una mayoría o la menos débil de las alianzas en minoría.

Löfven logró mantener su gobierno minoritario hasta el final a base de alcanzar compromisos con la derecha, sobre todo en materia de política energética.

Pero la oposición está determinada a sacarlo del poder, aunque eso dinamite el cordón de seguridad que hasta ahora evita que los Demócratas de Suecia tengan una influencia política directa.

La estrategia puede ser arriesgada y tanto centristas como liberales han asegurado su rechazo a un pacto con “el diablo”, como se describe el propio líder de los Demócratas de Suecia.