Dallas, EE. UU. AP. Medio siglo después de que varias balas hicieron blanco en la caravana presidencial, la ciudad que ha luchado por tratar de sanar sus propias heridas por el asesinato de John F. Kennedy, se detuvo ayer para honrar al líder caído y recordar al mandatario, joven y apuesto, con el cual Dallas estará siempre enlazado en la tragedia.
Al cumplirse el 50 aniversario del asesinato de Kennedy, el alcalde de Dallas, Mike Rawlings, presidió una ceremonia solemne, en el lugar y la hora exacta donde el presidente fue asesinado a tiros hace 50 años mientras viajaba en una limusina descapotable.
“Una nueva era surgió y otra se desvaneció hace medio siglo, cuando la esperanza y el odio se encontraron aquí, en Dallas”, manifestó Rawlings durante un servicio religioso en la plaza Dealey, el lugar donde ocurrió la balacera el 22 de noviembre de 1963.
“Vimos la realidad de pesadilla frente a nuestro patio. Nos habían quitado a nuestro presidente, arrancado de su familia, del mundo”, dijo ante unas 5.000 personas.
Esta fue la primera vez que la ciudad organizó un acto tan grande para rendir homenaje a Kennedy. Las autoridades erigieron un escenario con pantallas de video.
Desde esta calle en el centro de Dallas hasta las costas de Cape Cod, todo Estados Unidos conmemoró solemnemente la tragedia.
Medio siglo después, el asesinato todavía causa tristeza en la generación de la posguerra, que recuerda el hecho como el inicio de una época más oscura y cínica. Las banderas de todo el país flamearon a media asta y se cumplió un minuto de silencio a la hora de los disparos. También hubo actos en la patria de sus ancestros, Irlanda.
Poco después del amanecer, el secretario de Justicia, Eric Holder, concurrió a la tumba recientemente refaccionada de Kennedy, en el Cementerio Nacional de Arlington, donde un oficial de caballería británico montaba guardia y sonaban gaitas junto a la llama eterna.
Una hora después, Jean Kennedy Smith, de 85 años, la última hermana sobreviviente, acompañada por una decena de miembros de la familia, colocó una ofrenda floral. Tomados de las manos, rezaron en silencio, contemplados por algunos cientos de turistas.
Otro día en Dallas. El viernes fue un día frío, húmedo y ventoso en Dallas, muy distinto de la jornada soleada cuando murió Kennedy.
Se emitieron unos 5.000 boletos gratuitos para la ceremonia en la plaza Dealey, flanqueada por el Depósito de Libros Escolares de Texas, donde acechaba el francotirador Lee Harvey Oswald.
El escenario de la ceremonia, al sur del edificio, estaba decorado con un gran cartel, con el perfil del presidente asesinado. Pantallas de video mostraban imágenes de Kennedy con su familia.
La gente llegó con horas de anticipación.
“El presidente Kennedy siempre ha sido venerado en nuestra familia”, dijo Colleen Bonner, de 41 años. “Quiero honrar su memoria y ser parte de la historia”.
El alcalde Rawlings afirmó que el país maduró el día en que murió Kennedy y tuvo que esforzarse para estar a la altura de las palabras y la visión del gobernante asesinado. Añadió que Dallas supo transformar la “angustia cívica” en trabajo esforzado.
Calificó a John F. Kennedy como un “idealista sin ilusiones que ayudó a construir un mundo más justo y equitativo”.
Luego de las actividades ceremoniales, se guardó un minuto de silencio y repicaron las campanas de las iglesias.