Ginebra. La participación de la extrema derecha de Austria en el nuevo gobierno de coalición en ese país marca una “evolución peligrosa”, dijo el Alto Comisionado de derechos humanos de la ONU.
“Estoy muy preocupado”, reconoció en una entrevista Zeid Ra’ad Al Husein y advirtió que la decisión del nuevo canciller austríaco, Sebastian Kurz, de aferrarse a posturas extremas sobre temas como la inmigración para ganar apoyos, marca “una evolución peligrosa en la vida política de Europa”.
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El gobierno de Sebastian Kurz, investido el lunes, incluye seis ministros del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ, extrema derecha), algunos en carteras clave como la de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores.
Kurz, de 31 años, ministro de Relaciones Exteriores en el anterior gobierno, se impuso en las legislativas de octubre al frente del partido conservador ÖVP.
“Estoy perturbado por lo que sucedió en Austria en los últimos seis meses”, continuó Zeid, lamentando que “el exministro de Relaciones Exteriores gire hacia la extrema derecha en lo que concierne a la inmigración y los derechos de los migrantes para captar votos que hasta ahora iban al Partido de la Libertad”.
Zeid criticó a Kurz por su “total oportunismo”, y advirtió sobre el ejemplo que puede representar para otros responsables políticos en Europa.
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“No se presenta como de extrema derecha. Dice ser de centroderecha o de centro y gira a la extrema derecha justo con temas para ganar, y eso es una evolución peligrosa”, afirmó.
Zeid advirtió “sobre algo similar a un etno-nacionalismo, nacionalismo chauvinista” en Europa, que recuerda la época que precedió a la Primera Guerra Mundial.
“Volvamos 104 años atrás y estamos en ello”, dijo.
Ganando terreno. La extrema derecha gana terreno en Europa desde los años 2000. Pero en 2017 varias elecciones clave confirmaron la tendencia en Francia, Alemania, Austria y Holanda. El éxito de los partidos populistas, euroescépticos y antiinmigración acelera la recomposición del panorama político, pero genera también fricciones dentro de esas formaciones.
Los partidos de extrema derecha encadenaron los resultados históricos este año, pero no lograron ninguna victoria nacional. “La extrema derecha en Europa es hoy más popular que nunca desde 1945”, asegura el investigador holandés Cas Mudde, profesor asociado de la universidad de Georgia (EE. UU).
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El Partido de la Libertad, de Geert Wilders, se convirtió en marzo en la segunda fuerza del Parlamento holandés por detrás de los liberales, con 20 escaños de un total de 150.
En Francia, la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, alcanzó la segunda vuelta de las presidenciales de mayo.
Y en Alemania, Alternativa para Alemania logró un éxito sin precedentes al entrar en la Cámara Baja con el 12,6% de los votos, cuando apenas había obtenido el 4,7% de los sufragios cuatro años antes.
El Partido de la Libertad austriaco (FPO), decano de los partidos de extrema derecha de la posguerra, obtuvo por su parte un resultado cercano a su récord en las legislativas de octubre, con el 26% de los votos, y gobernará en coalición con los conservadores.
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En Italia y en Suecia, que celebrarán comicios legislativos en 2018, la extrema derecha también podría lograr buenos resultados.
“Cada país cuenta una historia distinta pero, tras el éxito de las derechas radicales, siempre se encuentra la noción de inseguridad, real o percibida, vinculada con los flujos migratorios, el terrorismo o la incertidumbre económica”, señala Mabel Berezin, profesora de sociología en la Universidad de Cornell estadounidense.
El auge de la extrema derecha en países prósperos como Alemania y Austria confirma “los análisis que muestran desde hace décadas que la inmigración es una preocupación clave” del electorado ultraderechista, explica Mudde.
La presencia de inmigrantes no es lo único que determina los resultados de la extrema derecha, que también saca provecho del descontento respecto a los partidos tradicionales y las élites políticas, económicas y culturales.
Los demás partidos, especialmente los conservadores, se ven obligados a adaptar su estrategia y no saben si rechazar, copiar o cooperar con las formaciones ultraderechistas.
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La decisión del joven conservador austriaco Sebastian Kurz, de competir contra el FPÖ en temas como la inmigración, el lugar del islam en la sociedad y la seguridad llevó lógicamente a ambos partidos a sellar un acuerdo de coalición.
“Kurz ha ido muy lejos en su acercamiento ideológico con el FPÖ, una estrategia que puede funcionar a condición de que no liquide totalmente la identidad de su partido”, advirtió el politólogo austriaco Thomas Hofer.
En Bulgaria, el partido de centroderecha del primer ministro Boiko Borisov gobierna desde marzo con una coalición de partidos nacionalistas.
En Hungría, la postura cada vez más xenófoba del conservador Viktor Orban permite al partido extremista Jobbik, que moderó su discurso, presentarse ahora como la principal alternativa al dirigente.
En Francia, los partidos tradicionales descartan alianzas con la extrema derecha, al igual que en Alemania y Holanda. Pero la derecha francesa acaba de elegir a un líder cuadragenario, Laurent Wauquiez, acusado de centrarse en los mismos temas que el Frente Nacional.
Para Cas Mudde, los partidos tradicionales que intenten imitar a la extrema derecha sólo lograrán ”éxitos a corto plazo” porque subestiman el sentimiento antisistema de ese electorado.