Beirut. El movimiento chiita libanés Hezbolá, aliado de Irán y bestia negra de Israel y Washington, salió reforzado políticamente de las elecciones legislativas del domingo y ahora parece capaz de permitirse una casi inmunidad para su polémico arsenal militar, según los expertos.
Los resultados de estas primeras legislativas en casi una década podrían dibujar una “abrumadora mayoría” para beneficio del partido chiita, comprometido militarmente estos últimos años en la vecina Siria con el régimen de Bashar al Asad.
Esta conclusión se abre paso porque el principal oponente de Hezbolá, el primer ministro, Saad Hariri, parece ser el gran derrotado en las urnas.
La “victoria” de Hezbolá permite al movimiento chiita “imponer mejores condiciones” como parte del compromiso libanés “de consolidar su papel y su arsenal, no sólo en Líbano sino en la región”, dice Maha Yahya, directora del Centro de Oriente Medio de Carnegie.
Clasificado como “grupo terrorista” por Estados Unidos, el movimiento apadrinado por Teherán -única facción que no depuso las armas en Líbano tras la guerra civil (1975-1990)- ha aumentado a lo largo de los años su influencia regional.
Fuerte en la región
Implantado en Irak y acusado de apoyar a los rebeldes en Yemen, el régimen de Asad multiplicó sus victorias en Siria frente a los rebeldes y los yihadistas gracias al Hezbolá.
“Es poco probable que la cuestión de las armas de Hezbolá vuelva al centro del debate político libanés”, dijo el politólogo Karim Bitar. “Incluso los rivales de Hezbolá, como Saad Hariri, han integrado de alguna manera el nuevo equilibrio de poder”.
Aludiendo a las legislativas, su líder, Hasan Nasralá, saludó el lunes “una gran victoria moral y política para la Resistencia”, sobrenombre que se da el movimiento en referencia a la lucha contra Israel.
En el pasado aseguró que su partido estaba en posesión de un armamento sofisticado, incluyendo misiles capaces de golpear en el corazón de Israel.
Todos los intentos de debilitar al grupo en los últimos años han fracasado: desde sanciones económicas estadounidenses hasta el conflicto con Israel, que condujo en 2006 a una devastadora ofensiva en Líbano sin conseguir doblegar al Hezbolá.
Para el politólogo Bitar, aunque el partido sólo tendrá 13 escaños de 128, su “red de alianzas” le ofrece “una mayoría en el Parlamento” y garantiza “un derecho de veto tácito sobre las decisiones más importantes”.
En un país donde los partidos tradicionales dominaron sin sorpresas la votación, las miradas se dirigen a los 29 diputados obtenidos por Corriente Patriótica Libre (CPL) del presidente Michel Aoun, capaces de inclinar la balanza.
Hezbolá tendrá que mantener su alianza con su tradicional aliado, el partido chiita Amal, pero sobretodo conservar su cercanía con la CPL.
“Dependerá principalmente de la corriente aounista. Si confirma su alianza con Hezbolá (...) esta coalición tendrá una mayoría aplastante”, valora Imad Salamey, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Libanesa Americana (LAU), en Beirut.
En un país donde la política se rige por un delicado equilibrio entre comunidades, y donde las mayores decisiones se toman por consenso entre rivales, Hezbolá tendrá que hacer concesiones.