El mandatario se dirigía a sus simpatizantes para presentar el plan de gobierno “socialista, cristiano y solidario” que implementará si gana las elecciones presidenciales de noviembre.
En su discurso, Ortega se atribuyó algunos logros de la empresa privada, lo que evidencia las buenas relaciones con los empresarios. Atrás quedó el recelo que produjo la llegada al poder del exguerrillero, en enero del 2007.
Según Ortega, durante sus casi cinco años de administración aumentó en 430.000 las líneas de teléfono fijo y en tres millones las de celular; Internet llegó a 500.000 nicaraguenses; se construyeron 38.000 casas...
El sector privado temía que Nicaragua se convirtiera en una república socialista al estilo venezolano, admite el empresario Enrique Zamora, director de Agropecuaria Lafise, uno de los principales grupos económicos del país y directivo del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep).
La crisis del 2008 vio surgir en Daniel Ortega a un pragmático. Buscó en el sector privado un aliado para capear el vendaval que amenazaba a Nicaragua, tan dependiente del mercado y las inversiones estadounidenses.
“Se generó lo que ahora se llama pragmatismo económico. A estas alturas hay una buena comunicación”, explica Zamora.
Desde ese acercamiento parece haber un acuerdo tácito entre los empresarios y el Gobierno: los primeros se encargan de sus negocios apostando a la estabilidad social que garantiza Ortega y el presidente se dedica a la política.
Cuando el mandatario estaba en la oposición, usaba su control en los sindicatos y movimientos sociales como arma para desestabilizar los gobiernos liberales. Ahora esos sindicatos han sido silenciados y mantienen una posición edulcorante frente al Gobierno.
“Este es un país donde los inversionistas extranjeros pueden venir a hacer negocios y llevarse sus ganancias sin ningún problema”, asegura Alberto Guevara, ministro de Hacienda.
De hecho, el presidente se reúne cada año con los empresarios, en encuentros en los que participan pesos pesados de la economía nicaraguense como Carlos Pellas, magnate del Grupo Pellas. En esas reuniones se marcan las reglas del juego de los negocios en Nicaragua. “Los poderes fácticos en este país están de acuerdo”, asegura el sociólogo Óscar René Vargas.
De hecho, el economista Néstor Avendaño afirma que con Ortega el PIB del país ha crecido en un promedio de 2,5%, una cifra insuficiente, ya que para que el país despegue se necesita un crecimiento continuo de entre 6 y 7%.
Avendaño explica que eso ayudaría a reducir en un punto porcentual el desempleo, en un país donde, según cifras extraoficiales, más de un millón de personas están desempleadas o subempleadas.
Datos oficiales muestran que el desempleo en Nicaragua afecta al 8,2% de la población económicamente activa, que según el Gobierno es de 2,2 millones.
Tampoco ha logrado Ortega diversificar las exportaciones. El país sigue siendo productor de materias primas. Datos del Centro de Trámites de las Exportaciones (Cetrex) muestran un tímido crecimiento de las ventas al exterior en 2010 en comparación con 2006, cuando Ortega asumió el poder.
El año pasado, Nicaragua exportó $1.920 millones, mientras que en 2006 vendió $1.079 millones.
Grigsby señala que el acercamiento entre Ortega y el sector privado se da en parte porque el sandinismo aprendió de los errores cometidos en los 80, cuando impuso controles en la economía, confiscaciones de propiedades y estatización de empresas.
“Esas políticas crearon una fuerte polarización y el sandinismo pagó un precio muy alto por ellas. Eso le dejó cicatrices profundas y ese trauma influye en el enfoque que el FSLN ha adoptado en este Gobierno”.
Con el sector privado contento, Ortega puede dedicarse a la política sin estrés. “Este es el presidente de los pobres”, dijo Zeneida Castro, de 52 años, que acudió a escucharlo en Matagalpa. “Él nos va a ayudar a salir adelante”. Al preguntársele en qué ha sido beneficiada, respondió: “El FSLN no me ha ayudado en nada, pero soy sandinista y tengo esperanza de que un día el presidente me dé casa, un techo donde vivir”.