Phan Thanh Tam, Phan Thanh Phouc, Kim Phuc, Ho Van Bon, Ho Thi Ting FILE - In this June 8, 1972 file photo, crying children, including 9-year-old Kim Phuc, center, run down Route 1 near Trang Bang, Vietnam after an aerial napalm attack on suspected Viet Cong hiding places as South Vietnamese forces from the 25th Division walk behind them. A South Vietnamese plane accidentally dropped its flaming napalm on South Vietnamese troops and civilians. From left, the children are Phan Thanh Tam, younger brother of Kim Phuc, who lost an eye, Phan Thanh Phouc, youngest brother of Kim Phuc, Kim Phuc, and Kim's cousins Ho Van Bon, and Ho Thi Ting. (AP Photo/Nick Ut, File) (Nick Ut)
Trang Bang, Vietnam. AP. En la foto, la niña siempre tendrá 9 años y gritará “¡quema, quema!” mientras huye de su aldea en llamas.
Siempre estará desnuda, víctimas del pegajoso napalm que le quemó la ropa y la piel. Siempre será una víctima sin nombre.
Al fotógrafo de The Associated Press Huynh Cong Nick Ut solo le tomó un segundo tomar la legendaria foto en blanco y negro, hace 40 años. Con ella transmitió el horror de la guerra en Vietnam mejor que cualquier texto y contribuyó a poner fin a una de las guerras más polémicas en la historia estadounidense.
Sin embargo, detrás de la imagen hay una historia menos conocida: la de una niña malherida unida por el destino con un joven fotógrafo. Un segundo capturado en el caos de la guerra que sería su salvación y camino a una aventura de vida.
“Siempre he querido huir de ese recuerdo. Pero parece que la foto no me deja ir”, afirma Kim Phuc, hoy de 49 años, casada y madre de cuatro hijos.
El bombardeo. Era el 8 de junio de 1972 cuando Phuc escuchó el grito de un soldado: “ ¡tenemos que desalojar este lugar! ¡Bombardearán aquí y estaremos muertos!”
Luego vio las estelas de las bombas, amarillas y púrpuras, sobrevolar el templo Cao Dai, donde su familia estaba refugiada desde hacía tres días, mientras fuerzas vietnamitas del norte y sur peleaban por controlar la villa.
La niña escuchó un estruendo encima y volteó hacia arriba. Mientras el avión Skyraider survietnamita planeaba cada vez más bajo, dejó caer recipientes como huevos.
El suelo tembló y un calor infernal sofocó la zona mientras un estallido escupió llamas anaranjadas en todas direcciones.
Las llamas alcanzaron el brazo izquierdo de Phuc. Su ropa de algodón se derritió al contacto. Los árboles se convirtieron en ardientes antorchas. Sentía un dolor agudo en su piel y músculos.
“Seré fea y ya no seré normal”, pensó mientras rozaba furiosamente con su mano derecha su brazo quemado. “La gente me verá de forma diferente”.
Impactada, salió corriendo por la autopista 1, detrás de su hermano mayor. No vio a los periodistas extranjeros que estaban en la dirección hacia donde ella iba, gritando. Entonces, perdió el conocimiento.
Ut, el fotógrafo vietnamita de 21 años que tomó la foto, llevó a Phuc a un pequeño hospital. Ahí le dijeron que no había nada qué hacer. Sin embargo, mostró su insignia de prensa estadounidense y pidió que los médicos la atendieran y le aseguraran que no la iban a olvidar.
“Lloré cuando la vi corriendo”, dijo Ut, cuyo hermano mayor murió durante una asignación de la AP en el delta del río Mekong.
Al regresar a la oficina en Saigón (hoy ciudad Ho Chi Minh), reveló su rollo. Cuando salió la imagen de una pequeña niña desnuda, todos temieron que fuera rechazada por la estricta política de la agencia contra la desnudez.
Sin embargo, el veterano editor de fotos en Vietnam, Horst Faas, la vio y supo que era una foto extraordinaria. Argumentó el valor fotográfico de la imagen, más allá de otras consideraciones, y ganó.
Sobreviviendo. Un par de días después que la imagen impactó el mundo, otro periodista descubrió que la pequeña niña sobrevivió al ataque. Christopher Wain, corresponsal de la televisora británica British Independent Television Network, quien le dio a Phuc agua de su cantimplora y le roció la espalda que se le quemaba, luchó para que la transfirieran a la unidad Barsky, operada por estadounidenses. Era la única instalación en Saigón equipada para atender sus graves lesiones.
“No tenía idea de dónde estaba o qué me había ocurrido. Desperté y estaba en el hospital con mucho dolor y las enfermeras estaban a mi alrededor. Desperté con un terrible temor”, recuerda Phuc.
Una tercera parte del pequeño cuerpo de Phuc recibió quemaduras de tercer grado, aunque su cara de alguna forma quedó intacta.
“Todos los días, a las 8 de la mañana, las enfermeras me ponían en la tina de quemados para retirar toda mi piel muerta. Solo lloraba y cuando no soportaba más, me desmayaba”, rememora.
Tras múltiples injertos de piel y cirugías, Phuc fue dada da alta, 13 meses después del bombardeo. Ella ha visto la foto de Ut, que para entonces le hizo ganar el premio Pulitzer, pero ella todavía desconocía el alcance y poder de esa imagen. Phuc solo quería irse a casa.
Volviendo a la vida. Por un tiempo, la vida regresó a la normalidad en cierto modo. La foto fue famosa, pero Phuc fue relativamente una desconocida, salvo para quienes vivían en su pequeña aldea cerca de la frontera camboyana.
Ut y otros periodistas la visitaban de vez en cuando hasta el 30 de abril de 1975, cuando las fuerzas comunistas del norte tomaron el control de Vietnam del Sur, lo que puso fin a la guerra.
La vida bajo el nuevo régimen fue dura. El tratamiento médico y los analgésicos eran caros y resultaban difíciles de encontrar para la adolescente, que seguía sufriendo jaquecas y dolores intensos.
La joven trabajó y logró ingresar a la Escuela de Medicina para buscar su sueño de ser doctora. Sin embargo, todo terminó una vez que los líderes comunistas se percataron del valor propagandístico de la niña que aparecía en la imagen.
Se vio obligada a dejar la Escuela y a volver a su provincia de origen, donde se le hacía participar en citas con prensa extranjera en visitas vigiladas y controladas pues se le indicaba qué debía decir.
“ Quería escapar de esa imagen. Fui quemada por el napalm; fui una víctima de la guerra, pero crecí y me volví otro tipo de víctima”, expresa la mujer.
Se refugió en el Cao Dai en busca de respuestas que no llegaron.
“Mi corazón era exactamente como una taza de café negro. Deseaba haber muerto en aquel ataque con mi primo, con mis soldados de Vietnam del Sur”.
Cambio de vida. De pronto, una vez más, la fotografía que le había dado aquella fama indeseable, le abrió una oportunidad.
En 1982 viajó a Alemania Occidental a recibir atención médica con ayuda de un periodista extranjero. Luego, el primer ministro de Vietnam, conmovido por su historia, arregló que estudiara en Cuba.
Estuvo al fin libre del escrutinio público, pero su vida distaba mucho de ser normal. Ut, quien trabajaba entonces en la AP en Los Ángeles, viajó a reunirse con ella en 1989, y encontró que no la dejaban sola un momento.
Mientras estudiaba en la Isla, Phuc conoció a un joven vietnamita. Creyó que nadie la querría nunca, debido a las cicatrices que le cubrían la espalda y un brazo, pero Bui Huy Toan pareció amarla aún más por esa causa.
Ambos decidieron casarse en 1992 e irse de luna de miel a Moscú. En el vuelo de regreso a Cuba, los recién casados desertaron en una escala en Canadá para cargar combustible. La mujer vietnamita se sintió, al fin, libre.
Phuc habló con Ut para darle la noticia, y él la alentó a contar su historia al mundo. No obstante, Phuc estaba harta de las entrevistas y de posar para fotografías.
“Tengo un marido y una nueva vida, y quiero ser normal, como todos los demás”, expresó.
A la postre, la prensa encontró a Phuc viviendo en Toronto. La mujer decidió que debía tomar el control de su propia historia. En 1999 se publicó un libro y se lanzó un documental, tal como ella quería que se hicieran. Se le pidió ser embajadora de la Buena Voluntad de ONU para ayudar a las víctimas de la guerra. Desde entonces, se ha reunido con Ut muchas veces para contar su historia.
Tras cuatro décadas, Phuc, quien tiene hoy cuatro hijos, puede finalmente mirar la foto en que corre desnuda, y entiende por qué sigue siendo tan poderosa.
La salvó, la puso a prueba y finalmente la liberó.