El Cairo. EFE. La lucha contra la violencia machista tiene en pie de guerra a los islamistas egipcios más recalcitrantes, que la consideran una intromisión para imponer los valores occidentales en su país y tratar de destruir a la familia.
La reciente aprobación de una declaración de la ONU para acabar con la violencia contra mujeres y niñas –firmada por 130 países, entre ellos Egipto– ha despertado aún más polémica entre los islamistas, que la consideran contraria a la charia (ley islámica).
La declaración prohíbe, entre otros aspectos, el matrimonio con menores y los casamientos forzados, e insta a las mujeres a que denuncien a sus maridos cuando sufran violación o acoso sexual.
No solo hombres, sino también algunas mujeres de tendencia islamista, han rechazado este documento y defienden la preponderancia masculina.
“¿Qué significa que un esposo viole a su mujer? La charia dice que la mujer tiene que obedecer a su marido cuando este le pide mantener relaciones sexuales con ella”, dijo Randa Ragab, activista defensora de derechos de la familia, cercana al gobernante grupo de los Hermanos Musulmanes.
Grupos islamistas, como los Hermanos Musulmanes o el ultraconservador Gamaa Islamiya, consideran que la declaración de la ONU quiere imponer tradiciones occidentales que causarán la desintegración de la familia egipcia.
La organización condenó que la declaración de la ONU prohíba “los matrimonios de menores, mientras que defiende la homosexualidad”, un tabú en Egipto.
El Consejo Nacional de la Mujer egipcio, cuya delegación firmó la declaración en la ONU después de debatir durante dos semanas los artículos que se contradicen con las tradiciones egipcias, insiste en endurecer los castigos a los protagonistas de violencia machista.
La presidenta del Consejo, Mervat al-Tilawy, denunció esta semana que los islamistas han lanzado una campaña contra el documento, pese a que la delegación egipcia ya había pedido la anulación de varios artículos relacionados con aborto y homosexualidad. “Ni quienes están en el poder ni los clérigos de las mezquitas ni la enseñanza pueden corregir la cultura de violencia machista. Hacen falta leyes internacionales”, concluyó al-Tilawy.