Pekín. EFE La intelectual rusa Lisa Kishkina, viuda del histórico líder del Partido Comunista de China (PCCh) Li Lisan, y privilegiada espectadora de la historia del país asiático durante los últimos 70 años, falleció en Pekín a los 101 años, informó la agencia oficial Xinhua.
Conocida como Li Sha en el país asiático, la viuda de Li Lisan murió el pasado 12 de mayo, aunque siguiendo la tradición del luto oriental, su fallecimiento no se hizo público hasta una semana después, algo frecuente cuando se trata de personalidades políticas del régimen.
Nacida en 1914, en el seno de una familia aristocrática de la Rusia zarista, Kishkina conoció en Moscú a Li Lisan, quien había sido secretario general del PCCh entre 1929 y 1930, años antes de que Mao Zedong asumiera el liderazgo de la entidad.
Ambos se casaron en 1933 en la capital de la entonces Unión Soviética y más adelante sufrirían los rigores de las purgas, primero estalinistas y más tarde, maoístas.
En 1938, el esposo de Kishkina fue arrestado por orden de Stalin, estuvo detenido dos años y fue expulsado en 1940 a China, país al que su esposa emigró en 1946 para reunirse con él.
Invitados de lujo a la fundación del régimen comunista, el 1.° de octubre de 1949 en la plaza de Tiananmen, Li Lisan fue nombrado ministro de Trabajo, mientras Kishkina trabajó como intérprete de francés en misiones diplomáticas. Logró la ciudadanía china en 1964.
Marginados. En la Revolución Cultural (1966-1976) la pareja fue detenida y paseada en las calles con carteles que los acusaban de espías. Ella pasó en la cárcel ocho años, hasta 1975, mientras que él desapareció, entre rumores de un presunto suicidio.
La cara de Li Lisan fue una de las muchas que se borró en fotografías oficiales de la época, tras su caída en desgracia, mientras que su esposa siempre negó que se hubiera quitado la vida.
En los años 80, Kishkina fue rehabilitada políticamente por el régimen entonces liderado por el reformista Deng Xiaoping, y se empleó como profesora de ruso en institutos y universidades de Harbin (noreste).
En el 2013, Francia le concedió en Pekín la Legión de Honor, por su ayuda a delegaciones francesas en la China maoísta y por su importancia como “testigo y superviviente del tumultuoso siglo XX”.
“Fue un símbolo de la resistencia a las fuerzas que durante el siglo XX buscaron sin descanso negar la dignidad y la sacralidad del ser humano”, señaló la entonces embajadora de Franci, Sylvie Bermann.