08-03-2012. Recorrido por la ciudad de Comayagua y la Penitenciara de esa ciudad, donde el 14 de febrero murieron 358 reos a raz de un incendio. Fotos: Esteban Mata
Pese a que el fuego se apagó, esta cárcel sigue en llamas y las heridas están abiertas.
A un mes y una semana del incendio en la Prisión Nacional de Comayagua , el número de muertos ascendió a 361 esta semana. El último cuerpo lo encontraron funcionarios estatales mientras recogían escombros.
El portavoz del Ministerio Público, Marvin Cruz, dijo a la prensa que solo han podido entregar 287 cadáveres, pues aún están en el proceso de reconocimiento.
Hay 74 cuerpos a los que se les debe hacer pruebas genéticas para entregarlos a las familias, las cuales esperan con ansiedad poder enterrar a sus parientes.
Estas familias viven una dolorosa incertidumbre desde aquel incendio, ocurrido la madrugada del 14 de febrero, que apagó con llamas la vida de los presos de la sobrepoblada prisión.
De momento, solo lloran a sus muertos sin poderlos enterrar. La ansiedad los lleva a actos inimaginables.
El más crudo se dio el 20 de febrero, cuando desesperados, decenas de parientes de los reos carbonizados rompieron el cerco policial que había frente a la morge de Tegucigalpa, se lanzaron sobre las bolsas en que estaban los cadáveres y las abrieron en busca de sus seres queridos.
Producto de ello, los cuerpos fueron trasladados al Hospital Escuela, que también tiene un depósito de cadáveres. Sin embargo, las condiciones del hospital no eran las óptimas. El olor a mortandad se extendía en las cercanías del centro médico.
Como medida de seguridad, las autoridades decidieron trasladar los cuerpos a la Escuela Nacional de Policía. Allí permanecen los 74 cuerpos que faltan por reconocer.
El 7 de marzo, un grupo de familiares y amigos de los muertos caminaron desde el centro de Tegucigalpa hasta la iglesia de la virgen de Suyapa. La carretera de circunvalación se volvió una vía dolorosa.
Los dolientes de Suyapa caminaban con almohadas blancas en sus manos en recuerdo de que sus seres queridos habían muerto durante la noche.
Los relatos desgarran, duelen, pero solo Erundina Nolasco sabe cuánto puede doler en realidad. “En el incendio perdí a mi esposo”, relata entre sollozos la mujer de 53 años, “Me quedan dos menorcitos”, agrega. Su suéter raído está rayado con un mensaje: “Reynaldo te amo”.
La mujer habla entre sollozos, como casi todos aquí, en este valle de lágrimas. Una cruz con fotos de los muertos es levantada frente a la iglesia. La mañana está gris.
El aire duele en Suyapa. Mientras la espera se hace eterna, para muchos hondureños la cárcel de Comayagua sigue en llamas.