En este duelo histórico entre Bersani y Berlusconi, con más o menos los mismos protagonistas que en las elecciones de los últimos 20 años, se ha entrometido Mario Monti, el excomisario europeo elegido por el jefe de Estado, Giorgio Napolitano, para guiar al país tras la dimisión de Berlusconi en noviembre del 2011, y que decidió pasar a la política para continuar su acción reformadora.
Los 51 millones de italianos con derecho al voto se enfrentarán en las urnas con varias anomalías que hacen de estas elecciones un verdadero rompecabezas.
Berlusconi se presenta como líder de una coalición formada por su partido, Pueblo de la Libertad (PDL), la Liga Norte y otras formaciones, pero no es el candidato a presidente del Gobierno.
Por otra parte, Monti, que da su nombre a la coalición de partidos y asociaciones centristas, no aparece en las listas electorales, porque al ser ya senador vitalicio no puede optar por un escaño.
Lo cierto es que en Italia va a cambiar en tan solo tres meses, desde finales de febrero hasta mayo, de parlamento, de gobierno y de presidente de la República, en un proceso que decidirá el rumbo del país.
Según los últimos sondeos, todo dependerá de cuatro regiones indecisas (en las demás la izquierda parte favorita): Venecia, Sicilia, Campania y Lombardía.
La izquierda Bersani, según analistas, debería lograr la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, pero puede no lograrla en el Senado debido a la popularidad de la derecha en regiones clave, como Lombardía, Venecia y Sicilia.