Calais, Francia. “¡Somos británicos, así que no vamos a dejar de beber!”, bromea Tom Young mientras llena el maletero de su coche con botellas de vino francés durante una rápida visita al otro lado del canal de la Mancha.
Mientras que la primera ministra británica, Theresa May, recorría esta semana las capitales europeas para pedir un nuevo aplazamiento del brexit, muchos ingleses amantes del vino se precipitaban a la frontera francesa para abastecerse de botellas.
Young y su esposa regresarán del puerto francés de Calais a Essex, en el noreste de Londres, con 300 botellas en el maletero. "Es para una boda", explica este hombre de pelo canoso, mientras que su mujer acomoda cuidadosamente en su coche las cajas con botellas.
La pareja aprovecha sus viajes regulares a Francia para adquirir vino. “Es de buena calidad y más barato” que en Reino Unido, explica Tom. Pero, esta vez, el contexto diplomático incluyó en la compra.
“Queríamos estar seguros de comprar el vino antes del viernes”, el día en el que está previsto el brexit. “Después, quién sabe lo que puede pasar...”, explica.
Inicialmente previsto para el 29 de marzo, el brexit -aprobado en referendo por los británicos en junio del 2016-, fue aplazado hasta el 12 de abril. Pero la primera ministra británica, Theresa May, pidió a la Unión Europea (UE) una nueva prórroga hasta el 30 de junio, para evitar una salida sin un acuerdo de divorcio, que tendría consecuencias económicas desastrosas.
Reino Unido es el segundo mercado más grande para el vino francés después de Estados Unidos, con un consumo de vino y bebidas espirituosas francesas valorado en unos 1.300 millones de euros en el 2018, según la federación de exportadores franceses de vinos y bebidas espirituosas.
¿Vinos más caros?
La perspectiva de un no deal, que haría que se apliquen aranceles a las exportaciones de la UE a Reino Unido y viceversa, ha desencadenado un aumento en la demanda en el otro lado del canal de la Mancha, según comerciantes franceses.
Guillaume Pigniez, gerente de una tienda de vinos en un centro comercial de Calais, donde los británicos tradicionalmente se abastecen antes de regresar a casa, afirma que vio un “auge” después de que Reino Unido consiguió una primera prórroga del brexit, el 21 de marzo.
"Mucha gente tomó precauciones y vino a comprar rápidamente para cubrir sus necesidades para todo el resto del año", señala Pigniez.
Pero para este comerciante, un brexit -con acuerdo o sin él- no cambiará nada. “Aunque bajen los volúmenes, seguirán comprando porque pase lo que pase ellos no producen vino y tendrán que seguir importando”, estima.
Marcello Vargiu, un italiano que vive en Londres, tampoco cree que el brexit cambie la situación. “A ninguno de los dos países le conviene aumentar los impuestos. Los franceses necesitan vender, los británicos necesitan comprar”, afirma este hombre que viene cada tres meses a Francia a comprar champán y vino.
Sue Elworthy, una británica originaria de Kent (sureste), dice en cambio que sí le preocupa que aumenten los aranceles o limiten la cantidad de mercancías que se pueden comprar.
“Más allá del alcohol, también me preocupa mi sector, la agricultura. Es difícil vivir con esta incertidumbre”, dice esta mujer que cultiva manzanas. “Yo voté a favor de permanecer en la Unión...” suspira.