Múnich, Alemania. Colgar un crucifijo en la entrada de todos los edificios públicos es desde este viernes una obligación en Baviera, una medida calificada de electoralista que suscita polémica en esta conservadora región del sur de Alemania.
Todos los ministerios regionales, palacios de justicia, comisarías de policía, servicios de urbanismo e instituciones públicas bajo la autoridad del estado regional deben colocar un crucifijo en un lugar “bien visible” de su vestíbulo, según la directiva que rige desde este 1.° de junio.
La controvertida medida se inscribe según el texto como un “reconocimiento de la identidad” de Baviera y “la expresión de una huella histórica y cultural” en esta región de mayoría católica, preocupada desde hace tres años por la llegada de refugiados en su mayoría musulmanes.
El ministro presidente de Baviera, Markus Söder, miembro de la Unión Social Cristiana (CSU, partido conservador), aliado con la canciller Ángela Merkel, aseguró que esta iniciativa aprobada en abril es una “buena decisión”.
El crucifijo es no solo “un símbolo religioso, sino también un símbolo de identidad”, dijo.“Estamos impregnados de cultura cristiana con días feriados cristianos”, subrayó este político protestante a la radiotelevisión pública de Bavaria, antes de asistir a una audiencia privada con el papa Francisco el viernes en el Vaticano.
La ordenanza no da ninguna instrucción respecto al tamaño de la cruz y algunas instituciones culturales, como los museos y teatros, no están obligados a seguir la medida.
Los crucifijos ya estaban colgados por un mandato anterior en las aulas de la escuelas primarias y en las salas de audiencias de los tribunales de las cortes bávaras.
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El anuncio fue denunciado por sus detractores como una maniobra con visos electorales cuando la CSU, que gobierna esta rica región, derechizó su discurso desde que Merkel abrió las puertas de su país a más de un millón de refugiados desde el 2015, esencialmente musulmanes.
Rechazo a la decisión
Los Verdes y la izquierda radical Die Linke denunciaron una medida populista y contraria a la Constitución.
Uno de los principales responsables de la Iglesia católica alemana, el cardenal Reinhard Marx, también criticó a los dirigentes bávaros que, con este medida, crean “división y desconcierto”, según él.
La CSU corre el riesgo de perder su mayoría absoluta en las elecciones previstas para el 14 de octubre, amenazada por el partido islamófobo y anti-Merkel Alternativa para Alemania (AfD).
Este partido de extrema derecha, principal fuerza de oposición en el Parlamento, el Bundestag, cuenta con 13% de los votos en la segunda región más poblada del país (12,9 millones de habitantes).
La CSU, que solo perdió una vez la mayoría absoluta desde los años 60, podría caer a 42%.
Desde que la canciller Merkel tomó la decisión histórica de abrir las puertas de su país a más de un millón de refugiados en el 2015, los dirigentes bávaros se le opusieron y han logrado más o menos imponer cuotas anuales en la recepción de refugiados.
Uno de sus líderes, el actual ministro federal del Interior, Horst Seehofer, estimó recientemente que el islam no pertenece a Alemania aún cuando en el país viven actualmente entre 4,4 a 4,7 millones de musulmanes. Su declaración fue rechazada por Angela Merkel.
Seehofer insistió en que su ministerio fuera también el de la “Patria” (Heimat en alemán).
La CSU aspira a llevar a cabo una “revolución conservadora” cuyas palabras clave son la familia, las raíces cristianas y la patria como “estabilidad cultural”, según uno de sus impulsores, Alexander Dobrindt.