¿México acertó al acusar a Carolina Herrera de apropiación cultural por retomar patrones de comunidades indígenas?

Indígenas del pueblo otomí, en México, acusan a la casa de modas de copiar sus diseños textiles

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Rodeada de pilas de mantas bordadas rojas, azules y amarillas, Glafira Candelaria, una indígena mexicana de 59 años que habla español con dificultad, se indigna al referirse a la última colección de la casa de modas Carolina Herrera, que usó diseños textiles de su pueblo.

"Nomás está copiando nuestro trabajo, lo que estamos haciendo, pero así no se vale", dice en su casa.

Vive en San Nicolás, un empobrecido pueblo del municipio de Tenango de Doria, en el central estado mexicano de Hidalgo, enclavado en una zona de montañas habitada mayoritariamente por indígenas otomíes.

El pueblo otomí es una comunidad indígena que habita en un terriotorio intermitente con el centro de México. Se comunican a través de ‘otomangueana’, lengua que les heredaron los antepasados desde varios milenios antes de Cristo.

El director creativo de Carolina Herrera, el estadounidense Wes Gordon, utilizó los pájaros y gallos rodeados de árboles y hojas sueltas que caracterizan la laboriosa técnica del bordado Tenango y los diseños de otras dos comunidades mexicanas en su última colección, llamada Resort 2020.

La colección provocó la protesta del gobierno mexicano, que le pidió a Carolina Herrera, casa de modas neoyorquina fundada en 1980 por la icónica diseñadora venezolana del mismo nombre, una explicación sobre lo que consideró como una “apropiación” de la iconografía autóctona.

La colección "rinde homenaje a la riqueza de la cultura mexicana" y reconoce "el maravilloso y diverso trabajo artesanal" del país, argumentó Gordon, quién tomó las riendas creativas de la empresa hace un año de manos de Herrera, que tiene 80 años.

Pero Glafira y sus vecinos no aceptan esa explicación.

"La gente que viene de afuera nomás se hace rica con nuestro trabajo, con lo que estamos haciendo porque lo venden bien caro (...). Esas personas también se pueden demandar o pedir perdón", añade Glafira, cuyo rostro se ensombrece al ver las fotografías de los vestidos de la colección Resort 2020, que se venden por miles de dólares.

Resort 2020 fue presentado a personas de la industria de la moda con citas especiales y en privado en Nueva York, en la sede principal de Carolina Herera. Los diseños, que incluyen prendas de vestidos con diseños típicos otomíes, tienen tonos veraniegos y según Wes fue inspirada por el estilo de vida de la fundadora, quien es venezolana y su idea era presentar una “Vacación lationamericana”.

Las exclusivas invitaciones hacían referencia a “el atardecer en Tulum, la luz en Lima, las caminatas en Ciudad de México, las olas en uruguaya palaya de José Ignacio, el baile de Buenos Aires y los colores de Cartagena”, de acuerdo al diario New York Times.

También las prendas destacan por los bordados florales y de animales. Vestidos sin maga, coctel y abrigod de cuero.

La Carta Internacional de Derechos Humanos reconoce la propiedad intelectual como parte de los derechos fundamentales del hombre, y la ley federal del derecho de autor de México establece que se tienen que respetar todas las obras que se consideren de arte popular o artesanal.

La ley también ordena reconocer con una mención clara y directa a la comunidad indígena de la que proceden esas obras, en caso de usarse para crear nuevos productos.

Si bien “no hay una apropiación de los diseños”, el caso podría ameritar “una infracción en materia de comercio por haber omitido la mención de la comunidad étnica y quien tiene que demandarla es el gobierno mexicano”, dijo a la AFP la abogada experta en derechos de autor, Dafne Méndez.

La madre de Glafira, Josefina José Tavera, de 87 años, vive en la parte trasera de su casa, en un cuarto pequeño con entrada propia y piso de tierra donde el único aparato eléctrico es el foco que cuelga del techo.

Es reconocida en el pueblo como la creadora, junto con su madre, de la técnica y diseño textil Tenango.

Tavera ya no oye y su vista cada día está peor. Hace tiempo que borda poco, así que se dedica a recolectar hojas para temazcal (baño de vapor con fines medicinales), que encuentra en El Cirio, un conjunto de montañas de formas caprichosas del que regresa caminando lentamente cargando un gran bulto que cuelga de su cabeza.

"¡Si no fuera por mis manos no habría esta artesanía!", dice molesta en su casa, donde acumula cartones de huevos que usa como sillas.

Josefina viste una blusa con un bordado delicado y diminuto de animales. La anciana y su madre fallecida se inspiraron en esas imágenes para crear el bordado que identifica a su comunidad.

Los artesanos dedican unas cinco horas diarias para tejer en seis meses un camino de mesa, y hasta un año y medio para confeccionar un mantel de seis metros, que venden en unos 65 y 250 dólares respectivamente.

El uso de los diseños de comunidades indígenas en pasarelas internacionales no son nuevos. Zara, Mango, Isabel Marant y Rapsodia son otras marcas que han sido señalados de “apropiar” los diseños de los pueblos indígenas de México.

"Lo que tienen que hacer es que vengan directamente con nosotros. En primer lugar que sea reconocido el artesano para que otras personas sepan de dónde sale. Que nos traigan trabajo", dice en su taller, que es también su casa, Oliver López, un joven otomí de 29 años, quien como Carolina Herrera también ha creado minivestidos con los diseños del bordado Tenango y otras prendas, pero sin el éxito de la casa de moda neoyorquina.

Otras dos piezas de la colección Resort 2020 incluyen bordados del istmo de Tehuantepec, que identifican a las mujeres de esa región del sur de México, y dos modelos más incorporan el “sarape Saltillo”, una especie de frazada de lana o algodón multicolor, similar al poncho, y que se utiliza como abrigo.

¿México acertó al acusar a Carolina Herrera de apropiación cultural?

¿De dónde sacan los diseñadores sus ideas? ¿La cultura es de todos? ¿México acertó al acusar a Carolina Herrera de apropiación cultural por retomar patrones de comunidades indígenas? Kim Jones (Dior), Kris Van Assche (Berluti) y Alejandro Palomo (Palomo Spain) opinan de ello (y divergen entre sí).

Estos diseñadores, que presentaron sus respectivas colecciones en la Semana de la Moda masculina que finaliza este domingo en París, convienen en que su trabajo consiste en inspirarse de lo que les rodea.

Pero la percepción no es la misma entre Alejandro Palomo, un creador ascendente que fundó su propia marca hace cuatro años en el sur de España, y Van Assche y Jones, quienes trabajan para firmas de lujo con décadas de tradición y cuyo objetivo es perpetuar su línea y estilo.

Las críticas del gobierno de México a la última colección de la firma estadounidense, reabre en cualquier caso el debate sobre hasta qué punto las casas deben rendir cuentas cuando se inspiran del saber hacer tradicional de grupos minoritarios.

Olvidarse de la apropiación cultural

"La apropiación cultural es algo de lo que nos deberíamos olvidar. Hoy en día hay demasiada polémica", afirma Alejandro Palomo, de 27 años. "También se lo decían a Rosalía" respecto a la cultura flamenca. "A mí me parece muy bonito interpretar la cultura: vivimos en un mundo global y todos pertenecemos a él".

"Carolina Herrera más que perjudicar, nos acerca un poco más a la cultura mexicana", insiste el diseñador español de ropa masculina, aunque sus más reputados clientes son mujeres, como la cantante catalana, así como Madonna y Beyoncé.

"Es como si yo usara un volante y lo llamaran apropiación cultural. Pues no", agrega este cordobés cuya firma se halla en su pueblo de Posadas.

Hay que reconocer el origen

El nuevo director artístico de Berluti, el belga Kris Van Assche, admite que inspirarse en otras culturas se aprende desde en la escuela de moda.

"Yo estudié en la Academia de Amberes", una de las más reputadas del mundo. "Allí aprendemos a inspirarnos de las culturas, no hay nada de deshonesto en ello". "Lo importante es reconocerlo y reinterpretarlo", dijo este diseñador de 43 años.

"La cuestión es si hay abuso o no" y en el caso de Carolina Herrera "lo desconozco", admite el diseñador al frente de Berluti, fundada en 1895.

Van Assche, ex director artístico de la línea masculina de Dior durante más de una década, estima que su trayectoria por casas históricas ha contribuido a evitarle este tipo de problemas.

"Personalmente me inspiro en la casa y eso nadie me lo reprocha", concluye.

¿Apropiación o apreciación cultural?

"Hay dos corrientes de pensamiento: ¿se trata de apreciación o de apropiación cultural?", reflexiona el británico Kim Jones, al frente de la dirección artística de Dior hombre.

“Cuando trabajaba con cosas que tienen una referencia cultural o bien pedía permiso a la gente que trabajaba con ello y obtenían una regalía o bien trabajábamos con ellos, de manera que los estábamos ayudando, eso es esencial”.

Jones, de 39 años, defiende saber de lo que habla por su experiencia anterior en Louis Vuitton, una marca tradicionalmente de productos de lujo para viajar.

"Con Dior, buceo en sus archivos. Con Vuitton nos interásabamos en las historias detrás de los baúles y de sus viajes".

“Creo que hay que desarrollar mucha sensibilidad” en el mundo de la moda y “tratar a todo el mundo con mucho respeto”, sentencia.

No es la primera vez

En el pasado, diferentes casas de moda han sido acusadas y críticadas por ‘no tener consideración’ con los diseños tradicionales indígenas. Uno de los ejemplo más recientes es Nike, en mayo de este año la marca fue presionda por indígenas panameños tras usar un boceto en el calzado deportivo Nike Air Force 1, supuestamente inspirado en un anfibio nativo de la isla de Puerto Rico.

La comarca Guna Yala, pueblo indígena panameño, acusó a la empresa de usar el diseño propio de moda sin autorización y atribuirlo a otro país, por lo que Nike pidió disculpas y canceló el lanzamiento de las zapatillas.

Otras casa como Channel, Dolce & Gabbana y Prada también se han metido en problemas por usar diseños indígenas o de personajes conocidos.