Moscú. Yuri Aidarov estaba a punto de empezar una clase sobre algoritmos en la universidad de Perm, en el centro de Rusia, cuando escuchó gente corriendo en el pasillo. Luego, vio al tirador, que mató el lunes a seis personas.
Este profesor de la universidad del Estado de Perm fue testigo de un tiroteo en el que un estudiante armado, de 18 años, además de las seis víctimas mortales, dejó heridas a 24 personas.
Entre los fallecidos figuran cinco jóvenes de 18 a 26 años, y una antigua doctora de 66.
El ataque dejó conmocionada a esta ciudad de los Urales, de un millón de habitantes.
Yuri Aidarov pudo proteger sus alumnos cerrando las puertas de su auditorio.
Vio al tirador, vestido de negro, pasar frente a su sala, equipado con un casco. En ese pasillo, el que daba a su clase, es donde murieron la mayor parte de víctimas.
“Nos mantuvimos en silencio”, recuerda Aidarov.
“Uno de nuestros compañeros de clase nos escribió que había comenzado un tiroteo. Al principio, no nos lo creímos, pero después hubo pruebas. Nos encerramos en el aula hasta que nos dijeron de salir”, explica también Alexéi Yuldachev, estudiante de economía.
Comprender
Tras la conmoción, profesores y estudiantes intentan entender el por qué, mientras las autoridades apuntan a problemas psiquiátricos del tirador.
Aidarov asegura que ha recibido mensajes de apoyo en redes sociales de profesores del “mundo entero” que han sobrevivido a ataques mortíferos.
“Nunca pensé que esto podría pasar aquí”, dice, todavía impactado.
Las clases en la universidad se anularon este martes. Los estudiantes salieron tarde de sus dormitorios, traumatizados por el tiroteo.
Un cura ortodoxo celebró una plegaria para las víctimas en la entrada del campus.
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Intentando contener sus lágrimas, los asistentes depositaron claveles rojos en un memorial, algunos de ellos esperando noticias de sus colegas heridos y hospitalizados en Perm, cuyos habitantes acudieron en masa al centro de donación de sangre.
“Imagínate entrar a la universidad y hacerte a la idea que un hombre estaba aquí y fue asesinado. Imagínate solo imaginar esto. Personalmente, es difícil para mi”, lamenta Maria Yiyileva, estudiante de geología de 20 años.
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En la jornada posterior a la tragedia, los estudiantes hacen fila pacientemente ante un camión de recogida móvil de sangre. Algunos en la cola reclaman un control reforzado de las armas de fuego.
“Si es tan fácil para un muchacho hacerse con una, creo que debería ser más estricto”, dice Maria Denisova, estudiante de medicina de 20 años.
Justo enfrente del campus, una tienda vende fusiles de caza. El martes, sus puertas estaban cerradas.