Honduras encara dificultades para atender corriente de migrantes

Acuerdo de ‘país seguro’ suscrito con Washington obliga a las autoridades a retener a los migrantes y a recibir a quienes sean devueltos desde México y Estados Unidos

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Choluteca, Honduras. “Ni Donald Trump los ha podido parar, no digamos cuatro policías”, se queja un agente hondureño mientras revisan las identificaciones a 30 personas procedentes de África y Haití que entraron a Honduras desde Nicaragua, rumbo a México y Estados Unidos.

Tras ingresar por un “punto ciego” cruzando las aguas del río Guasaule (fronterizo), los migrantes caminaban por la carretera cuando chocaron con un retén frente a la estación policial de San Jerónimo, a unos 10 km de la aduana de Guasaule.

“Hemos venido por montañas. Yo vengo desde Brasil”, cuenta el haitiano Bearthony Estiverne, de 31 años, mientras hace fila para que los policías le revisen su identidad.

Explica que todos llegan en avión a Brasil, Chile, Uruguay y otros países suramericanos, donde inician la travesía.

Después de la revisión de los papeles, Bearthony sube con los demás a un bus amarillo de la ruta Choluteca, El Pacón, Concepción de María, en el sur hondureño.

Bearthony es apenas uno de los miles de migrantes de países africanos, asiáticos, o de Cuba y Haití, que atraviesan América Central en su ruta a Estados Unidos y México.

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Honduras, al igual que El Salvador y Guatemala, firmó un acuerdo migratorio con Washington en el que se comprometen a recibirlos mientras tramitan su solicitud de asilo en Estados Unidos.

Los tres países centroamericanos son también responsables de gran parte de la migración irregular al país del norte, adonde van huyendo de la violencia y la pobreza que viven en sus lugares de origen.

Sorteando retenes

Más adelante los paran otros policías del retén de Namasigüe. “Vamos a consultar si los dejamos pasar o se tienen que regresar para Nicaragua”, dice uno de los agentes. Tras unos minutos autorizan seguir al vehículo, pero tras avanzar unos kilómetros tienen que sortear un tercer retén, este de militares.

En una oficina cercana al parque central de la comunidad de Choluteca, un agente de migración les abre un portón de hierro. En un garaje les llena una ficha y le da un salvoconducto por 183 dólares a cada uno.

“Es la ley de Migración que faculta a hacer ese cobro”, afirma el agente migratorio.

Cuando el grupo sale del garaje, la hondureña Martha Suyapa Castillo ofrece albergue a una pareja con dos niños pequeños por dos dólares la noche. “Hay que ser solidarios, todos andamos en el mundo”, argumenta.

A Martha le tradujo Wood Stevenson Pierre, un locuaz haitiano de 28 años que llegó a Choluteca un día antes. Cientos de foráneos deambulan por las calles de Choluteca o se sientan en el parque.

“Yo vengo de Chile, voy para México, somos un grupo de haitianos, pero hay diferentes grupos aquí: hay de África, como Ghana, Etiopía Bangladés...”, explica Wood.

“Algunos quieren ir a Estados Unidos, pero otros se quieren quedar en México porque entrar a Estados Unidos no es cosa fácil, hay que esperar” para cruzar, se consuela.

La travesía fue de "días muy difíciles, pasamos varios países, yo vengo de Chile, crucé a Perú, a Ecuador en bus; Colombia es el momento más difícil, hay que caminar como siete, ocho días", repasa Wood, que tiene a su esposa y su hija de dos años alojadas en un hotel de Choluteca.

Edwin Castillo, un taxista de 21 años, muestra uno de los “puntos ciegos”: Palo Verde, un caserío de casas desperdigadas entre pastizales con poca vegetación bañado por el río Guasaule, con más rocas y arena que agua.

Los migrantes “pasan de madrugada, aunque a veces vienen tres o cuatro en el día”, dice Edwin señalando el camino de entrada.

Presión para Honduras

El convenio migratorio con Washington obliga a las autoridades hondureñas a retener a los migrantes y a recibir a los que sean devueltos desde México y Estados Unidos.

"No hay logística para tener a esa gente aquí, son miles los que pasan", advierte el policía de San Jerónimo.

El presidente Juan Orlando Hernández asegura que "solo el año anterior (2018) pasaron más de 70.000 personas" por Honduras.

Ricardo Puerta, un sociólogo experto en el fenómeno migratorio de nacionalidades cubana, estadounidense y hondureña, considera que el cumplimiento del acuerdo resulta "casi imposible" para Honduras.

Señala que el costo de albergar a miles de migrantes hasta por cinco años es oneroso, lo mismo que “el costo social” por el descontento que crearán los “privilegios” que recibirían, como pensiones, educación y salud, durante la larga espera del asilo.

De Honduras salen cada día de 300 a 400 personas hacia Estados Unidos, huyendo de la pobreza que afecta al 70% de sus nueve millones de habitantes y de las violentas pandillas y narcotraficantes, según organismos de apoyo a los migrantes.

En octubre del 2018 surgieron en Honduras las caravanas migratorias que hasta abril sumaron unas 8.000 personas que intentaron llegar a Estados Unidos.

Las corrientes masivas indignaron al presidente estadounidense, Donald Trump, quien presionó a los países centroamericanos para que firmaran los acuerdos de “tercer país seguro”.