Salvador, Brasil. Lejos de la pompa del Vaticano, cerca del mar azul de Bahía en el cálido noreste de Brasil, miles de devotos de Santa Dulce de los Pobres celebran este domingo una semana desde su canonización, convencidos de que la primera santa del país continúa concediéndoles milagros.
Entre los fieles católicos de Brasil y sobre todo los de Salvador, existe consenso en que María Rita Lopes Pontes era la “santa de los pobres” mucho antes de que el Vaticano le reconociera la intercesión en dos milagros: haber frenado una hemorragia de una mujer tras un parto y haberle devuelto la visión a un hombre que estuvo ciego por 14 años.
“Ahora todos la ven como Santa pero, por toda la obra que ella construyó, para nosotros siempre fue Santa”, relató Creusa Costa, una mujer negra y risueña de 59 años, mientras decora con flores exóticas y un ramo de rosas una estatua de la religiosa en la entrada de su santuario, ubicado en un barrio popular de Salvador.
Desde que fue canonizada, el 13 de octubre, el lugar de homenajes ha visto multiplicarse el número de visitantes.
Fieles de todo Brasil llegan hasta allí para orar en el reclinatorio de la pequeña capilla donde la Hermana Dulce rezaba, sacarle fotos al hábito blanco y azul con el que fue sepultada o “conversar” con ella en el salón donde yacen sus restos, bajo una réplica de cerámica de su pequeño cuerpo descansando bajo una protección de vidrio.
La Hermana Dulce entregó su vida al servicio de los necesitados y, con un notable instinto emprendedor, desarrolló una obra social en su natal Bahía donde fundó varios hospitales de caridad y una red de apoyo social que dirigió hasta su muerte en 1992, a los 77 años.
“Ella está en el cielo, pero está cuidando de nosotros más que cuando estaba aquí”, asegura María Silva de Oliveira, voluntaria de las obras sociales que desistió de viajar al Vaticano tras una indigestión que —asegura— “fue un mensaje de la Hermana Dulce”.
Su rostro hasta en el pan dulce
Una semana después de la ceremonia oficial en Roma, decenas de miles de fieles se concentraron desde temprano este domingo en los alrededores del estadio mundialista Arena Fonte Nova para asistir a una misa multitudinaria, espectáculos musicales y teatrales organizados por la Arquidiócesis de Salvador en su homenaje.
En los puntos turísticos de la ciudad —incluido su santuario—, su rostro aparece estampado en letreros, camisetas, sombreros, rosarios, tazas, incluso en envoltorios de pan dulce navideño.
Fieles de todo Brasil llegan hasta allí para orar en el reclinatorio de la pequeña capilla donde la Hermana Dulce rezaba, sacarle fotos al hábito blanco y azul con el que fue sepultada, o "conversar" con ella en el salón donde yacen sus restos, bajo una réplica de cerámica de su pequeño cuerpo descansando bajo una protección de vidrio.
Las icónicas cintas multicolores del Senhor do Bonfim —una representación de Cristo reverenciada tanto por los fieles católicos como por los practicantes del candomblé— también se venden ahora con el nombre de la “Santa Dulce de los Pobres”.
"Estamos en estado de gracia" desde que el papa Francisco oficializó su condición de santa, resalta Creusa.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien no asistió personalmente al Vaticano, tampoco participa de las conmemoraciones en Salvador debido a que se encuentra al inicio de una gira oficial por Asia.
Milagros no oficiales
Nacida en 1914 en una familia adinerada, el "ángel bueno de Bahía" era miembro de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.
Más allá de los dos reconocidos oficialmente por la Iglesia Católica, no es difícil hallar otros brasileños que le atribuyan algún milagro: desde la cura inexplicable de un problema de salud, un nuevo trabajo o incluso hechos más simples, como el codiciado e–mail de confirmación con las entradas para la misa en el estadio este domingo.
Ronaldo Dos Santos Nascimento, de 25 años, exhibe en una mano una estatuilla de la Hermana Dulce y en la otra la ficha médica que comprueba su "milagro": la disolución misteriosa de un cálculo renal que requería cirugía.
“Los médicos dijeron que fue una gracia. Hoy ya no siento más nada”, afirma el joven de frenillos y cabello rizado, quien reitera emocionado: “para nosotros ella era santa desde hacía mucho tiempo”.