Ottawa. Tras dos décadas de liderazgo en el tratamiento de la adicción como un problema de salud, Canadá se enfrenta a un creciente rechazo a los centros supervisados para inyectar narcóticos, vistos como responsables del aumento de la delincuencia en los vecindarios.
El primer establecimiento de este tipo en América del Norte fue inaugurado en Vancouver en 2003. Le siguieron varias decenas más en los últimos años, luego de que los opioides sintéticos llegaran a las calles canadienses.
En la provincia de Ontario se ha anunciado el cierre de 10 de estos sitios, y las autoridades de otras provincias están recibiendo presiones en el mismo sentido.
Canadá concentraba hasta ahora algo menos de la mitad de los centros supervisados para la inyección de narcóticos en todo el mundo: 38 sobre 100.
Estos establecimientos evitan que los consumidores de drogas mueran por sobredosis, pero no resuelven la cuestión más amplia de las adicciones, ni los innumerables problemas de seguridad pública que conllevan, lo que genera una creciente frustración entre el público.
“No creo que ver a alguien inyectarse una droga ilícita pueda llamarse atención sanitaria”, dijo la ministra de Salud de Ontario, Sylvia Jones, al anunciar el cierre de los lugares cercanos a escuelas o guarderías para marzo del próximo año.
Sin embargo, los defensores de la reducción de daños dicen que una menor supervisión provocará más muertes.
Jones justificó los cierres por los “altercados, apuñalamientos, tiroteos e incluso un homicidio ocurridos en las proximidades de estos sitios”.
Citó tasas de criminalidad hasta un 250% más altas en vecindarios con establecimientos de inyección seguros.
Lauren Lemoine, de 63 años, vive cerca del centro de Somerset West, en Ottawa, en cuyas inmediaciones fue agredido por consumidores. “Se han vuelto súper violentos con estas malditas drogas”, dijo Lemoine a la AFP. El centro de Somerset West es uno de los que se prevé cerrar.
En Red Deer, Alberta, la concejal Vesna Higham milita por la clausura del único sitio de su ciudad. Según afirma, desde que el lugar abrió, en 2018, ha habido un aumento exponencial de los casos de vandalismo, incluyendo roturas de ventanas, incendios, consumidores orinando en espacios públicos, jeringas desechadas por doquier.
Numerosos comercios del barrio cerraron y mucha gente ya no va a las zonas centrales de Red Deer.
“Los vecinos y los comerciantes están hartos”, dijo Higham a la AFP. “Se sienten desesperadamente agobiados por los delitos que no cesan y el caos social que afectan la zona”.
“Lo realizado hasta ahora no ha funcionado. Solo se ha extendido el problema”, agregó la concejal. “Debemos cambiar la forma en que abordamos esta crisis”.
La provincia está analizando la adopción de una ley que contemple la rehabilitación forzosa de los adictos.
44.592 muertos
Sin embargo, para quienes están a favor de los centros, las estadísticas son claras: entre 2016 y 2023 hubo 44.592 casos fatales de sobredosis en Canadá. Ninguno se produjo en estos establecimientos.
Jessica Lyons, enfermera en un establecimiento de Toronto, consideró en rueda de prensa que la política de erradicación conducirá a un aumento del uso público de drogas.
“Habrá más cadáveres en callejones y parques, en baños (públicos) y en bibliotecas”, así como un crecimiento de los casos de VIH y de hepatitis, enfermedades relacionadas con el uso compartido de jeringas, afirmó.
“Hay cada vez más países que están empezando a pensar en el consumo de drogas como una cuestión de salud, como una cuestión social, y no como una cuestión criminal o moral”, dijo por su lado Nicholas Boyce, de la Coalición Canadiense sobre Políticas de Drogas, una agrupación de 50 organizaciones.
En marzo, señaló, la Comisión de Estupefacientes de la ONU aprobó por primera vez una directiva favorable a la reducción de daños, respaldada por 38 países.
“Canadá es considerada internacionalmente como una de las naciones más progresistas” en esta materia, señaló Boyce. “Es desalentador ver que ahora se esté produciendo un serio retroceso”.
En otro golpe a la política reformista de drogas de Canadá, en abril la Columbia Británica redujo la despenalización de la posesión de drogas como la cocaína y la heroína, tras protestas por el creciente consumo en público de esas sustancias.
En 2011, Ottawa intentó cerrar lo que entonces era el único sitio de inyección seguro autorizado en Canadá, pero la Corte Suprema dictaminó que Insite in Vancouver constituía “una respuesta eficaz a la catastrófica propagación de enfermedades infecciosas (...) y la alta tasa de muertes por sobredosis de drogas”.
Jonathan McAdam, de 42 años, dijo haber pasado por períodos de psicosis, haberse automutilado, haber sido despedido de todos los trabajos y no poder ocuparse de su hijo, antes de decidir enfrentar su problema de adicción.
Fueron necesarios varios intentos. “Lo intenté y fracasé. Lo intenté y fracasé. Lo intenté y fracasé”, dijo, y destacó que los servicios de reducción de daños son esenciales para mantener con vida a los adictos hasta que estén listos para buscar ayuda.
“La recuperación puede ser aterradora, porque te ves obligado a enfrentarte a tus demonios”, explicó. “Uno debe hacerlo por sí misma. De lo contrario, simplemente volverás a caer en los viejos patrones”.