Vicepresidente de Colombia: América Latina pasó de ser una región de tránsito de drogas a ser una región consumidora

Óscar Naranjo, general retirado de la Policía, considera que 'no se debe odiar al delincuente, sino perseguir el delito'. Además, destaca que falta concretar la principal lucha contra el narco: golpear sus finanzas

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Óscar Naranjo Trujillo es una de las figuras clave del gobierno de Juan Manuel Santos. Asumió como vicepresidente en enero del 2017 y desde entonces ha enfocado su lucha en llevar las instituciones del Estado a las zonas olvidadas de Colombia.

Naranjo nació en Bogotá y tiene 61 años. Es un general retirado de la Policía Nacional colombiana, que ocupó el cargo de director de esa entidad entre el 2007 y el 2012. Hace ocho años recibió la condecoración de “mejor policía del mundo”, un reconocimiento que afirma asumió en nombre de sus compañeros y nunca a modo personal.

En la década del noventa fue parte del equipo que dio importantes golpes a los carteles de Cali y Medellín. Al mando del cuerpo policial participó en operaciones emblemáticas como las que se llevaron a cabo contra los líderes de la exguerrilla de las FARC, Raúl Reyes y el Mono Jojoy. Su experiencia lo ha convertido en un referente en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Incluso, fue asesor en asuntos de seguridad del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.

Antes de asumir la Vicepresidencia, Santos le encomendó que integrara la delegación del equipo del gobierno que negoció el acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en La Habana, Cuba. Por esta razón, conoce a fondo el espíritu del pacto.

Naranjo visitó Costa Rica la semana pasada y habló con La Nación acerca de la etapa del posconflicto en Colombia y sobre los esfuerzos de la región para combatir el tráfico de drogas.

- Usted estuvo al frente de importantes golpes contra la exguerrilla de las FARC como jefe de la Policía de Colombia y luego formó parte del equipo negociador en La Habana, ¿cómo fue sentarse a conversar con las FARC?

Formado como policía bajo la premisa que de no hay que odiar al delincuente, sino perseguir el delito, es verdad que llegué con prevenciones a la mesa de negociación, pero también es verdad que a lo largo de esos cuatro años de negociación hubo un sello característico que fue el respeto entre las partes.

- ¿Considera que el acuerdo firmado con este grupo fue el mejor que se logró?

Sí, aquí realmente son 53 años de un conflicto interno, un conflicto que arrastró la vida de 260.000 hombres y mujeres, y por lo tanto, por imperfecto que sea el acuerdo es mejor un acuerdo imperfecto que una guerra imperfecta. Firmar la paz no significa superar de manera automática los desafíos y las violencias que registran una sociedad, pero firmar la paz sí significa asumir compromisos para proteger la vida y resolver ya no por vía armada, sino a través del diálogo y la política que tiene la sociedad.

- ¿Cuál ha sido la parte más difícil del posconflicto? Recientemente, un exjefe negociador de las FARC fue detenido por narcotráfico, un grupo paramilitar asesinó al equipo periodístico ecuatoriano y se han registrado más ataques contra policías.

Esas situaciones para nada son comparables con las del pasado. En el año 2017, Colombia alcanzó la tasa más baja de homicidios de los últimos 42 años, también el país tuvo el menor número de secuestros que registra la información oficial. Los ilegales generan daño, son peligrosos, pero no al final no estamos hablando de una máquina de guerra como la que tenían las FARC al frente antes de la firma del acuerdo.

- ¿Considera que las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) pueden concretarse en un pacto de igual forma que sucedió con las FARC?

El gobierno mantiene su voluntad de avanzar para lograr un acuerdo final con el ELN. El ELN no alcanza a reconocer a lo largo de este tiempo que en Colombia hay vientos de paz y que debería avanzar a la firma del acuerdo final. Por ahora, lo que estamos es garantizando que el gobierno mantiene su disposición a que esa mesa de conversaciones avance y avance sobre temas puntuales, como por ejemplo el establecimiento de un cese que realmente signifique desescalar el conflicto.

- Colombia está a punto de celebrar elecciones presidenciales (27 de mayo) y el candidato del expresidente Álvaro Uribe es uno de los favoritos, ¿qué significaría el regreso de la derecha dura al poder en Colombia?

Francamente digo que la paz en Colombia es irreversibley es irreversible por varias razones: primero, porque no hay un solo colombiano que quiera estar de regreso a la guerra, segundo porque hemos avanzado y lo que uno podría decir son logros trascendentes del acuerdo, primero se produjo la dejación de las armas; segundo, se produjo el tránsito a la legalidad de por lo menos 12.000 guerrilleros que estaban en las armas, tercero, se han introducido reformas constitucionales que dan seguridad jurídica de que el proceso es un proceso que goza de legitimidad.

"También hay proyectado en un plan marco de implementación a 15 años esfuerzos para construir paz, cualquier gobierno que llegue no puede renunciar a un mandato de los colombianos que es asegurarnos que no haya más violencia".

- Usted fue una figura clave en la lucha contra grandes carteles de Colombia, ¿qué le dejó esta experiencia?

Que la voluntad de los ciudadanos, el liderazgo político y el fortalecimiento institucional son el remedio para no desfallecer, no claudicar frente al propósito criminal del narcotráfico en América Latina. El propósito del narcotraficante en la región mediante sus grandes carteles era conducir nuestra sociedad a una especie de narcoestados y la verdad no lo consiguieron.

"Veo que en América Latina todavía tenemos déficit para enfrentar el narcotráfico y uno de ellos es que la sanción social sobre el narcotraficante no es lo suficientemente dura. Todavía los narcotraficantes con su poder económico logran confundir a comunidades o a sectores de la comunidad como si ellos fueran redentores y produjeran prosperidad, pero al final esos cantos de sirena de dineros ilegales terminan generando violencia.

"Por otro lado, hay un déficit de la aplicación de justicia, creo que la impunidad todavía sobre algunos sectores que participan de la cadena de valor del narcotráfico estimula ese delito y me refiero concretamente a lo que sucede con el lavado de activos y los capitales que blanquean los narcotraficantes, ahí tenemos que hacer más esfuerzos porque al final no es solamente incautar drogas o apresar narcotraficantes. El golpe fundamental es el golpe a las finanzas del narcotráfico y ahí todavía tenemos un largo camino que recorrer".

En el caso de Costa Rica, ¿cómo evalúa la lucha que se está haciendo contra el narcotráfico?

Costa Rica ha actuado con gran valentía, porque aquí hay una sociedad pacífica y que tiene niveles de convivencia históricos, los cuales de un momento a otro se vieron afectados por la llegada del narcotráfico.

"Hay una violencia asociada al consumo y al tráfico ante la que Costa Rica ha reaccionado bien. Hay que tener un enfoque regional, porque no es un tema que solo resuelve este país".

¿Falta una articulación en Centroamérica para combatir el narcotráfico?

Primero es necesario avanzar en el fortalecimiento institucional, ¿qué significa eso? Asegurarnos de que el poder judicial, jueces y fiscales gocen de las garantías y de las competencias suficientes para castigar y someter a la ley a los delincuentes. Segundo, capacidades de inteligencia para anticiparse al propósito de los criminales. Tercero, capacidad de control territorial y marítimo para contener las rutas del tráfico y por otro lado, un discurso y una narrativa política común que sea lo suficientemente disuasiva para que el narcotráfico no llegue a concluir que es una región vulnerable.

¿Es más efectiva la lucha contra el narcomenudeo que la 'guerra' contra los ‘peces grandes’ del narcotráfico?

Lo triste es que en América Latina hemos pasado de ser un región productora o de tránsito de drogas a ser una región consumidora de drogas, una región intermedia en el consumo de drogas. El llamado narcomenudeo o microtráfico ya no es un problema menor de nuestra sociedad.

"Es necesario visibilizar una visión estratégica del problema que estamos enfrentando para que hayan soluciones realmente de fondo, las cuales comienzan primero por establecer cuál es el sistema de prevención al consumo de las drogas, el otro extremo cuál es el tratamiento de los adictos, y en el centro cuáles son las tareas de control para que la violencia asociada a ese tráfico y consumo realmente no signifique multiplicar las muertes violentas en cada comunidad. Creo que tenemos mucho que desarrollar en materia de prevención al consumo interno y mucho que trabajar para que la rehabilitación de los adictos sea realmente efectiva".

Con el tema de Venezuela, ¿cómo ha afectado la crisis venezolana a Colombia? ¿En qué ha incidido?

Colombia se ha movilizado sobre un principio de política y es queremos una salida democrática no traumática para Venezuela, lo que significa mantener en balance esas dos prioridades. Hay quien quisiera una solución democrática pero a toda costa traumática y Colombia dice que una solución traumática en Venezuela convertiría a nuestro país en un gran damnificado de esa crisis. Hay unos 700.000 venezolanos que ya han ingresado a Colombia en el último año y medio hay razones para estar uno muy preocupado. Por otro lado, Colombia invoca un principio de solidaridad humanitaria con los migrantes en el entendido de que en el pasado cerca de cuatro millones de colombianos se fueron a Venezuela. Buena parte de esa población está regresando hoy y estamos obligados ética y políticamente a darles una asistencia humanitaria.

Usted fue reconocido como el mejor policía del mundo en el 2010, ¿qué significado tuvo este reconocimiento?

Más que para mí, fue para una institución. En ese momento era el comandante en una institución con 160.000 hombres y mujeres y entendí siempre que ese reconocimiento no era para Óscar Naranjo, sino para la Policía Nacional de Colombia. Lo asumí en nombre de 160.000 funcionarios judiciales y lo asumí especialmente en nombre de los millares de muertos, héroes nuestros que ofrendaron su vida.

"A finales de los años ochenta, en Colombia asesinaban 700 policías al año, dos diarios. Luego, bajamos a 300 anuales, casi uno diario, y hoy con el fin del conflicto por fortuna la cifra ha disminuido 70 policías asesinados el año pasado, pero todavía son muchos. Esos policías son los merecedores de esos premios y reconocimientos".

¿Qué rescata de la experiencia en esta faceta política?

Una gran satisfacción de servir y de estar ahora en posconflicto en esa Colombia profunda que estuvo confinada por razones de la guerra nuestra, hablando con las comunidades y viendo cómo esas comunidades que durante cinco décadas fueron confinadas por el conflicto armado hoy pueden elevar su voz, empiezan a ser visibles. Llevar el Estado a esas comunidades me produce gran alegría.

¿No está interesado en continuar?

No, creo que mi vida pública está por terminar el 7 de agosto, estoy preparándome para dar un paso al costado después de 42 años de servicio público y he dicho que para ser presidente de una nación hay que hacer carrera política partidista, hay que haber estado metido en la política, francamente yo no he desarrollado esa habilidad para pedir votos en las plazas públicas.