Sergio Ramírez: ‘Quizá lo que Daniel Ortega quisiera es provocar una guerra civil’

El conflicto en Nicaragua cumple tres meses y suma casi 300 muertos. El presidente Ortega sigue afianzado al poder, pero el escritor y político Sergio Ramírez considera que aunque se defienda con policías y paramilitares, está cada vez más aislado.

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Cuando Sergio Ramírez recibió en Madrid el premio Cervantes, el 23 de abril, se lo dedicó a los primeros 30 jóvenes asesinados en las protestas contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.

Habían pasado apenas cinco días desde el comienzo de la lucha social que aún trastorna Nicaragua. La rebelión civil que abrió un nuevo capítulo en la historia del país cumple este miércoles 18 de julio tres meses y se mantiene con barricadas y levantamientos desde las calles para encarar al régimen que ha optado por endurecer la represión y congelar el diálogo, mientras varía entre 280 y 300 la cifra de fallecidos.

Sergio Ramírez fue cercano a Daniel Ortega. Lideró con él la rebelión del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que derrocó al dictador Anastasio Somoza en 1979 y luego fue su vicepresidente entre 1985 y 1990. Sin embargo, tomó distancia cuando Ortega se separó de los principios del sandinismo. Desde entonces, se ha convertido en una voz crítica del gobierno y es considerado uno de los intelectuales más destacados de América Latina.

En esta entrevista, hecha por teléfono el martes 17 de julio, el escritor se refiere a la estrategia política que podría estar esbozando el presidente nicaragüense con el uso de fuerzas paramilitares. Además, afirma que la presión de la comunidad internacional es necesaria, pero no suficiente para dejar atrás la crisis. También evalúa el papel del Ejército, cuya neutralidad en el conflicto cree que podría salirle muy cara ante el aumento de la represión. Ramírez habla con esperanza de la lucha cívica que está marcando un giro inédito en Nicaragua y considera que la batalla no está perdida, porque el espíritu de los ciudadanos “sigue muy alto”.

– Tres meses de conflicto y el diálogo se estancó en Nicaragua. ¿Sigue siendo el mecanismo más efectivo para abordar la crisis o esta vía está agotada?

- Como la única herramienta posible para alcanzar un entendimiento pacífico, el diálogo sigue siendo válido, lo que pasa es que se encuentra estancado por dos razones: primero, la intransigencia del gobierno de nunca haber querido discutir los asuntos de la democratización. Ese es un tema que en la agenda diseñada por los obispos empezaba por el acortamiento del periodo presidencial y celebrar elecciones a más tardar en marzo del año que viene. A eso se le dio largas, nunca fue aceptado y luego el gobierno ahora dice que eso no lo acepta. Entonces, ahí tenemos un primer valladar. En segundo lugar, otro compromiso del gobierno fue el cese de la represión, que tampoco lo cumplió. Estos dos puntos fundamentales anularon por completo la posibilidad de una solución negociada.

"En seguida, el gobierno comenzó a atacar a los mediadores, a ver a los mediadores de la Iglesia católica como enemigos, el ataque al templo de la Divina Misericordia vinculado con el asalto a la Universidad Nacional en Managua, antes de eso la agresión personal a los obispos y al nuncio apostólico en la iglesia de San Sebastián de Diriamba, el asalto a la iglesia parroquial de Santiago Apóstol en Jinotepe. Los mediadores y testigos del diálogo se han convertido, de pronto, en un blanco de los ataques del gobierno. Por último, la prisión de Medardo Mairena, quien es miembro de la mesa del diálogo por la Alianza Cívica de la sociedad civil; es un dirigente campesino que fue apresado y ahora lo están acusando de asesinato y otro montón de delitos.

“Eso me lleva a concluir necesariamente que no hay ninguna voluntad del gobierno de continuar con el diálogo. A estas alturas, a mí me parece que el gobierno de Ortega solamente usó el diálogo como una medida para ganar tiempo mientras recomponía sus fuerzas paramilitares”.

– En ese momento, ese era uno de los principales temores: que Ortega buscara ganar tiempo. Aunque, también había un aire esperanzador.

- Él se dio cuenta de que no podía enfrentar esta insurrección cívica con las simples fuerzas de la Policía y las tropas antimotines, y por eso organizó a las fuerzas paramilitares, las cuales sí son fuerzas muy bien armadas con fusiles de guerra y ametralladoras pesadas, que solamente están sembrando el terror en el país, como ahorita mismo en Monimbó, que está bajo fuego desde las 6 de la mañana (del martes).

“Es como si se tratara de un ejército de ocupación; entonces, ahora que él siente que ha podido avanzar sobre los tranques y liberar las carreteras para el tráfico, cree que está fuerte militarmente y que no necesita de ningún diálogo, lo cual a mí me parece que es un espejismo. Si bien es cierto, con una fuerza de 1.000 o 1.500 hombres puede dominar militarmente la situación, porque la gente está desarmada y se defiende con morteros y bombas caseras, pero la gente no puede resistir estos embates de armas de grueso calibre y armas de guerra. Frente a una población desarmada, una superioridad militar, pues obviamente le da ventaja a él en el terreno, pero a mí me parece que la ventaja que yo llamaría estratégica la perdió hace tiempo; es decir, puede estar librando una guerra de terror, pero la guerra política la tiene perdida”.

– Sin embargo, la posibilidad de una salida pronta de Ortega del poder parece inimaginable.

- Lo que pasa es que pensar que Daniel Ortega se va a ir mañana por su propia voluntad, que va a tomar un avión con su familia, eso realmente es una fantasía. Principalmente, mientras él siente que tiene este respaldo fanático, porque se trata de fanáticos los que lo rodean, todos estos enmascarados y ellos están allí defendiéndolo bajo el entendido de que él se queda, y no es que se queda hasta el 2021, es que se queda para siempre. Esa es la garantía que ellos tienen, que la única defensa con la que cuentan para los crímenes que están cometiendo es que Ortega siempre estará ahí, protegiéndolos.

"El día que esa clavija maestra se zafe todo se derrumba; entonces, por eso va a seguir. Esto es un tornillo sin fin: él tiene que insistir en que se queda y así los otros lo respaldan porque va a perdurar, pero eso también es una fantasía, porque esta situación no puede seguir de aquí hasta el año 2021″.

– ¿A qué niveles está llegando la violencia en Nicaragua?

- El primer indicador son los números. Aquí vamos ya por casi por 300 muertos, pronto serán 500; es decir, imagínese usted 500 muertos por la represión en un país como Costa Rica, eso es totalmente inimaginable. Ese es el primer shock de la muerte. Lo que esta muerte significa en el seno familiar, en los barrios, en las comunidades, en los círculos de amigos, en los compañeros universitarios de los muertos. Cada muerto tiene un impacto social y familiar enorme, porque estamos hablando de un país con casi seis millones de habitantes.

“En segundo lugar, la seguridad ciudadana es cero, porque un día los encapuchados entran a una casa, se llevan del pelo a un muchacho, no vuelve a aparecer o aparece en un centro de detención y nadie da razón. Hay decenas de madres en las puertas del famoso Chipote, que es el centro de detención militar, preguntando por sus hijos, por sus parientes o por sus esposos. No hay garantías judiciales ni legales para nadie, vamos como de una suspensión del Estado de derecho y todo se está haciendo frente a los organismos humanitarios internacionales que están aquí, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, la Unión Europea, eso no parece que les importara nada. Cuando estas comisiones piden entrar a los centros de detención a veces los dejan ingresar y otras veces les prohíben la entrada. No hay ningún pudor en esta situación, entonces no hay ninguna seguridad jurídica. Eso, más el número de muertes, más lo despiadado de la represión, pues puede dar idea del trauma que el país está viviendo”.

– ¿Qué queda del Daniel Ortega que usted conoció y al que acompañó en la vicepresidencia durante el primer gobierno?

- Estamos hablando de algo que ocurrió hace 35 años y yo no he tenido ninguna oportunidad de volver a verlo, entonces no sé qué responderle en este sentido, son dos situaciones muy lejanas en el tiempo y completamente diferentes. Lo que estamos viendo aquí es un gobierno represivo como muy pocos que hemos enfrentado en el país, y él está a la cabeza de ese gobierno.

– ¿Cómo ha cambiado la cotidianidad en Nicaragua desde que empezó la represión?

- Las universidades están cerradas desde hace tres meses y los colegios también. Los colegios públicos funcionan a un 10%, a ningún padre de familia se le ocurre enviar a su hijo al colegio. La vida termina aquí a las 5 de la tarde, todo el mundo va buscando su casa. No hay vida nocturna en Managua, es exponer la vida andar por la calle después de las 6 de la tarde. La vida social ha cambiado muchísimo, entonces es una situación de encierro. Esto no quiere decir que la gente actúe con cobardía, la gente actúa con precaución, porque aquí las marchas se siguen dando multitudinariamente. La gente sale a manifestarse dejando atrás el temor, y cada vez que hay una masacre o un ataque la gente sale a manifestarse a la calle y salen por miles. En este sentido, siento que esto está lejos de ser una batalla perdida en la medida en que el espíritu de la gente sigue alto.

– La parte novedosa también es que se ha perdido el temor guardado por mucho tiempo.

- Sí, hubo una explosión, yo no diría de valentía, sino de atrevimiento de la gente, de dejar atrás el temor y salir a expresar. Antes, aquí nadie daba opiniones con su cara y con su nombre, ahora la gente sale en la televisión y a pesar de que se expone a la represión, pues habla con su nombre, da el rostro y expresa lo que siente. Eso me parece que es un cambio profundo para Nicaragua. Creo que el país está en medio de una decisión irreversible de llegar a tener un régimen de justicia, libertad y democracia, y como lo vamos a conseguir por medio de la vía cívica y no por medio de la vía armada me parece que las posibilidades de que esta democracia pueda llegar a ser duradera son mucho más seguras que si esto dependiera de una victoria armada otra vez contra una dictadura, y entonces nos exponemos a que el que triunfa con las armas tiene la tentación del poder absoluto. Eso no lo vamos a tener porque esta es una lucha cívica.

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– ¿Se percibe un gobierno desconectado de la realidad, por ejemplo cuando Rosario Murillo llama ‘minoría de odio’ a los manifestantes opositores o pide ‘limpiar’ las ciudades de barricadas?

- Creo que ese discurso de doña Rosario Murillo es un discurso engañosamente intencionado, dice todo lo contrario a lo que está ocurriendo, pero eso es una estrategia. Los hechos que ellos mismos generan los califican de terroristas, pero culpando a la población civil. Es un discurso muy bien calculado para mantener cohesionados a sus partidarios. A la sociedad civil ya nadie la engaña, aquí la gran arma son las redes sociales. Aquí todo el mundo está informado al minuto de todo lo que pasando, cada ciudadano se ha vuelto un periodista. Cada ciudadano no solo es camarógrafo, sino que narra los acontecimientos, es periodista sobre el terreno y en las redes circulan miles de imágenes y de mensajes todos los días, y eso nadie lo puede derrotar a menos que cegaran las fuentes de Internet y nos dejaran en el limbo.

– ¿El papel que está jugando la comunidad internacional podría resultar decisivo?

- El respaldo internacional es creciente, la presión es cada vez mayor y las declaraciones son cada vez más fuertes, como la del secretario general de las Naciones Unidas desde Costa Rica, la posición unánime de los expresidentes de Costa Rica, la declaración del presidente de Chile, de Argentina, la resolución que se va a votar (hoy) en la Organización de los Estados Americanos (OEA), que espero que sea una resolución contundente, la misma posición del Gobierno de los Estados Unidos, de la Unión Europea, pero eso no es suficiente.

“Un problema como este no se resuelve con declaraciones desde afuera. Agradezco muchísimo esas declaraciones y creo que ya son suficientemente fuertes. Hay una atención internacional sobre Nicaragua, eso es muy bueno, pero eso no va a solucionar el problema. Es una pieza en la solución del problema. Ese problema tiene que solucionarse aquí de alguna manera. Espero que nunca por la vía de una guerra civil, porque quizá lo que Daniel Ortega quisiera es provocar una guerra civil y entonces que la gente armada en desventaja pudiera ser masacrada más fácilmente y que a él le diera la oportunidad de llamar al Ejército a las calles, algo que no ha podido hacer hasta ahora. Una lucha cívica nunca la ha experimentado el país, una resistencia ciudadana como esta es una experiencia nueva para Nicaragua, pero yo creo que es la única arma que tenemos. Si resistimos de manera cívica, esto puede ser que sea complejo, que no pueda tener resultados a largo plazo, pero insisto en que esta batalla política Ortega la tiene perdida. El cómo se va a organizar su salida ese es otro asunto, pero él tiene que volver a la mesa del diálogo, porque aquí él está solo, rodeado de paramilitares y de una Policía cada vez más desacreditada. El resto de la sociedad está en su contra: la Iglesia católica, la empresa privada, la sociedad civil, los estudiantes, los jóvenes, la gente de los barrios, los campesinos. Un gobierno aislado, mientras la economía se está cayendo a pedazos, pues no tiene la capacidad de mantenerse".

– ¿Falta más solidaridad con Nicaragua por parte de los gobiernos centroamericanos?

- Ha habido distintas etapas en esto. Primero, me parece que cuando se reunió el SICA (Sistema de la Integración Centroamericana), Ortega logró que sacaran una resolución como decimos en Nicaragua “gallo-gallina”, una de estas resoluciones flojas que llaman a todas las partes a cesar la violencia venga de donde venga. Si aquí no hay violencia de todas las partes, el ocultar eso ya me parece que es cómplice; es decir, la violencia venga de donde venga, pero eso es una hipocresía, porque aquí la violencia se sabe de dónde viene. Esa etapa ya fue superada y los otros gobiernos centroamericanos se han venido acercando a la posición firme que tuvo Costa Rica desde el principio: exigir que cese la represión gubernamental, hay que llamar a las cosas por su nombre. Ahora las declaraciones que he leído de los gobiernos de Guatemala, de Honduras, de Panamá, están en sintonía con la declaración de Costa Rica. Me parece que en ese sentido hemos venido avanzando en esta declaración de 13 países que incluso firma Guatemala, ya el tono es diferente. Me parece que mañana (hoy) habrá un bloque considerable de países en la misma sintonía cuando se abra la reunión del Consejo Permanente de la OEA.

– ¿Cuán desacreditada está la OEA en Nicaragua, luego de que Luis Almagro negoció ‘por debajo de la mesa’ un calendario electoral con Ortega?

- No creo que lo esté en este momento. Lo que pasa es que Almagro estaba actuando bajo la creencia de que Ortega era serio cuando se comprometió para el adelanto de las elecciones para marzo y el mismo Almagro lo declaró en la sesión de la OEA, que Ortega le había prometido el adelanto de las elecciones y luego se había echado para atrás. Entonces, me parece que la posición de Almagro es muy firme y clara en consonancia con la inmensa mayoría de los países de la OEA que se han pronunciado. Creo que la OEA es un instrumento político, multilateral, importante para ayudar a la solución de este conflicto. Me parece que la resolución que está circulando sería de gran apoyo y ojalá se dé.

– ¿Qué piensa de sectores de izquierda latinoamericana como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (El Salvador) y el expresidente uruguayo José Mujica que ante la matanza en Nicaragua guardan silencio?

- Me parece que en este sentido también las cosas van cambiando. Lo que pasa es que aquí hay una izquierda ortodoxa y obsoleta que se siente comprometida a defender a aquellos gobiernos que se llaman de izquierda, como el de Venezuela o el de Nicaragua, cuando no se comportan como gobiernos de izquierda, tal como yo he entendido desde mi juventud la izquierda, como una fuerza ética, que defiende ideales de cambio en la sociedad, no como una fuerza que asesina y comete los mismos atropellos que las dictaduras de derechas del cono sur en el pasado. Cuesta en estos esquemas ideológicos, cerrados a esta izquierda, entender que lo que está ocurriendo en Nicaragua no es una maniobra del imperialismo yanqui, como Ortega dice y estos altavoces internacionales repiten.

“Esto es un movimiento auténticamente popular, es el pueblo de Nicaragua el que está en la calle queriendo alcanzar la democracia, esto no es una maniobra de nadie, no es una conspiración de nadie, entonces estos son clichés ideológicos obsoletos, pues que todavía este sector anticuado de la izquierda utiliza”.

– ¿Usted ha recibido algún tipo de amenaza recientemente?

- Personalmente no, pero yo sé en lo que estoy. Estoy en una lucha frontal, cívica, acompañando a la gente. Sé que tengo una voz como intelectual, como escritor y estoy obligado a usar esa voz en favor de la democracia en Nicaragua y para acompañar el sufrimiento del pueblo. Entonces, no sé cuánto costo tendrá para mí elevar mi voz, pero yo voy a seguirlo haciendo porque siento que es mi deber.

– El Ejército ha efectuado algunos llamados al cese de la represión; sin embargo, se le ha notado comedido. ¿Cómo evalúa su papel?

- En este debate institucional, donde todas las instituciones son cadáveres, pues el Ejército se conserva como una institución intacta, y hasta ahora el Ejército orgánicamente no ha participado en esta represión. Lo que mucha gente comienza a resentir es que el Ejército permita que grupos paramilitares armados hasta los dientes con armas de guerra salgan a la calle impunemente y el Ejército no cumple su deber constitucional de desarmarlos, porque el Ejército tiene el monopolio del uso de las armas de guerra y no debería de permitir que otras personas enmascaradas, por mucho que estén acompañadas por la Policía en operaciones combinadas, usen armamento que solo le está reservado al Ejército. Me parece que en este sentido el margen del Ejército se va reduciendo mucho; es decir, el discurso de neutralidad va perdiendo oportunidad en la medida en que la represión se incrementa, esta es una grave responsabilidad que el Ejército tiene frente a su propio futuro y frente a la sociedad nicaragüense. Yo he defendido el papel institucional del Ejército, he pensado que hay que preservar su papel como una institución que va a ayudar en una transición para garantizar la estabilidad, porque en una transición política-civil-cívica vamos a necesitar elementos de estabilidad, pero el silencio del Ejército en cuanto a la existencia de estos grupos paramilitares debo reconocer que está dañando su imagen. Tienen que tomar algún tipo de decisión.

– ¿Se puede confiar en los empresarios ahora, luego de que estuvieron por muchos años en alianza con el Gobierno?

- Los empresarios tuvieron una alianza aquí con el Gobierno y yo prefiero verlos en pasado, este es un momento en el que todos estamos juntos, hay un frente común en busca de la democracia y los empresarios están jugando un papel muy importante al ser parte de esta alianza. Lo que hicieron en el pasado no me importa mucho, me importa lo que están haciendo ahora. Hay gente que se equivocó, que no se equivocó, pero veámoslo en pasado. En este momento hay una alianza aquí firme, entre empresarios de todo tamaño, para encontrarle una solución democrática a esta situación que se volvió irreversible a partir de que mataron a los primeros muchachos del 18 de abril en adelante. Que vuelva a existir una situación como la de antes de abril donde había este entendimiento entre los empresarios y el Gobierno eso ya no es posible, esa etapa se agotó, lo que va a surgir de aquí es algo nuevo con la participación de los empresarios necesariamente.

“Esta es una economía de mercado; por lo tanto, los empresarios tienen un papel. Lo que no se va a poder separar en el futuro que es lo que Ortega trató de hacer con ellos eso de que yo me ocupo de la política y ustedes se ocupan de su negocio. No, la política es parte de todo y sobretodo cuando se trata de sustituir dictadura por democracia”.

– ¿Usted considera que esta lucha cívica no se va a acabar hasta que se encuentre una solución democrática?

- Yo creo que sí, creo que las energías de la gente están enteras y que por muchos reveses que se reciban, por muchos reveses que el Gobierno logre infligir en términos de muerte, retoma de bastiones de la resistencia, la lucha va a tomar otros caminos cívicos. Insisto mucho en esa palabra, no podemos abandonar esta experiencia de cambiar esta situación por medios absolutamente cívicos.

– ¿Esta situación podría desgastar al presidente nicaragüense hasta acabar por sacarlo del poder?

- Creo que el aislamiento político en el que se encuentra, la animadversión de la sociedad en contra del régimen y el deterioro acelerado de la economía más la presión internacional, son factores que se van a acumular para ofrecer algún tipo de resultado nuevo. Toda resistencia es difícil, esto no va a ser de la noche a la mañana. Se necesita perseverancia, se necesita resistencia y lo que el pueblo de Nicaragua tiene que es el espíritu de lucha cívica. Ese es el gran motor.

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Nota del redactor: El expresidente uruguayo José Mujica se refirió este miércoles 18 de julio a la situación en Nicaragua y criticó al gobierno de Daniel Ortega por la represión.