El conflicto armado en Siria, que ya entra en su quinto año, incluye muy disímiles protagonistas y salpica a los países vecinos.
Turquía y los kurdos. Turquía se opone al Estado Islámico (EI), pero en los enfrentamientos en zonas fronterizas con Siria adoptó una actitud bastante ambigua e intervino para evitar que fuerzas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) pudieran llegar a la ciudad de Kobane a apoyar a los kurdos. La razón: el PKK es el gran enemigo de Turquía.
La gran mayoría de los voluntarios europeos que van a combatir con el EI usan Estambul como el mayor puerto de entrada y el Gobierno no hace nada por impedir ese paso.
El papel de Israel. Israel ha intervenido en la guerra de Siria con bombardeos quirúrgicos, pero tiene el mismo dilema que Occidente: Bashar al-Asad o el EI, explica el especialista Zidane Zeraoui.
Además, enfrenta el riesgo de la radicalización de los palestinos. “Alrededor de 2.500 árabes israelíes han ido a combatir con EI. Esto jamás se había producido. Además, hay células del EI que se están generando en Cisjordania. Muchos jóvenes encuentran ahí una probable respuesta a su miserable condición. Hay una radicalización palestina que no es la de Hamás”.
Líbano en peligro. Líbano ha sido el país más castigado por la inmigración siria. Cerca de 1,3 millones de refugiados están en el país, un poco más de la cuarta parte de su población.
Sergio Moya destaca que Hezbolá ha combatido solo a su enemigo Israel. Pero ahora está involucrado en Siria, peleando una guerra ajena y ayudando al régimen de Asad. Tiene también presencia en Irak donde es parte de la resistencia contra el EI. Inclusive en Líbano “hay zonas del norte donde hay un conflicto abierto entre chiitas alauitas (simpatizantes del régimen de Damasco) enfrentados a sunitas salafistas. Hay atentados terroristas”.