Doha. Los negociadores del gobierno afgano expresaron el domingo un optimismo prudente respecto al avance en cuestiones espinosas como el alto el fuego durante el segundo día de conversaciones de paz en Doha, antes de comenzar a discutir puntos esenciales con los insurgentes.
En la ceremonia inaugural del sábado, en presencia del secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo, el gobierno afgano insistió en un alto el fuego. Los talibanes, por su parte, que combaten al gobierno y Estados Unidos desde que fueron expulsados del poder en 2001, no mencionaron ninguna tregua.
Sin embargo, el negociador del gobierno afgano, Abdulá Abdulá, afirmó a la AFP que los talibanes podrían aceptar un alto el fuego a cambio de una nueva liberación de prisioneros.
El domingo, las discusiones deben tratar sobre cuestiones esenciales como la búsqueda de un alto el fuego permanente. Los comités técnicos de las dos partes elaborarán una agenda para las negociaciones, cuya duración no fue determinada.
“Esperamos reunirnos pronto con los cinco miembros del grupo de contacto de los talibanes”, declaró Nader Naderi, un negociador del gobierno. “Será la segunda reunión de trabajo entre nosotros. Estamos entusiasmados y listos a poner fin a esta guerra”, añadió.
La reunión del sábado fue “muy positiva”, subrayó Habiba Sarabi, otra negociadora del Kabul.
‘Un error’
“Nos enfrentamos sin duda a numerosos desafíos en las negociaciones en los próximos días, semanas y meses”, reconoció Mike Pompeo durante su breve visita en Doha, después de haber instado a los beligerantes a “aprovechar la oportunidad” de hacer la paz para las futuras generaciones.
Diecinueve años después de la intervención internacional liderada por Estados Unidos tras los mortíferos atentados del 11 de septiembre de 2001, y que expulsó a los talibanes del poder, la guerra sigue matando a decenas de personas a diario.
Unas horas después de la sesión inaugural, seis policías murieron por la noche en un ataque de los talibanes en Kunduz (norte), mientras que cinco agentes murieron en otro ataque en la provincia de Kapisa, cerca de la capital.
Dos civiles resultaron heridos en la explosión de una mina terrestre en Kabul.
“Provocar más derramamientos de sangre [durante las conversaciones] es un error pues ningún bando puede ganar la guerra”, comentó Abdulá Abdulá el domingo.
El negociador jefe de los talibanes, Abdul Ghani Baradar, recordó durante la ceremonia de apertura el deseo de los insurgentes de ver Afganistán gobernado por un “sistema islámico” donde la ley sea dictada por un islam rigorista.
Por el contrario, el gobierno del presidente afgano Ashraf Ghani insiste en mantener la joven república y su Constitución, que ha consagrado muchos derechos, sobre todo a las minorías religiosas y a las mujeres, que serían las grandes perdedoras de un regreso a las prácticas vigentes bajo el yugo de los talibanes (1996-2001).
‘Equipo diversificado’
Cuatro mujeres figuran entre los 21 negociadores del gobierno. Del lado de los talibanes, ninguna.
“Los talibanes formaron un equipo bastante diversificado que representa tanto a los partidarios de la línea dura como a los moderados, así como personas que tienen sólidas referencias islámicas”, declaró a la AFP Ashley Jackson, investigador en el Overseas Development Institute.
Abdulá y Baradar fueron recibidos por separado por el emir de Catar, jeque Tamim bin Hamad al Thani, que abordó con ellos las perspectivas de paz en Afganistán, según los medios oficiales.
Estas conversaciones de paz se retrasaron seis meses debido a profundos desacuerdos sobre el canje de prisioneros.
El gobierno afgano ya ha liberado a 5.000 insurgentes a cambio de mil miembros de las fuerzas afganas, como parte del intercambio previsto en un acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes firmado en febrero en Doha.
Este texto prevé la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán de aquí a marzo de 2021 a cambio de vagas garantías de los talibanes, incluida la celebración del diálogo interafgano en Doha.
Muchos afganos temen el regreso al poder, parcial o total, de los talibanes, que controlan la mitad del territorio afgano y se hallan en posición de fuerza en estas conversaciones desde la firma del acuerdo con Washington.
La guerra en Afganistán mató a decenas de miles de personas, incluidos 2.400 soldados estadounidenses, y provocó la huida de millones de habitantes. El conflicto ha costado a Washington más de un billón de dólares.