Un nuevo gobierno se instala este viernes en Brasil liderado por Michel Temer, quien deberá adoptar medidas para rescatar al país de la crisis e intentar sobrevivir al escándalo de corrupción que precipitó la salida de Dilma Rousseff.
"Tenemos poco tiempo, pero nos esforzaremos por implementar las reformas que Brasil necesita", dijo Temer, del partido de centro derecha PMDB, al asumir el jueves la presidencia en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo.
Tras meses de agitación politica, el Senado decidió el jueves abrir un juicio contra Rousseff y apartarla de su cargo por seis meses como máximo, mientras evalúa si merece ser definitivamente alejada del poder por maquillar las cuentas públicas.
"Es preciso recuperar la credibilidad de Brasil en el escenario nacional e internacional con medidas que corten el gasto público y atraigan inversiones", dijo Temer, abogado constitucionalista de 75 años, rodeado de un ya cuestionado gabinete, en particular por la ausencia de mujeres y negros.
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Entre los miembros del gabinete está el expresidente del Banco Central Henrique Meirelles, quien será el nuevo ministro de Hacienda, y el economista José Serra, exgobernador de Sao Paulo, que estará al frente de Itamaraty, el ministerio de Relaciones Exteriores.
Los mercados ven con buenos ojos a Meirelles, expresidente del Banco Central durante la presidencia de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), recordado por la ortodoxia con la que logró controlar la inflación y sanar la economía de Brasil.
Meirelles dará este viernes más detalles sobre las medidas de shock para sacar a Brasil de la peor recesión de los últimos 25 años, que se pudieron entrever en el plan conocido como "Un puente para el futuro" de Temer.
No será nada fácil. Temer puede enfrentar una feroz oposición de la izquierda y muchos de los problemas que acosaron a Rousseff, especialmente una economía destrozada (registró una fuerte contracción de 3,8% del PIB en 2015), demasiado dependiente de un precio elevado del petróleo, el mineral de hierro y otras materias primas.
Además muchos de sus ministros y aliados políticos están en la mira de los fiscales que investigan el megafraude a la estatal Petrobras, lo que le resta credibilidad.
Sobre todo porque llegó al poder sin el aval que dan las urnas y con un bajísimo apoyo popular: apenas entre 1% y 2% de los brasileños votarían por él para presidente, según un sondeo reciente.
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Temer aseguró el jueves que no obstaculizará la investigación del mayor escándalo de corrupción en la historia del país, bautizada "Lava Jato".
La suspensión de Rousseff, una exguerrillera de 68 años que se convirtió en la primera mujer en asumir el poder del gigante sudamericano en 2011, marca el fin de una era de la izquierda en América Latina.
Rousseff dejó la presidencia de Brasil por acusaciones de que ocultó déficit y engrosó las arcas con préstamos de bancos estatales durante su campaña a la reelección de 2014. Pero ella minimiza los hechos y asegura que el "traidor" de Temer le asestó un "golpe parlamentario".