Islamabad. AFP. El expresidente pakistaní Pervez Musharraf vive un arresto domiciliario de lujo en su mansión en las afueras de Islamabad, donde escribe sus memorias, esculpe su cuerpo de septuagenario y come solo lo que le cocina su chef por miedo a ser envenenado.
En el exclusivo barrio de Chak Shahzad, las granjas se suceden entre maizales y frutales. Al final de la calle se alza una casa de tejado verde oliva con muros rosa pastel y arquitectura inspirada en construcciones tradicionales marroquíes.
En medio de este paisaje, 300 policías, paramilitares, soldados, francotiradores y fuerzas antiterroristas están desplegados alrededor del edificio para proteger al “preso Musharraf”, de 70 años.
Numerosos grupos islamistas pakistaníes sueñan con acabar con el hombre que se alió con la “guerra contra el terrorismo” estadounidense en el 2001.
Salvador detenido. El expresidente del único país musulmán dotado de la bomba nuclear regresó en marzo con el objetivo declarado de “salvar” a Pakistán. Pero pronto acabó en arresto domiciliario en esta mansión, que tiene una superficie de 1.100 metros cuadrados.
Es una residencia acabada en la época en la que Musharraf vivía en el exilio entre Londres y Dubái, después de haberse visto obligado a dejar el poder en agosto del 2008. “Por tanto, durmió en ella por primera vez a su vuelta (a Pakistán) este año”, aseguró el arquitecto Hamad Husain.
La Justicia pakistaní reabrió los expedientes heredados de los años de Musharraf en el poder. El exgobernante acabó acusado de haber asesinado en el 2006 a Akbar Bugti, jefe rebelde de la provincia de Baluchistán (sudoeste), y a la ex primera ministra Benazir Bhutto al año siguiente. También de haber destituido a jueces.
Hace poco surgieron nuevas acusaciones por la sangrienta operación militar contra islamistas atrincherados en la Mezquita Roja de Islamabad en el 2007.
En su casa decorada, según el arquitecto, con fotos de dirigentes del planeta y sables, y un valioso pedazo de tela que envolvió la kaaba, el monumento de La Meca, Musharraf no está de brazos cruzados.