Se congeló en el tiempo. Sí, literalmente se congeló. El cuerpo de uno de los hombres que intentó desafiar las alturas yace entre los caminos que llevan a la cima del planeta, con sus botas neón aún amarradas.
No tiene nombre. Nadie conoce, con certeza, su identidad. Sin embargo, su leyenda se mantiene viva en el gremio de los más osados escaladores del mundo, quienes le bautizaron como Botas Verdes.
Permaneció durante casi dos décadas en una especie de tumba expuesta, al lado de una caverna, a vista y paciencia de quienes intentaron conquistar el Everest, como un recordatorio de lo frágil que se torna la vida humana a más de 8.500 metros sobre el nivel del mar y a muchos grados bajo cero.
Desapareció en el 2014 de la misma manera: como un mensaje del mismísimo Everest, que advierte sobre cuán atroces son sus entrañas.
Nadie ha visto a Botas Verdes desde entonces. Quizá, en parte, porque nadie logró alcanzar la cima de ese monte en todo el 2015, un fenómeno que no se registraba desde 1974, de acuerdo con el diario español El Mundo.
Botas Verdes es el cadáver más famoso del Everest, pues se convirtió en un punto de referencia. Desde el 2014, nadie lo ha vuelto a ver.La teoría más popular es que se trata de Tsewang Paljor, un policía tibetano que llevaba unas botas marca Koflach cuando intentó alcanzar el pico más alto de la Tierra, en 1996.
Él y sus compañeros de expedición fueron envueltos por una trágica tormenta que llegó un día antes de lo esperado y que cobró la vida de ocho personas. Dicha catástrofe fue inmortalizada por el best seller Into Thin Air y por la cinta Everest, estrenada el año pasado.
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Una década más tarde, en el 2006, al lado de Botas Verdes falleció el británico David Sharp, un ambicioso alpinista que insistió en subir al Everest en solitario, sin tener la experiencia que requiere un reto de tal magnitud. La prueba está en que apenas llevaba la mitad de los tanques de oxígeno que se utiliza en las expediciones comerciales.
Antes de partir, le dijo a su madre que no se preocupara. “Ahí nunca estás solo, hay gente por todos lados”. Craso error.
Se cree que el británico logró llegar hasta la cima, pero descendió en una de las noches más frías. Afectado por la falta de oxígeno, Sharp cayó rendido en la caverna en la que alguna vez intentó resguardarse Botas Verdes.
Cuando los otros escaladores lo divisaron, creyeron que estaba muerto o a punto de fallecer. Según El Mundo, al menos 40 montañistas pasaron a su lado ese día, pero nadie lo ayudó, excepto un sherpa (guía) que le compartió su propio tanque de oxígeno. Sin embargo, ya era tarde y el hombre, de 34 años, no logró sobrevivir.
“La muerte de Sharp, lejos de haberse considerado un accidente, ha conseguido sacar de sus casillas a los mejores alpinistas del mundo, que critican duramente las expediciones comerciales que han tomado el campo base del Everest, y ‘que solo se preocupan de subir a sus clientes sin importarles si se deja a alguien en el camino’”, señala El Mundo .
Su cuerpo pudo ser rescatado hasta un año después.
No se sabe con exactitud cuántos cadáveres se tragaron las entrañas del Everest hasta ahora, pero son más de dos centenares.
Algunos de los cuerpos permanecen conservados debido a las bajas temperaturas, como el de la llamada Bella Durmiente.
Su nombre era Francys Arsentiev y fue la célebre primera mujer estadounidense que llegó a la cima del Everest sin ayuda de tanques de oxígeno.
En 1998, emprendió aquel tercer intento junto a su esposo Sergei. Previo a marcharse, ambos conversaron con su hijo de 8 años y sobre el riesgo que implicaría la odisea.
La pareja efectivamente alcanzó la parte más alta del Everest, pero se separaron durante el descenso, en medio de la oscuridad de la noche. Al llegar abajo y no hallarla, Sergei tomó tanques de oxígeno adicionales y subió de nuevo a buscarla.
Al día siguiente, otros expedicionistas hallaron a Francis seminconciente y le suministraron oxígeno.
“No me dejen morir aquí”, suplicó la mujer. Sin embargo, falleció unos minutos después, y quedó boca arriba, en medio de las rocas, lo que le valió el seudónimo con el que se le conoce.
Esos mismos alpinistas se toparon con Sergei en el camino. Fue la última vez que alguien lo vio con vida.
Catástrofes recientes
Tan solo el año pasado, el gigante de hielo cobró la vida de 22 escaladores, quienes no lograron escapar de la avalancha que provocó el terremoto de Nepal el 25 de abril. Exactamente un año antes, otra avalancha había ocasionado la muerte de 16 sherpas.
Un helicóptero de rescate recogió el año pasado a los heridos y fallecidos por el terremoto de Nepal. Foto: AFPEl primero de esos aludes, el del 2014, fue el que puso una clara señal de alerta en el sueño del costarricense Rodrigo Solano, de 27 años, de conquistar la cima del mundo.
Era sábado y el sherpa que lo acompañaría, el nepalí Asha Gurung, de 28 años, había salido a las 6:30 a. m. junto a otros guías a preparar el camino para el ascenso por el paso Khumbu. Entonces, el Everest decidió azotar las tierras con su devastadora furia.
“Estaba en el hotel en Ranthambore, prendí la televisión y dijeron ‘Avalancha en el monte Everest’. Pensé que era una más, pero no de la magnitud y el nivel de catástrofe de lo que fue. Ha sido la que más vidas ha cobrado ahí en toda la historia del montañismo”, relató Solano a La Nación.
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“Fui a la recepción y tenía siete correos del equipo; leí que la avalancha había cobrado vidas, pero no podía asimilar que dentro de los que murió estaba Asha, el sherpa que estuvo conmigo, que me guió, cuidó y acompañó”, agregó.
En este 2016, el Everest aguarda por la visita de nuevos escaladores que intenten abrirse camino para alcanzar la punta más alta del planeta. Los cuerpos que yacen en la nieve también esperan para advertir que las alturas y la vida humana no son compatibles.
Nota del editor: El año de defunción de Tsewang Paljor fue corregido.