Centroamérica es una región altamente vulnerable a los efectos del cambio climático revelan investigaciones y estudiosos del tema que coinciden en ese punto.
Entre los factores que acentúan esa condición resultante del calentamiento global figuran la producción anual intensiva de cultivos en laderas, prácticas agrícolas que degradan suelos, deforestación continuada y el levantamiento de asentamientos en zonas de riesgo (para sembrar o para vivir). A ello se suman fenómenos naturales cada vez mas intensos.
En el 2009, Centroamérica sufrió escasez de agua debido al fenómeno de El Niño que alejó las lluvias entre julio y setiembre; lapso clave para siembra en el llamado Corredor Seco centroamericano que comprende el este de Guatemala, norte de Nicaragua y el sur de Honduras. Esto afecto la disponibilidad de alimentos de acopio de las familias campesinas en esas áreas.
Este ano, en cambio, el temor es por una temporada de tormentas y huracanes mas fuerte de lo usual.
“El impacto del cambio climáticos es más frecuente con sequías, inundaciones y deslaves que afectan producción, comercio, medios de vida e infraestructura en zonas rurales; impacto que persiste mucho después de pasada la emergencia natural” explica Manuel Jiménez, especialista en políticas, comercio y negocios del agro del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Otro aspecto que complica esta circunstancia, añade Jiménez, es que la destrucción sostenida de cultivos, ganadería e infraestructura productiva genera desempleo en las zonas afectadas, lo cual conduce a una migración de mano de obra que, en ultimo término, afecta el proceso de recuperación.
“Imagínese que cuando una familia productora lo pierde todo, de inmediato deja de ser sujeto de crédito y así es realmente difícil salir adelante”, enfatiza Jiménez.
Precisamente, el especialista considera que un área estratégica donde los gobiernos siguen sin marcar la diferencia es en el suministro oportuno al agro de información climática que genere una mejor toma de decisiones.
“A veces, a falta de alertas, los campesinos, en especial en el Corredor Seco, cultivan y luego pierden esa cosecha. Con alertas tempranas se previene una siembra en riesgo y esos recursos ahorrados bien bien podrían utilizarse de forma distinta”, concluyó.