Hace 25 años, Anabelle Mora Rodríguez y su esposo Édgar Morales, partieron de Costa Rica a buscar el sueño americano; uno que les ha dejado muchas bendiciones, pero también días de pesadilla como el de ayer.
Desde Brentwood en Long Island (Nueva York), esta abuela de 55 años oriunda de San Joaquín de Flores narró cómo sufrió el paso del huracán. Lo que sigue es una parte de su relato:
“Había mucha precaución que tomar. Recogimos todo objeto peligroso del patio y nos preparamos con alimentos y agua. Hice pan casero y otros alimentos fáciles de cocinar en una cocina de leña en el patio. El sábado desde temprano me di cuenta de que mi fe en Dios y la Virgen me habían dado mucha seguridad ante lo desconocido.
”A partir de las 7 p. m. del sábado, sí hubo más lluvia y vientos fuertes y ya solo nos restaba esperar a que en la madrugada llegara lo peor”.
“Nos fuimos a descansar pasadas las 11 p. m. y me desperté a las 5:52 a. m. Pude darme cuenta de que estábamos enfrentando el paso del ojo del huracán, pero, por lo que veía por las ventanas, no teníamos daños en nuestra propiedad. Mis macetas con tomates estaban volcadas, Dios sabrá el resto de la huerta.
”Sí teníamos luz, servicio de cable e Internet. Pudimos desayunar con cafecito caliente; toda una bendición para mí.
”Dos horas más tarde, los vientos y ráfagas se intensificaron y la casa se estremecía. Me embargó un temor que no había aflorado, sino hasta ese momento. El terror era que se viniera un viento muy fuerte y se llevara la casa. Nunca viví esta experiencia. Para mí es muy difícil.
”Algunas ramas se quebraron en los árboles y todo fue pasando. Ahora puede decir que Irene es parte de nuestra historia en Long Island”.