Se atribuye a Einstein esta frase: el interés compuesto es la octava maravilla del mundo. Quien lo entiende, lo gana… quien no, lo paga. Y esta: el interés compuesto es la fuerza más poderosa del universo. Es el descubrimiento matemático más grande de todos los tiempos.
Estamos hablando de crecimiento exponencial. Recuerden al chico a quien su padre no le quería dar ¢5.000 por semana, proponiéndole entonces que le diera un céntimo hoy, y que cada día duplicara lo que le había dado el día anterior. El padre calculó rápidamente que al final de la semana solo le estaría dando sesenta y cuatro centavos y aceptó. Si hubiera seguido calculando, habría encontrado que en el día 31 debería estar entregando cerca de ¢11 millones.
Así crecen las poblaciones humanas. Y las poblaciones de conejos con mucha más velocidad. Y, para nuestro pesar, las poblaciones de bacterias. Progresión geométrica se le llama a eso en el colegio. Y en la literatura innovadora de hoy, se le anda denominando crecimiento exponencial.
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¿Qué otras cosas crecen exponencialmente? Por ejemplo, los buenos hábitos sociales. Si alguien recicla su basura y dos lo imitan, y dos imitan a los dos primeros imitadores, se logra un impacto impensable. Si alguien se hace consciente del daño que nos hace como sociedad la maledicencia y el lenguaje violento en los medios electrónicos, y su actitud encuentra varias generaciones de imitadores, se podrían oxigenar las redes de la noche a la mañana.
Menos sujeto a la aritmética pero igualmente exponencial es el efecto de los buenos hábitos personales. Ingestas más cuidadosas, se traducen en mejor peso, más energía, más disposición al ejercicio, mejor humor, más disposición al trabajo constructivo.
Dedicar menos tiempo a lo banal, deja más tiempo libre para lo importante, pensamiento más serio, contacto con fuentes de crecimiento personal más eficaces, como mejores lecturas, conversaciones, reflexiones… ¿O nos imaginamos a Kant dedicándole dos horas a un partido del campeonato nacional de fútbol?
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En simple, lo que va envuelto en el crecimiento exponencial, es la consideración seria del largo plazo. Según los economistas solo se puede invertir lo que se ahorra. Ahorrar es posponer el consumo, posponer la satisfacción. Invertir no es gastar. Es agregar potencia a la capacidad productiva: comprar una máquina, drenar un terreno, construir una planta industrial.
En el ámbito personal, es aprender, adquirir destrezas, mejorar las relaciones interpersonales, formar mejores hábitos. Pongamos nuestros minutos de tiempo y nuestros ergios de energía, a crecer exponencialmente. A corto plazo, es más tentador mirar una película que reflexionar sobre cómo aprendemos, producimos o vivimos. Y hacerlo un día tiene un efecto minúsculo, pero acumulado en el largo plazo hace la diferencia entre lo que llegamos a ser y lo que pudimos haber sido.
Esta inquietud surge de un blog de Farnam Street, sitio que recomiendo enfáticamente: https://fs.blog/2018/10/long-game/