Para revolucionar la educación costarricense, la contribución de los docentes es medular. No esperemos milagros. Basta con los que ya ocurrieron: que existan personas que dediquen su vida a educar a nuestros niños y jóvenes, es un don que debemos agradecer. Hay cambios positivos en marcha. Exploremos para encontrar otras mejoras realizables.
Hay docentes que se sienten frenados, limitados, cuyas inquietudes van más allá de lo que tradicionalmente se espera de ellos. Existe en los maestros una energía potencial que debemos desatar. Una tarea tan delicada, tan imperceptible, tan personal, tan artística, como ayudar a otro a aprender, debe contar con grados de libertad. Sin temor, hay que empoderarlos, aumentar su discrecionalidad para que innoven eficazmente.
Facilitémosles todo el apoyo tecnológico posible. Recursos tales como la Academia Kahn y diez canales de Youtube especiales para estudiantes y CrashCourse y Ted-Ed, representan un arsenal para ellos. Pongámoslos en contacto con el programa Engineering is elementary que lidera Christine Cunningham. Enseñemos ciencias, pero a la vez, desarrollemos deliberadamente la actitud científica. Hay más actitud científica en una observación en el patio de la escuela, que en memorizar la historia de cómo se descubrió el elemento radio.
Hagamos un inventario y ordenamiento de todos los contenidos de apoyo al trabajo cotidiano de los docentes que existen en la Red. Establezcamos vasos comunicantes entre los docentes que tienen más contacto con recursos de impacto, a fin de que se conviertan en mentores de los demás. Estos recursos podrían ser experiencias, métodos, fuentes de información. Establezcamos y gestionemos redes que creen sinergias entre los docentes.
Pongamos a disposición de los docentes la información cuantitativa que se ha venido reuniendo, sobre dificultades específicas con las cuales tropieza el proceso de aprendizaje sobre ciertos conceptos. Clarifiquemos cuáles son los conceptos-umbral, aquellos sin los cuales no se puede ir más allá en una determinada disciplina.
Conectemos los núcleos –docentes, escuelas, procesos– que andan bien, aprendamos de ellos, busquemos explicaciones de por qué funcionan. Tal vez podríamos descubrir que ya ellos contienen elementos de un nuevo ADN nacional.
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