Celebrar la luz nos recuerda la necesidad de ser más empáticos, más generosos, más conscientes de nuestra responsabilidad.
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Por Álvaro Cedeño
Este domingo comenzó el adviento para los católicos. ¿Ofrece algo la festividad para los no creyentes de buena voluntad? ¿Conviene buscar la luz? ¿Conviene esperar un mundo mejor? Imaginemos esta metáfora secular. Unos ni miran ni se interesan por la luz. Otros caminan directamente y a paso firme hacia ella. Y grandes mayorías caminan en espiral hacia un lejano centro de luz. Siempre presente la voluntad de ir hacia ella. Siempre conscientes de cuán lentamente se acercan.
Buscan la luz. Lo mejor. La superación. La autorrealización. El crecimiento. Pero tienen conciencia imperfecta de la necesidad y de los logros. Accionan con escasa diligencia y así, como Moisés, erran por el desierto 40 años, siempre hacia la Tierra Prometida, siempre lejanos de ella.
Desde el punto de vista de la convivencia, celebrar la luz nos recuerda la necesidad de ser más empáticos, más generosos, más conscientes de nuestra responsabilidad. Así contribuiríamos al bien común: un ambiente donde es más probable ser mejores y más felices, el cual a veces esperamos que nos llueva del cielo.
Y desde el punto de vista personal podría clarificarnos el sentido. La razón de ser. Lo que justifica nuestros anhelos y esfuerzos personales. Podría ser el tener. O el poder. También podría ser el ser. Concebido sin límites. No estático. Trascendente, es decir, con móviles que van más allá del presente, más allá del yo, más allá de estas circunstancias.
Todo esto suena extraño desde fuera de la espiral, en el trajín diario, sin sosiego. Con las brújulas oscilantes que no logran fijar el norte; sin inquietud por esclarecer el sentido de nuestra vida.
Hay que caminar en la espiral con estos anhelos a la vista. Siempre los veremos a la misma distancia, pero realmente siempre estaremos más cerca. Tal vez nunca fundidos en la fuente de la luz, pero cerca de ella para reflejarla. Especialmente a los cercanos. Porque no importa no ser la luz. Lo importante es reconocerla. Y a la medida de nuestras limitaciones, reflejarla.
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