La Gloria: una tienda centenaria nacida entre telas, trajes y uniformes

Conserva solo una sucursal y ya no vende los géneros que dieron origen a la primera gran tienda por departamentos del país, pero su trayectoria tiene de todo, desde expansiones hasta incendios y bancarrotas

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Uniformes y telas era lo clásico. Una visita a La Gloria ubicada en el centro de San José era para abastecerse de los géneros más nuevos para los trajes de moda en las décadas de los 80, 70, 60… También era lo mismo en los años 20, e incluso, en los primeros días del siglo pasado.

Las telas de La Gloria eran para todos los gustos. Dictaban las tendencias del momento en un local que, además, contaba con catálogos y figurines para que las costureras de la época pudieran diseñar en casa, lo más “in” de la moda extranjera. Pero la tela no discrimina. A como sirve para un buen vestido, también funciona para unos pantalones, uniformes de escuela y hasta un delantal.

La primera tienda por departamentos del país abrió sus puertas como un pequeño local, en un edificio que hoy no existe. Era 1902 cuando José María Calvo –español inmigrante– decidió crear un negocio en el pasaje Gloria ubicado en avenida primera.

El objetivo, desde ese primer día, fue ofrecer a los clientes artículos de moda. En aquellos años eso significaba sombreros, ropa interior, sombrillas, accesorios de pasamanería y, por supuesto, las telas.

Han pasado 116 años. Apenas minutos antes de que el reloj marque las 9:00 a. m. una fila de unas siete personas estaba esperando a que las puertas de la centenaria tienda se abrieran.

Apenas el guarda inauguró el día, una señora pasó y preguntó por el departamento de telas. La respuesta no fue la que esperaba, porque La Gloria ya no vende telas. No lo hace desde hace varios años, porque en el 2018 este negocio no es competencia para la ropa terminada: más versátil, a la moda y barata.

La Gloria no duró demasiado en su ubicación original. En 1926, un incendio acabó con el local de avenida primera, por lo que se mudan a la Avenida Central, donde todavía hoy están ubicados. Dos años después, Santiago Crespo le compra el negocio a su tío José María.

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Ese nuevo local, consecuencia del incendio, permite ampliar la oferta de productos e incluir otros departamentos, replicando el modelo de tienda por departamentos, ya común en los Estados Unidos.

Ese mismo formato es el que se mantiene hoy a pesar de los cambios en la alineación de productos. La oferta ha evolucionado de acuerdo con las necesidades de la clientela, pero también debe responder a las condiciones del mercado para poder sobrevivir.

“En el transcurso de los años hemos tenido de todo en la tienda: farmacia, salón de belleza, repostería, venta de vitaminas, agencia de viajes, centro fotográfico...”, recuerda Juan Carlos Crespo, actual gerente de La Gloria y nieto de don Santiago.

La mayoría de esos “negocios alternos” no se mantienen, aunque algunos lograron colarse en el esquema base. Relojes, cosméticos y hasta una soda son parte de la tienda en el 2018, además de las ofertas en ropa y artículos para el hogar.

Los 70 fueron una buena década para la familia Crespo. La Gloria creció y empezó a inaugurar nuevas sucursales, algo completamente novedoso para esos años.

Los años siguientes trajeron más competencia –alentadas por las facilidades en la importación-. El cambio de siglo trajo una crisis financiera complicada, precedida de un segundo incendio, en 1996, que llevó a la empresa a una “implosión” y a entrar en un convenio preventivo para evitar la bancarrota.

De las cinco tiendas La Gloria que llegaron a tener en el país, solo sobrevive la de la Avenida Central.

En un negocio de 116 años los altibajos no son pocos. La historia de Costa Rica y la del mundo pasaron por la tienda: dos guerras mundiales, una guerra civil y dos incendios son solo unos de los obstáculos superados.

Cuando La Gloria inició en 1902, no eran más de seis los empleados, contando a Calvo. Varias décadas después, logró superar el millar de empleados, pero en 2018, después de superar su mayor crisis, su planilla se redujo a 70 trabajadores, pero su meta permanece intacta: seguir vendiendo.