A mediados de marzo la empresa textil Mar de Urano, dedicada a la confección de trajes de baño, estaba en “luto productivo” por el nuevo coronavirus, y sus propietarios decidieron enfrentarlo con solidaridad: se propusieron donar 50.000 mascarillas reutilizables a trabajadores esenciales en Estados Unidos, debido a la lenta respuesta a la pandemia de parte del gobierno de ese país.
El primer envío fue de 1.000 mascarillas y se hizo el 27 de marzo. A partir de ese momento, el producto se dio a conocer y llegó lo inesperado: pedidos de varias empresas estadounidenses y el descubrimiento de un mercado potencial de cientos de miles de personas.
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Esto generó que los amigos y contactos que habían hecho posible la idea original se formalizaran bajo el nombre de Remask America, la organización mediante la que Mar de Urano coloca y distribuye su producto desde Costa Rica.
La diseñadora Karen Elizondo, una de las propietarias de Mar de Urano, contó que después de ese primer envío de 1.000 mascarillas, debieron producir 100.000 en 21 días y, finalmente, terminaron abril con una capacidad de producción de 250.000 unidades por semana.
Eso es lo que están exportando en este momento, tanto a Estados Unidos como a otros destinos donde sus clientes tienen operaciones, como las marcas Heinz, Ritz, Thyssenkrupp Elevator y hasta Google. Han enviado mascarillas a Inglaterra, Brasil y Japón, entre otros destinos.
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Así funciona
En este momento, 300 personas en Costa Rica venden sus servicios a Mar de Urano como parte de la cadena de producción de las mascarillas.
“Esto es lo que a mí me genera más orgullo y honor, pensando que Costa Rica ya no es un país conocido por tener textileras o maquilas grandes, pero nosotros logramos darnos cuenta de la capacidad que teníamos en pequeños talleres.
"La red que hemos logrado crear nos permite continuar el nivel de producción, pero si fuera necesario, también tenemos contactos para hacerla crecer. El talento en Costa Rica es increíble”, afirmó Elizondo.
Elizondo relató a La Nación que su empresa es el sueño emprendedor que comparte con su pareja, el artista Ramiro Esquivel. Él pinta y ella usa sus obras para diseñar los trajes de baño, que se fabrican a partir de fibras de redes de pesca recicladas y bajo la filosofía de “cero desperdicio”.
La pandemia los obligó a congelar por un tiempo esa línea de producción, y también los llevó a descubrir en Costa Rica un potencial que desconocían: el de los talleres de costura.
Mar de Urano asigna los pedidos a líderes de producción, que son personas con capacidad para gestionar grupos: desde gente con experiencia técnica en costura hasta el dueño de un taller de máquinas de coser o la propietaria de una tienda de ropa americana, que tenían los contactos y la actitud emprendedora.
El proceso de producción es completo: la tela, los cortes, el armado y el envío se hacen en Costa Rica.
“Las primeras exportaciones eran muy pequeñas y, como eran donaciones, con las cinco personas que trabajábamos normalmente lo logramos. Para crecer, empezamos con quienes ya habíamos trabajado y tuvimos que darles más seguridad y empoderamiento para que talleres contactaran a otras personas desde sus casas y formaran su propia red, cada uno como líder de producción.
"La tela la producimos acá. Cortamos la tela con el equipo de corte y lo distribuimos empezando en Occidente y terminando en San José. No le damos prioridad al que tiene más capacidad, sino oportunidad a todos”, explicó Elizondo.
La consolidación de esta etapa hizo que la empresa comenzara a plantearse otras opciones, como la posibilidad de colocar su producto en el país y de abrir líneas de negocio que permitan sacar provecho a la red de producción.
“Estamos abiertos a diferentes posibilidades, y es más que todo un sentimiento de que también queremos estar aquí para Costa Rica: no es solo que logramos abastecer esa necesidad en Estados Unidos, sino que para nosotros sería un honor que los sectores productivos del país sepan que estamos dispuestos a ayudar”, afirmó Elizondo.