La Habana AFP. “Tengo reservación de Airbnb todos los meses”, dice con regocijo Melvis Sarduy, cuyo espacioso apartamento en La Habana Vieja tiene éxito entre los clientes del célebre sitio de Internet de alquileres entre particulares.
Airbnb agregó en abril a Cuba en su catálogo para aprovechar el acercamiento entre la isla comunista y Estados Unidos.
Inmediatamente la empresa consiguió 1.000 anuncios de particulares cubanos, mientras que “en San Francisco y Berlín, nos tomó tres años alcanzar ese umbral”, contó a la AFP Jordi Torres, director de América Latina de Airbnb.
Tres meses más tarde, el portal tenía 2.000 ofertas de hospedaje en Cuba.
Airbnb espera que “Cuba se convierta en uno de los destinos principales, junto con México y Buenos Aires”, indica Torres.
La compañía rehusó divulgar la cifra de reservaciones en la isla, por ahora limitadas a los clientes estadounidenses autorizados a visitar Cuba.
Crecimiento particular. Según el responsable de Airbnb, el rápido crecimiento de la oferta se basa esencialmente en la red de “casas particulares”.
En 1997, el Gobierno cubano autorizó que los turistas se hospedaran en casas particulares a menor precio, en un país donde la oferta hotelera era limitada.
Melvis Sarduy, quien cuenta con 54 años, alquila por $66 la noche su vivienda de dos habitaciones en La Habana Vieja. Por su licencia debe pagar al Gobierno una tasa de $35 por mes por cada habitación y el equivalente al 10% de cada arrendamiento.
La cuota para Airbnb es el 3% del monto de la transacción y la del inquilino oscila entre 6% y 12%. “Al principio me sentí un poco temerosa”, dijo Sarduy al recordar su encuentro con agentes llegados a la isla para vincularse con los propietarios.
Esos temores iniciales rápidamente se disiparon y numerosos arrendadores ahora prefieren Airbnb a Facebook, páginas web privadas u otros portales.
Según Jordi Torres, el promedio de la oferta cubana se ubica entre $35 y $40 la noche.
Inicialmente, la instalación de la agencia virtual enfrentó obstáculos, como el caro acceso a Internet en la isla, que pudieron ser superados gracias a la intervención de intermediarios en Cuba y el exterior.
Otro problema eran las modalidades de pago, en un país donde PayPal y Visa no tienen derecho de ciudadanía. Sin embargo, la vía se abrió con transferencias de dinero a cuentas bancarias abiertas en el extranjero por parientes emigrados.