Ya pasaron más dos semanas desde mi salida como gerente de BAC San José y estoy empezando a aprender cosas nuevas, luego de 30 años de percibir un ingreso fijo. En mi nueva condición de desempleado, la garantía y la tranquilidad de recibir un salario desaparece y, ahora, con mi familia, tenemos que pensar qué vamos a hacer para garantizarnos una vida digna y honrada.
Por fortuna, logramos ahorrar y eso nos permite tener otra fuente de ingreso alternativa al salario, pero que está sujeta a variabilidad.
De eso se trata esta nueva columna quincenal. Un espacio donde compartiré con los lectores de La Nación conocimientos financieros útiles para afrontar las vicisitudes cotidianas que se nos presentan, como familia o como empresa.
Cuando dejé de trabajar para el banco, la primera decisión que tomamos fue preservar el monto acumulado del ahorro (el principal) y arreglárnosla para vivir de los intereses, así que será necesario y fundamental llevar un estricto control de cada desembolso.
Otro de los cambios fundamentales en mi “nueva vida” es que en el pasado, por mis ocupaciones, muchos de mis pagos periódicos se hacían por medio de mi secretaria o de cargos automáticos a mis tarjetas de crédito y, dada la seguridad del ingreso periódico, no tenía yo tanta preocupación por los montos y los conceptos de gasto.
Por estos días, he atendido personalmente diferentes mandados y he empezado a poner más atención al control de gastos. En dos semanas de estar en esto, pasaron frente a mí facturas por compras de alimentos, gasolina, medicinas y exámenes de laboratorio, pagos de servicios públicos, educación, compra de útiles y uniformes escolares, impuestos municipales y entretenimiento. Los días pasan y no hay ninguno en donde no se gaste.
Me acongojo al no llevar en línea el registro de los gastos y no saber la situación de mis ingresos en comparación con mis desembolsos. ¿Será que estoy gastando menos de lo que ahora recibo? De ser el caso, felizmente estamos siendo una familia superavitaria, o sea, no solo podríamos vivir de las rentas, sino que tenemos la capacidad ahorrar y quitarnos la presión de si podremos costear nuestras necesidades.
Por el contrario, si vamos gastando más de los ingresos, nuestra condición es deficitaria y no nos va a quedar otra salida que salir a buscar algún empleo. Además, de inmediato tenemos que hacer una sesión para recortar todo aquel gasto no necesario, declarando emergencia familiar para lograr volver a una situación de equilibrio.